Un libro retrata a Pilar Careaga, la “alcaldesa de Franco” en Bilbao y referencia de la dictadura
En la España de 1969, con treinta años de túnel de la dictadura a sus espaldas, el papel de la mujer en la política era testimonial más allá de la “Sección Femenina” del partido único, la Falange. Sin embargo, las probadas lealtades franquistas, ultraconservadoras y ultracatólicas de Pilar Careaga (Madrid, 1908) hicieron que el régimen viera en ella, después de ocupar varios cargos, la persona idónea para situarla al frente de la alcaldía de Bilbao, de más de 400.000 habitantes y mucho más extensa que en la actualidad, ya que llegaba a zonas como Erandio o Loiu, ahora segregadas. Fue la mujer con un cargo más relevante en la dictadura en toda España, la primera en liderar un Ayuntamiento de una capital en la historia y toda una excepción y contradicción para la época. Hasta que en 2023 la socialista Maider Etxebarria fue elegida en Vitoria en Euskadi solamente la franquista Careaga había dirigido una ciudad. Ahora, el libro 'Pilar Careaga: la alcaldesa de Franco', de Mikel Urquijo y presentado este miércoles, ofrece muchos detalles de la singular biografía de una mujer fallecida en 1993 y que incluso en la democracia intentó mantener viva la llama ultra con Fuerza Nueva.
En el libro, Urquijo ofrece algunos datos. Antes que Careaga, únicamente tres mujeres habían sido concejales en Bilbao... y ninguna por elección popular. Fueron Carolina MacMahón y Justa Castellón en la dictadura de Miguel Primo de Rivera y Esther Saiz en el franquismo. En julio de 1969, cuando el régimen colocó a Careaga de regidora en Bilbao, en Bizkaia solamente había dos alcaldesas y en localidades muy pequeñas, Ubidea y Artea. Más datos. En España, en la etapa de Primo de Rivera únicamente hubo siete alcaldesas y también en pueblos muy pequeños, y no más de 78 ediles. En la II República hubo 64 regidoras -la de más peso en un municipio de 11.000 habitantes- y 95 ediles. En el franquismo, hasta 1948, hubo únicamente cuatro mujeres y ninguna como alcaldesa. En la década de 1960, la del salto de Careaga, las mujeres solamente eran 23 y, justo antes de su nombramiento, únicamente otra mujer era alcaldesa en España además de las vizcaínas. A la muerte del dictador, en cambio, eran 66 las alcaldesas y 661 las ediles. En la dictadura hubo 2.551 procuradores en las Cortes, el pseudoparlamento, y solamente Careaga y otra docena tuvieron escaño.
Careaga, según Urquijo, era toda una contradicción en sí misma. Su ideario y sus discursos ubicaban a la mujer en un segundo plano, al frente de las responsabilidades familiares. Pero, desde siempre, su forma de hacer fue la de ir rompiendo esos mismos moldes. Fue, por ejemplo, la primera mujer con un título universitario de ingeniería en España. Y también la primera en ser maquinista de un tren. Esto ha sido empleado por algunos foros feministas para mostrarla como referente, obviando toda su faceta política. Y también fue la primera, en 1979, cuatro años después de haber dejado el cargo en Bilbao, en ser objetivo directo de un atentado de ETA, al que sobrevivió.
Careaga, perteneciente a una familia de la elite de Neguri, en Getxo, nació en Madrid por las responsabilidades de su padre en Asuntos Exteriores. Tuvo siempre posibles para formarse y hablaba cuatro idiomas, castellano, inglés, francés y alemán. “Fue una mujer moderna en la manera que vivió su vida, rompiendo con muchos de los cánones de lo que la sociedad de su época esperaba de ella, pero profundamente conservadora en su ideología. Y precisamente uno de los focos principales de interés del personaje reside en esta paradoja”, sostiene Urquijo, que remarca que “durante toda su vida” ejerció una militancia activa “en la extrema derecha”.
