La izquierda valenciana tras el 28M
El terremoto político del 28 de mayo aún tiene que dejar sus réplicas. 56 días después de las elecciones autonómicas y municipales, en las que la izquierda perdió en conjunto cerca de 150.000 votos, los cuatro partidos preparan a sus cuadros para las elecciones generales, que determinarán si el país atraviesa un cambio de ciclo político hacia una mayoría conservadora que asume los postulados de la extrema derecha.
Prácticamente sin tiempo para lamerse las heridas los partidos tienen que preparar el siguiente asalto, casi a la vuelta de la esquina. Pero una vez pasado el 23 de julio, con independencia de los resultados que las izquierdas valencianas consigan en el Congreso y el Senado, las formaciones tendrán que lidiar con su situación autonómica. Los socialistas han comenzando a preparar la batalla interna y calientan para dirigir la oposición al PP, Podemos apunta a una mala digestión del resultado, mientras que Compromís prepara un grupo de oposición y se alía con Sumar para preparar el asalto político a cuatro años vista.
El batacazo electoral de Unides Podem, que desaparece de las instituciones, apunta a serios problemas para la rama morada de la coalición. A la organización valenciana de Podemos le queda apenas una decena de concejales entre más de 500 ayuntamientos. Tras tres semanas de silencio y numerosas peticiones de cargos locales, la dirección decidió dimitir el pasado viernes y comunicarlo tres días más tarde. En un escrito remitido por Pilar Lima, la ya excoordinadora autonómica pidió abrir un proceso de reflexión “serena y rigurosa” sobre la debacle, que enmarcó en un “ciclo reaccionario a escala europea”. Héctor Illueca, vicepresidente segundo de la Generalitat y candidato, deja la primera línea política y regresará a su labor como inspector de trabajo.
Por parte de Esquerra Unida, que aguanta el músculo municipal con más de un centenar de concejales, el escenario es otro. Han optado por Sumar desde el principio, mantienen alcaldías en coalición con Compromís y el PSPV y pueden rearmarse desde los grupos municipales. En paralelo, dirigentes que se fueron apartando de las respectivas direcciones han vuelto a resurgir para integrar el proyecto Sumar. Es el caso de Naiara Davó, quién perdió las primarias contra Lima, o Ignacio Blanco, que dejó la dirección de Esquerra Unida en 2015 y la militancia seis años después. La primera será la número 3 al Congreso por Alicante; el segundo el cabeza de lista al Senado por Valencia, dos puestos sufridores.
Tras el resultado de mayo, que les hizo perder la alcaldía de Valencia y la presencia en el Ejecutivo autonómico y en la dirección del Parlamento, en Compromís optaron por gestionar rápidamente la integración en Sumar. Los valencianistas llevaban meses tejiendo relaciones con la plataforma de Yolanda Díaz -el congreso de Iniciativa, la rama política en la que milita Mónica Oltra, ejerció de anfitrión para el prototipo del proyecto político-. El acuerdo se negoció de forma intensa y en apenas diez días se pactó un protocolo de integración que les da plena autonomía y los puestos de salida en la circunscripción de Valencia.
Una vez salvado el escollo de la negociación estatal, los de Joan Baldoví se centran en su territorio y comienzan a armar la estructura de un grupo parlamentario que quiere disputar el liderazgo de la oposición al PSPV y fiscalizar al gobierno del PP con la ultraderecha. El exdiputado en el Congreso será el portavoz en las Corts Valencianes y hará valer su experiencia en el parlamento estatal, que le ha dado gran popularidad. Tendrá tres portavoces adjuntos que no ha concretado y entre los que se perfilan los exconsellers Vicent Marzà y Aitana Mas y la exvicepresidenta de la Diputación Maria Josep Amigó.
Los valencianistas pierden la presidencia de las Corts Valencianes, que pasa a la extrema derecha, y tampoco tendrán representación en la Mesa del parlamento. El expresidente, Enric Morera, podría optar a ser senador por designación territorial. A nivel interno, la rama mayoritaria, Més, celebrará un congreso a principios de 2024, que quieren plantear como un cónclave fundacional de Compromís para preparar el partido para las elecciones autonómicas de 2027.
En las filas del PSPV, los socialistas tienen que configurarse como oposición con un grupo parlamentario pensado para formar Gobierno, con los seis consellers del Ejecutivo autonómico saliente como diputados y nuevas caras, tanto miembros de juventudes como diputados independientes. Los socialistas valencianos cuentan con el juego favorable si impera el discurso del voto útil o el bipartidismo, llevan consigo el aval de ser un partido histórico y mayoritario. En contra, la imagen del presidente del Gobierno, que algunas facciones en su propio partido se empeñan en combatir. En el ala izquierda del hemiciclo son la formación que sale mejor parada, sumando 65.000 votos en las autonómicas, que se traducen en 31 escaños, pese a perder la Generalitat. Y como es tradición en las grandes formaciones, es en el terreno de la derrota donde aparece la guerra por el poder.
En el seno de la formación que dirige Ximo Puig ya han sonado los tambores de guerra, con la configuración de las listas para las elecciones generales y de los representantes en la Diputación de Valencia como primera batalla. Los representantes provinciales de Valencia y Alicante, Carlos Fernández Bielsa y Alejandro Soler, ya han plantado cara al dirigente autonómico, anticipando un conflicto en el próximo congreso del partido y disputando la dirección. El conflicto por las listas llegó al Comité Federal, donde la dirección de Ferraz intervino en favor del sector crítico con Puig. Mientras, el todavía presidente de la Generalitat en funciones medita ir a la Cámara alta como senador por designación autonómica, sin renunciar al acta como diputado en las Corts Valencianes, según apuntan algunos medios. La decisión depende de los resultados de las elecciones generales, apuntan.
La configuración de la Diputación de Valencia será clave para la izquierda. Si Carlos Fernández Bielsa consigue el apoyo de Ens Uneix, será la gran institución en la que socialdemócratas y valencianistas puedan dejar huella. De la Diputación dependen instituciones culturales que otorgan visibilidad, subvenciones en infraestructuras, la gestión de recursos supramunicipales; es un lugar desde el que tejer relaciones municipales y tiene menos problemas de financiación que la Generalitat Valenciana. Fue precisamente en su homóloga alicantina donde el futuro presidente popular se hizo fuerte. La paradoja vendrá si la izquierda hace lo propio en la institución provincial de Valencia.
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