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“In Spain I trust” (Confío en España), un año de la llegada del 'Aquarius' a Valencia

A la derecha, Mok desembarcando del Aquarius con una camiseta en la que se puede leer: "In Spain I trust"; a la izquierda en las oficinas de Cear (sentado) junto a Massoudou, que también fue rescatado por el barco de SOS Mediterranée

Miguel Giménez

Valencia —

En 2018 llegaron a la frontera sur de Europa 123.000 personas, de ellas 65.000 tuvieron como destino España según datos de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Cear). En lo que llevamos de año, la Cruz Roja, entidad responsable de la atención a los migrantes arribados a las costas españolas, ha atendido a más de 8.700 personas en 340 intervenciones -en 2018, la ONG realizó un total de 1.931 intervenciones de este tipo-. De los miles de migrantes llegados a España en los últimos doce meses, el foco mediático estuvo puesto durante unos días en 629, los que viajaban a bordo del buque Aquarius que fueron rescatados del mar por las ONG francesas MSF y SOS Mediterranée.

Tras ocho días de travesía en alta mar sin encontrar un puerto seguro donde desembarcar -Italia se negó a acoger a los centenares de refugiados embarcados en el Aquarius-, alrededor de las 6.30 horas del domingo 17 de junio llegaba al puerto de Valencia el primero de la flotilla de tres barcos -el buque de la Guardia Costera italiana Dattilo que acompañaba, junto al barco de la Armada italiana Orione, al Aquarius- que trasladaron hasta Valencia a los 629 migrantes rescatados del mar y que habían salido huyendo de Libia unas jornadas antes.

De las 629 personas que llegaron a bordo del Aquarius a las costas españolas, 80 viajaron a Francia. El resto se encuentran repartidos por toda España, 239 en la Comunitat Valenciana. A esta cifra hay que sumar los 70 menores no acompañados que fueron acogidos por la Generalitat Valenciana, de los que 14 siguen estando bajo la tutela de la Conselleria valenciana de Igualdad y Políticas Inclusivas (la administración que tiene las competencias en esta materia).

Massoudou y Mok son dos de los jóvenes que viajaban a bordo del barco de SOS Mediterranée, que están siendo acompañados desde hace un año por Cear-PV (en total son 47 los que dependen de esta entidad), que les acompaña, ayuda y asesora en su día a día. Ambos están aprendiendo español que, como reconoce Mok, resulta imprescindible para poder tener la oportunidad de encontrar un trabajo.

Hace 29 años que nacía en Nigeria Massoudou, quien reconoce que es feliz en Valencia, donde se encuentra “muy bien”. En el español que todavía no acaba de dominar, explica que a los 18 años se fue a Níger huyendo de la guerra y de Boko Haram: “Mataron a mucha gente [entre ellos a su padre]”, por lo que decidió marchar a Níger, donde estaban su madre y su hermana. En Níger trabajó como taxista, “pero no había dinero”.

Con este panorama tomó una nueva decisión: trasladarse a Libia. “Trabajaba a cambio de comida”, explica: “En Libia había tanta gente que no podías salir a la calle”. Tras dos años en el país norteafricano, Massoudou decide emprender la aventura de cruzar el Mediterráneo para llegar a Europa. La situación no fue fácil: “500 personas en una casa esperando para viajar a Europa, sin comer, ni beber y sin poder hablar ni quejarte, porque si hablas te pegan”. “Y después una situación muy difícil , con 130 personas en una barca de plástico”, relata, al tiempo que recuerda la semana que pasaron a bordo del Aquarius. “Ahora soy feliz en Valencia, donde puedes ir por la calle sin que te pase nada, no como en Libia”, comenta.

La historia de Mok no es muy diferente a sus 25 años. Mok Kamara, nació en Sierra Leona y llegó a Libia antes de emprender su viaje por el Mediterráneo tras atravesar en coche Guinea, Mali y Níger. Como Massoudou recuerda lo mal que lo pasó en Libia -“hemos tenido tantos problemas que no podría pensar en vivir esa situación otra vez”- antes de lanzarse al mar en una rudimentaria embarcación: “Ahora estoy muy bien, soy muy feliz y mi pequeña preocupación es obtener la documentación”. “Nos dijeron que la tendríamos lo antes posible”, apunta el joven africano que, como su compañero de travesía, está en España con la tarjeta roja mientras se les tramita la solicitud de asilo, que ha sido admitida. Es decir, están en la fase 1, en la mitad del camino burocrático (fase cero, la primera acogida cuando llegan a España, en la que se cubren las necesidades básicas; fase 1, en la que se ha admitido a trámite la solicitud de asilo y se les acompaña y tutela; y fase 2, en la que ya disfrutan de autonomía). “Cuando llegamos nos dijeron que tendríamos la documentación en un año, año y medio o dos años; nos han dado la tarjeta roja y permiso de trabajo, pero creo que nadie está trabajando [Cruz Roja ha confirmado que alguna de las personas que llegó a España hace un año sí que está trabajando y que también hay quién está haciendo cursos de formación]. Nos han dicho que tenemos que concentrarnos en aprender español”, explica Mok, quien insiste: “En serio, quiero dar las gracias a España” -Kamara desembarcó en Valencia vistiendo una camiseta blanca en la que se podía leer escrito a mano: “In Spain I trust” (confío en España)-.

De Sierra Leona apunta que hay problemas políticos, “los mismos de antes, no hay democracia, no hay libertad de expresión. Ésa es la razón por la que dejé mi país, porque después de las elecciones golpearon y mataron a gente”.

En cuanto al viaje desde Libia, recuerda que tenían “muchos problemas” en el bote: “entraba mucha agua y algunas personas murieron; tuve que rescatar a algunos, como una mujer embarazada que gritaba pidiendo ayuda. Tuvo a su bebé y ahora están viviendo en España y eso te hace sentir bien, es algo muy bueno para mí”, describe, aunque recuerda que entonces “fue una experiencia terrible, nada agradable”. Eso contrasta con la visión de los helicópteros a la llegada a Valencia y cuando les dijeron que España les acogía: “Fue maravilloso”.

Protección definitiva

Desde Cear, su coordinador en Valencia, Jaume Durà, insiste en exigir al Gobierno que se les conceda una protección definitiva a los refugiados ya que, un año después del Aquarius, sigue sin haber ninguna resolución: “Están en España como solicitantes de asilo, y el Estado no puede dejarles sin ninguna protección”. Así, apunta que si se quedan en España de forma irregular, corren el riesgo real de que sean internados en un CIE para ser expulsados: “Sería un sinsentido”.

Durà cree que la decisión del Gobierno con el Aquarius fue un gesto positivo, pero no olvida lo que sucedió después con el Francisco y Catalina, el Aita Mari o el Open Arms, “estamos ante una política pendular”. Así mismo, lamenta que en la Unión Europea se haya “impuesto” la política de Salvini en materia de refugiados, con cambios “a peor”, como se ha visto en Italia o en Malta: “Todavía queda mucho por hacer”.

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