En la II República, donde fracasó en su intento de ser diputada, participó en el monárquico tradicionalista Renovación Española y defendió tesis golpistas y antinacionalistas vascas. Estuvo presa en la Guerra Civil, fue condecorada por su apoyo a los sublevados tras el excarcelamiento y luego ya, de modo natural, saltó al falangismo. En el tardofranquismo y en la democracia, se acercó a Blas Piñar y a Fuerza Nueva. Nunca renunció a sus postulados ultras, al revés que otros de quienes fueron sus correligionarios durante la dictadura.
Antes de ser alcaldesa, ya fue la primera mujer en ser diputada en Bizkaia en 1964. En aquel momento era una diputación provincial de régimen común y no de régimen foral, a diferencia de Álava y de Navarra, consideradas 'leales' durante la Guerra Civil al franquismo. Su llegada constituyó “excepcional acontecimiento”, según el presidente de la Diputación. Asumió funciones de relevancia relacionadas con los actuales servicios sociales y sanitarios, según los datos presupuestarios citados por Urquijo, que rozan el 50% en algunos ámbitos. Sin embargo, siempre según Urquijo, aparentemente fue propuesta para un cargo nacional y no recibió el visto bueno de su marido, Enrique de Lequerica, algo preceptivo en la época.
Fue el ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, el que la nombró alcaldesa. Alonso Vega era amigo personal del dictador Francisco Franco. Ferrolano como él, era el jefe militar de la plaza de Vitoria el 18 de julio de 1936 y eso hizo que esta ciudad fuera la primera en ser conquistada por los sublevados. En su toma de posesión, Careaga hizo menciones a sus “compañeras de sexo femenino” y confió en no defraudarlas. También puso en valor el “matriarcado” vizcaíno tradicional, aunque durante años escribió fuertes críticas a todo lo relacionado con el vasquismo y el nacionalismo. “Recibió 407 cartas y telegramas de felicitación”, cuenta el autor del libro, que reseña que su designación fue noticia de alcance nacional.
Sin embargo, la revista 'Sábado gráfico' publicó a los pocos días un reportaje en la que la calificaba de “muy poco sofisticada”, “nutrida de alimentación sustanciosa” y de “brazos gordos”, entre otros descalificativos. Apuntaban también a que ató a su marido cuando tenía “otra novia o algo por el estilo” a la que pagaron para que pudieran casarse. La compararon con otra política vasca, aunque de siglo opuesto, Dolores Ibarruri, 'Pasionaria'. Antes, en entrevistas, ya le habían preguntado si le gustaba “dominar” o ser “dominada” en su matrimonio.
Careaga tiró de contactos y escribió al ministro de Información y Turismo de Franco, Manuel Fraga, luego fundador del PP. Le afeó que la censura no estuviera funcionando correctamente al permitir semejante reportaje. El Gobierno de España sancionó con 50.000 pesetas (300 euros al cambio actual) a 'Sábado gráfico'. Explica Urquijo, además, que Careaga no era ajena al clientelismo del régimen. Hasta Luis Carrero Blanco le pidió enchufar a un conocido en el Ayuntamiento. Eran constantes las peticiones y el intercambio de favores. A la alcaldesa le correspondió gestionar también el crecimiento de la metrópolis, que necesitaba nuevas infraestructuras, accesos o saneamiento. Bajo su mandato, se incorporaron las primeras mujeres a la Policía local, aunque con uniforme con falda y tacones.
En 1975, poco antes de la muerte de Franco, dimitió. Habló de una campaña de “difamación” y de “injurias” en su contra. Se dijo más atacada que cuando estuvo presa en la Guerra Civil. En 1979, tras el atentado, que le dejó secuelas, se trasladó con su marido a Madrid. No tenían descendencia. En 1987 falleció su esposo y ella volvió a Getxo a pasar algunas temporadas. Falleció en 1993, con escaso eco en la prensa local de la época, pero sí recordaba por los nostálgicos.
Para su libro, editado por 'Catarata', Urquijo ha accedido a documentación de 28 archivos y también a documentos familiares de la propia Careaga, incluida su correspondencia. Dice que es un personaje de “indudable interés” pero que ha recibido “escasa atención por parte de los historiadores”. Urquijo, catedrático de Historia de la EHU, ya había participado en un volumen con las biografías de todos los alcaldes franquistas de Bilbao.
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