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La cara B del escenario, cuando la felicidad no está en salir en la foto

Álvaro Gandul, esencial en el éxito de artistas como José Manuel Soto.

Fermín Cabanillas

Huelva —

“Mis músicos son los mejores del mundo. Sin duda. Son imprescindibles en mi trabajo”. La frase, que se podría atribuir a cualquier artista, es de José Manuel Soto, y la pronunció poco antes de una girao. Días antes había llenado la plaza de La Maestranza para celebrar sus bodas de plata, pero tras su voz, se encuentran una serie de artistas que adornan de música sus composiciones.

Alvaro Gandul (Alcalá de Guadaira-Sevilla, 1980), es su “director en escena”, como Soto le define. Al piano no solo le acompaña, sino que también está pendiente de que las notas de toda la orquesta lleguen perfectas al oído del cantante.

Él, como muchos “artistas de cara B”, viven a la sombra del artista, y lo hacen orgullosos, por cierto. “Ser un artista a la sombra puede sonar un poco frustrante, pero poniéndole amor verdadero al trabajo, el reconocimiento o la fama no son comparables a la satisfacción de un trabajo bien hecho”, señala Gandul, que apostilla que “lo importante para un verdadero artista es la obra, el reconocimiento es un premio que, si viene, bueno es, pero no debemos basarnos en eso para seguir con el mismo entusiasmo del primer día”.

Por sus manos han pasado las voces de artistas como Raimundo Amador, Kiko Veneno, Manolo García o María Toledo, “pero también tengo proyectos propios y he trabajado con gente menos conocida que me han transmitido más que los famosos, porque en ocasiones la palabra famoso se ha desvirtuado, y hay joyas que nunca salen al mercado, por distintas circunstancias, por eso no hay que dejar de luchar nunca”.

Domingo Serralbo, un agricultor de la música

Su pasión por la música la comparte, pero como productor musical, Domingo Serralbo (Morón de la Frontera-Sevilla, 1967), que se define como una especie de agricultor de la música, porque “la finalidad es la misma que el que echa la semilla en la tierra, le tiene que echar agua, el abono, cuidarla siempre, etc”, un trabajo que se inicia “desde que se dice que el disco va para adelante, y hay que elegir canciones, arreglistas, músicos para las canciones, y vigilar que la grabación tenga la calidad correspondiente a lo que se quiere”.

Miguel poveda, El Barrio, Chiquetete, Siempre Así, María Carrasco o Juan Perro han pasado por su mesa de mezclas, pero él prefiere seguir siendo un “artista a la sombra”, y lo define así: “El artista es como un presentador, que tiene a un equipo detrás, pero la gente no es tonta, y sabe si se ha hecho el trabajo. Hoy día ya he conseguido que me conozcan por mi trabajo, porque aunque el que canta es el artista, se ve el sello del productor”.

Cantar lo hace Soni López (Palos de la Frontera-Huelva, 1975), voz en el escenario de gente como Sergio Contreras. Con un espectáculo propio, y canciones como “Contigo”, Soni tiene claro que “la labor de un coro o acompañamiento se utiliza siempre para enriquecer las canciones, o el mismo espectáculo, y en la mayoría de las ocasiones nos necesitan como soporte”, y le dan una vida propia al espectáculo.

En el gremio, como ella recuerda, “hay voces maravillosas”, pero en ocasiones “no consiguen llegar a su meta, y están dando forma y engordando espectáculos para otros”, aunque concluye que “es un trabajo maravilloso”.

En ese segundo lugar, aunque con un protagonismo indiscutible, también está Nani Conde (Sevilla, 1970), que cree que es importante “acompañar respetando siempre el espacio y aprendiendo, interpretando lo mejor posible sus temas, y acompañando lo mejor que puede cada uno”.

Nani sabe que es importante trabajar “molestando lo menos posible”, y con esa premisa ha estado en escenarios con Arrebato, Rasel, José Manuel Soto o Chiquetete, aunque este “albañil de la música” afirma que “voy con todos los artistas que me llaman, incluso hay días que hago tres conciertos, desde por la mañana”. “El secreto es saber trabajar, ponerte de acuerdo con el artista, y adaptarte a todo, pop, flamenco o lo que sea”.

La lista, aunque es interminable, la cierra Juanma Ruiz, (Moguer-Huelva, 1976), que tenía claro desde pequeño que quería dedicarse profesionalmente a la música, y hace 23 años que tiene un bajo en sus manos. Dorantes, José Mercé, Arcángel, Felipe Campuzano o Concha Márquez Piquer han sido acompañados por él, después de que a los ochos años empezase en el Instituto Musical Onubense, pasando al Conservatorio de Huelva el año que lo inauguraron.

En 2008 hizo la maleta, y nunca la ha deshecho del todo, con Japón como destino más lejano a las órdenes de Vicente Amigo. Este fan de Marcus Miller, Gary Willis, Manuel Nieto o Carles Benavent, tiene claro que su vida en el escenario “tiene un papel secundario, y supeditado a lo que el artista te pide. Vicente Amigo es un solista que tiene una responsabilidad enorme por la repercusión que tiene a nivel mundial”

No obstante, lanza un mensaje: “La felicidad no está en salir en la foto. Siempre me ha gustado hacer cosas importantes, pero sin destacar. Debe ser timidez, pero me intimida mucho estar solo ante el público, y estar como estoy es muy gratificante, y no menos importante”.

Lo dice transmitiendo tranquilidad y estrés al mismo tiempo. Acaba de montar piezas nuevas en tiempo récord, y ahora llega el momento de coger otro avión, y montar otro escenario a la espalda del artista titular, el que sale en la foto.

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