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Diana Al Azem, escritora: “Siria ya no existe”

Diana Al Azem

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

Diana Al Azem (Granada, 1977) es la prueba de que el nuevo sueño del escritor existe: autopublicó su primera novela, Escondidos entre aulas, en 2013 en Amazon, donde alcanzó el número uno en descargas. Después probó suerte con una saga de género fantástico, inaugurada con Evadne la sirena perdida (2013), y el éxito se repitió. La autora, que se define a sí misma como apasionada de la literatura romántica e histórica, ha llamado la atención de Suma de Letras, sello integrado en Penguin Random House. Ahora salta a esta grande de la edición con Cardamomo, novela en la que vuelve los ojos hacia la guerra en Siria.

El libro relata la delicada historia de amor entre un cooperante australiano y una joven local en una Damasco cada vez más cercada por la violencia. La ternura de su relación contrasta con un entorno peligroso y brutal, narrado con desarmante vividez. Diana Al Azem, profesora en un instituto de Secundaria en Murcia, es de madre española y padre sirio. Su novela, aunque nace con el objetivo de entretener, constituye también un sentido grito de socorro ante la tragedia de su país de origen.

Usted empezó autopublicando sus novelas en Amazon. ¿Por qué eligió esta opción en vez del tradicional envío de manuscritos a editoriales?

Cuando eres un autor que acaba de empezar, Amazon es la mejor opción para llegar a un público amplio. Muchas editoriales están pendientes de los que alcanzan los puestos más altos de ventas y, si tu libro es bueno, ellos mismos te contactan. De otra manera, si no eres conocido, es muy difícil que una gran editorial te quiera publicar, o incluso que lean lo que les envíes. Con Amazon, tu libro está a la venta en todo el mundo y, al ser tú misma tu propia editora, te encargas del proceso completo y aprendes a moverte. No es como estas editoriales de coedición, que te piden dinero por publicar tu libro. La desventaja es que te pasas más tiempo promocionando la novela en redes sociales, blogs y webs que realmente escribiendo.

Ahora, con Cardamomo, entra usted en una editorial grande, así que se ha librado de todo el trabajo extra. ¿Esperaba algo así cuando empezó?

La verdad es que no. Una nunca se espera el éxito. Y más en mi caso: yo venía de la nada, y lo estoy viviendo con mucha ilusión, porque ya sé lo que es autoeditar y hasta dónde puedo llegar así. Ahora me apetece descubrir adónde me conduce el estar respaldada por una editorial.

¿Cómo nació Cardamomo?

Por mis orígenes, estoy viviendo muy directamente lo que sucede en Siria, así que quería escribir una historia que llegase a quien la lea y concienciar a la gente de que los refugiados, si han decidido abandonar su tierra, no es por gusto, sino porque es imposible vivir allí.

¿Su novela puede acercar al lector a lo que sucede?

La intención es esa. De hecho, el protagonista masculino podría ser cualquiera de nosotros. Viene de un país desarrollado, Australia, donde tiene una vida muy acomodada trabajando como médico en la clínica de cirugía estética de sus padres, pero este trabajo no le llena, siente que quiere hacer algo más y decide ir de voluntario a un hospital de Damasco. He querido retratar sus sensaciones en un país que se adentra en un conflicto cada vez más trágico. He tratado de reflejar cómo viviría esta situación cualquier persona normal.

En la novela hay delicadeza, ternura… pero también un realismo muy crudo.

Los personajes son ficticios, pero podrían ser reales, porque historias como la que yo cuento se están dando allí: La gente se enfrenta a diario a una realidad horrorosa, en la que algo tan sencillo como salir a comprar es un peligro. Yo quería mostrar cómo es vivir en un mundo en el que nada es fácil. En el que ir al colegio puede convertirse en una pesadilla absoluta, porque a lo mejor tus hijos no vuelven a casa ese día.

¿Le ha sido difícil escribir una historia que le toca tan de cerca?

En algunas escenas lo he pasado mal, porque la novela está llena de coraje y esperanza, pero también tiene momentos muy duros. Entonces, yo he vivido esa dureza mientras la escribía. Hubo veces en que se me saltó una lágrima. Pero yo quería recorrer de nuevo las calles de Damasco, aunque fuese a través de la escritura, ya que ya no puedo viajar allí. He querido reflejar la atmósfera de la ciudad, la cultura, las tradiciones.

La novela retrata el inicio del conflicto. Ahora la situación es mucho peor.

Es que Siria ya no existe. Han borrado las ciudades del mapa. ¿Qué más puede pasar? Lo único, que el país se quede vacío. Que los que están combatiendo se maten unos a otros, porque ya todos los demás han huido. Siria se convierte en una tierra fantasma y las grandes potencias no hacen nada. Algún día el país tendrá que comenzar de cero. ¿Cuándo? Eso no se sabe.

¿Nos estamos insensibilizando ante la cuestión de los refugiados?

Ha llegado un punto en que los vemos como si fuesen números, pero si nos contasen las historias individuales de todas estas personas que nos muestran durmiendo en tiendas de campaña comprenderíamos mucho mejor la dimensión de la tragedia y nos llevaríamos las manos a la cabeza. No debemos mirar hacia otro lado. Habría que olvidarse de la política y centrarnos más en lo humano.

Usted predica dando ejemplo y donará parte de los beneficios del libro a la ONG Proactiva Open Arms.

Esta ONG la forman socorristas que decidieron ir a la isla de Lesbos a hacer su trabajo, que es salvar vidas. Ahora, en Grecia, salvan las de los refugiados. Todos los días oímos en las noticias que se hunde alguna embarcación y ya ni nos escandalizamos, cuando en esas lanchas van vidas. Podríamos ser tú o yo: familias, niños, mujeres a las que separan de sus hijos… Yo quería ayudar, y esta me pareció la mejor opción.

Cardamomo es también la historia de dos mundos muy distintos que aprenden a comprenderse: el de Sam y el de Nour, la joven vendedora de especias. ¿Cree usted que los conflictos de la última década han hecho que los europeos tengamos una idea equivocada del Islam?

Hombre, si sólo se habla de los del Daesh y de terroristas… pues sí. Quizá por eso mismo sería conveniente abrir las puertas a los refugiados, y así aprender que no son tan diferentes de nosotros: Todos sentimos miedo, todos amamos, todos queremos tener una buena vida. Son sentimientos universales. De hecho, aquí en Murcia tenemos una comunidad marroquí muy grande, y en los colegios e institutos estos estudiantes están enriqueciendo mucho a los alumnos murcianos. Unos y otros avanzan en el respeto y el conocimiento mutuo de sus culturas.

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