“Recomiendo la Gestapo a todo el mundo”
En 1938, los nazis asaltaron la casa de Sigmund Freud y se llevaron varios miles de chelines. Con muy buen criterio, el padre del psicoanálisis, asombrado porque ni él cobraba tanto por una simple visita, decidió dejar Viena con destino a Londres. La única condición que le puso el régimen fue negar que le hubieran acosado. Así, dejó escrita una carta en la que reconocía: “Desde el Anschluss de Austria, he sido muy bien tratado por todas las autoridades (…). Recomiendo de corazón la Gestapo a todo el mundo”.
No sé hasta qué punto tiene sentido recordarlo —quizás vuelvo a ser víctima de mi penchant por meter en mis columnas citas eruditas con calzador—, pero la anécdota (falsa, por supuesto) me vino a la cabeza el otro día, cuando alguien, como si no hubiera bastante basura ya, subió a las redes un video de Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos. La XV marquesa de Casa Fuerte (por méritos propios, qué duda cabe) indagaba entre los asistentes a un curso de verano qué estarían dispuestos a sacrificar por la democracia liberal. Como Freud en su día, ella la recomendaba de corazón a todo el mundo.
A sus palmeros allí presentes, la portavoz adjunta del PP en el Congreso les preguntó: “¿Qué estáis dispuestos a sacrificar cada uno de vosotros por la democracia y la libertad (…) ¿El bienestar?, ¿las vacaciones?, ¿los festivos?, ¿la vida?”. Hacía bien en consultarlo. Y más al utilizar ese tono de trascendencia de la que tiene claro que con ella no cuenten para sacrificar una mierda, pero que sabe que con tanto ingenuo aspirante a heredar la empresa, la que sea, no van a faltar voluntarios para ir al matadero. Solo con los tontos que comprenden que Macron o Starmer hayan declarado la guerra a los servicios públicos para poder multiplicar el gasto militar da para formar un ejército.
Esa democracia liberal de la que usted me habla se basa, según la marquesa, en el manido mantra de que trajo el cielo a la Tierra. Es un mundo que solo existe en la imaginación de los expertos de guardia y que nace del disparate de que el orden occidental se basaba en el respeto al derecho internacional. Tanto respeto al derecho internacional que hasta la isla de Granada hubo que invadir, con sus tan peligrosos como escasos cien mil habitantes, para mantenerlo. Un hecho anecdótico, es cierto, pero que se suma a las cerca de 128 intervenciones que realizó Estados Unidos, solo entre 1946 y 2014, para que nosotros pudiéramos vivir en Happylandia. Pero para la marquesa, fuera de ese mundo, solo había “fuerza, violencia, decadencia y degradación”. No como en su Argentina natal, donde que solo se asesinaba y torturaba con arreglo a derecho.
No se trata de preguntarnos qué han hecho por nosotros los romanos. Es evidente que, en esta parte del mundo, se ha vivido de lujo desde la II Guerra Mundial a costa del resto. Aunque la libertad, la democracia o los derechos humanos eran optativos (España, Portugal o Grecia son tres ejemplos), a largo plazo, nos ha salido a cuenta. El problema es que esa democracia liberal que la marquesa defiende ha muerto y que es la que nos ha traído a donde estamos: un mundo en que una hija de papá rico (y mamá rica, por cierto) pide sacrificios a los que cada vez llegan menos a fin de mes, mientras ella posee varios pisos y un sueldo de cerca de 200.000 euros anuales y 1,4 millones de euros en activos financieros. Sinvergonzonería nivel pro.
La democracia liberal ha caducado, y ya solo sirve de excusa para que sigamos cavando nuestra propia fosa
La democracia liberal ha caducado, y ya solo sirve de excusa para que sigamos cavando nuestra propia fosa. Mientras, otros se lo llevan crudo. Para salvarla no hay que sacrificar nada. Que se hunda. No hay nada que agradecerle a esa Gestapo, aunque algunos pretendan lo contrario. No es ninguna casualidad que al régimen de Tel Aviv se le llame la única ‘democracia liberal’ de Oriente Medio, porque ser un Estado genocida no está reñido con cierta visión del mundo.
La democracia liberal es la causa directa de que en Estados Unidos pueda llegar a presidente un abusador sexual condenado (y presunto) pederasta; que en Hungría, Polonia o Italia gobiernen tres versiones del fascismo y que, en el resto de Europa, la ultraderecha esté de fiesta mayor. Aquí, es difícil saber cuándo alcanzó su prime. ¿En 2011, cuando PSOE y PP modificaron el artículo 135 de la Constitución para que pagar deuda fuera más importante que el gasto social? El dinero por delante de los votos. ¿Cuándo la Policía patriótica y sus palmeros mediáticos declararon la guerra a Podemos? ¿Cuándo Montoro alquiló el BOE? Y dentro de poco, seguramente, celebraremos otro hito: la entrada de Vox en el Gobierno.
La democracia liberal es la responsable de que, en España, el salario medio haya bajado (y si el mínimo ha subido, ha sido con la oposición de los y las Álvarez de Toledo); de que el 33,4% de los españoles no pueda irse ni una semana de vacaciones; de que un ciudadano medio dedique el 43% de su sueldo al alquiler para engordar a un rentista (en Baleares, hasta un 63%); de que los beneficios empresariales hayan crecido un 53,6% desde 2019 y los salarios, apenas un 31,3% (y eso incluye el aumento del salario mínimo, que si no…), y etecé. Y lo que nos queda por ver. El futuro, seamos optimistas, va a ser mucho peor para la inmensa mayoría y mucho mejor para el resto.
El futuro, seamos optimistas, va a ser mucho peor para la inmensa mayoría y mucho mejor para el resto
Hace unas semanas, desde esta misma atalaya, recomendé a la Humanidad meterse el centro por el culo, pero no toda me hizo caso. Veremos quién ríe el último. Pero ese centro político que nos venden como el Parnaso de la civilización no es más que el Santo Grial del timo de la democracia liberal. La máxima expresión del pacto para que siempre mojen el churro los mismos a costa de los de siempre. Esa democracia no tiene nada de liberal, es censitaria. Por eso, la marquesa (y los suyos) la defienden, no porque sean mala gente, sino por coherencia: no luchan por nuestros derechos sino por sus privilegios. Y eso da mucha vidilla. El que tendría que darnos a nosotros trabajar por una democracia verdadera y sin apellidos. Pero, por lo visto, es mejor discutir.
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