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Un verdadero estado de alarma para familias monoparentales, con hijos a cargo y un solo trabajo precario: “Siempre pagamos los de siempre”

Fotografía ilustrativa para el informe sobre perfiles de pobreza de Save the Children.

Javier Ramajo

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Ya iban justos en la antigua normalidad. Un sueldo básico e hijos a cargo para un solo progenitor no da para mucho más que para sobrevivir. El alquiler, la luz, el agua y la alimentación se lo comen todo incluso antes de que el calendario alcance la última hoja del mes. Y a esas dificultades cotidianas sumen una pandemia, un estado de alarma, una paralización casi total. Las familias con menos ingresos, en este caso monoparentales, no lo tienen fácil tampoco durante una situación como esta, en la que se agarran a un trabajo que lleve dinero a casa por malas condiciones que tenga. La sensación la resume este venezolano residente en Sevilla: “Las crisis siempre las pagamos los mismos”.

Son familias vulnerables con las que está trabajando Save the Children en Andalucía durante esta emergencia sanitaria y económica provocada por el coronavirus. Personas en situación de pobreza y riesgo de exclusión social con un alto porcentaje entre ellas de madres solas con hijos o hijas a su cargo, así como trabajadores cuyos ingresos no son suficientes para salir de la pobreza o sobreviven en la economía informal. Son los casos de Edgar y de Noelia.

Edgar nació en Venezuela, es viudo y desde hace dos años y medio vive con su único hijo, de 15 años cumplidos hace unos días durante el confinamiento, que ha compartido con su actual pareja. Antes del estado de alarma nada era fácil pero había “más trabajo”, recuerda, y “ahora se han recortado los servicios”. “Unos o dos al mes”, dice. Trabaja en un servicio mecánico del aeropuerto de Sevilla pero “con la pandemia todos los aviones están parados y hay poco trabajo en los módulos de carga”.

Sacar la economía familiar a flote cuesta, habiendo recibido de Save the Children algo de comida y una tablet “para que el chico haga sus deberes”. Para pagar el alquiler tuvo que acordar con el casero abonar ahora la mitad y la otra mitad “cuando vuelvan los trabajos”. “La señora fue condescendiente y entendió la situación, pero tengo que ponerme al día con los pagos”, relata. Un curso formativo le abrió la puerta laboral en su empresa actual, aunque también trabajó recogiendo frutas y verduras en el campo cuando llegó a España.

Ausencia de 'colchón'

Su hijo está muy integrado, le va “muy bien” en el colegio pero ahora observa un “retraso en la adaptación” ya que “está perdiendo contacto con sus compañeros y amigos”. “La perspectiva es que esto mejore y aportar nuestro grano de arena para que mejoren las cosas, tanto la parte económica como la social. Ya hemos salido a caminar estos días pero no es normal encontrarte a una persona de frente y que se alejen. Mi hijo, que es muy tímido, no lo entiende bien porque es demasiada información de un día para otro”, explica este padre.

“Las familias con menos ingresos y los que vivimos prácticamente del día a día, y dependemos de un sueldo, porque soy yo el único que trabaja, no podemos decir 'OK, llegó la pandemia pero tenemos un colchón con lo que poder aguantar dos o tres meses'. Son muchos gastos”, explica este hombre, que confía en hacer pronto “más servicios” en su trabajo. “La empresa se está activando últimamente. He visto más movimiento, pero los servicios grandes o internacionales no sabemos cuándo se van a reactivar”, señala.

Noelia vive con sus hijos de 14 y 16 años, “que ya vivían antes en las redes sociales y tampoco han notado mucho todo esto”, bromea. Trabaja cuidando a los hijos de 4 y 8 años de dos padres sanitarios, separados. “Yo voy cuando lo requieren. Tengo unos horarios muy raros porque a ellos les cambian los turnos pero, claro, en la cuarentene he trabajado todos los días porque ellos han trabajado todos los días”, se congratula.

El trabajo, necesario, lo han 'pagado' sus hijos, que “están una edad malísima” y “como los he dejado solos han vagueado un poco porque se han creido que estaban de vacaciones y que no había que hacer nada”. Pero, en resumen, “bien, porque tengo trabajo y es el único sustento que tengo”, al que “tengo que ir porque no estoy dada de alta y nunca se sabe”. “También me ha salvado un poquito el llevar una rutina, vestirte, etc. y eso es importante, porque se pasan los días que no sabes qué día es”, indica. Sale a trabajar a las 7.45 horas normalmente y regresa a la hora de comer o ya por la noche. “Dos días en semana estoy todo el día, doce horas, y ahí están ellos solos, aunque ahora parece que se están poniendo un poco las pilas”, confía.

“Nos tenemos que apañar con 550 euros”

Save the Children “nos está dando una ayuda pero no tengo nada del Gobienro ni de la Junta. No me corresponde nada. Y, claro, el padre de mis hijos está en un ERTE y dejó de ingresar la pensión porque no tenía. Hasta septiembre que quizá abra el resturante donde trabaja pues nos tenemos que apañar con 550 euros”, explica. Para el alquiler de la vivienda, la empresa que gestiona el edificio le ha prorrateado tres mensualidades en un año y medio, según explica. “Yo pago 400 euros entre la casa y la comunidad, y con 150 para la luz, el agua y la comida como que no se puede”, relata.

Ante esta situación de crisis considera que “siempre pagamos los de siempre porque así funciona esto. Siempre es igual. Si te dan algo, es una ayuda para que sobrevivas, nunca te dan nada para que tú subas. También me dedico a cuidar y sacar perros los fines de semana, pero claro, esa parte económica también me lo han quitado porque nadie se va de su casa. En fin, el panorama es el que hay”.

“Es verdad que esta vez le ha cogido un poco a todos, porque se ha puesto malo todo el mundo, no ha cribado, pero la necesidad también es verdad que te hace ir a la calle, trabajar y exponerte. Yo no tengo a nadie que me vaya a comprar ni que me haga las cosas, yo tengo que salir y moverme. De hecho, los sanitarios para los que trabajo, cada uno vive en una casa y me podían haber pegado el virus perfectamente. Yo no puedo ir a trabajar y no tocar nada en esas casas ni a esas niñas. O te expones o no comes, así que prefieres exponerte, y expongo a mis hijos también, aunque ellos no salgan. Pero cuando hay necesidad te tienes que olvidar un poquito de la salud, porque tengo dos niños que dependen de mí”, resume esta madre.

Según explican desde Save the Children, existe una línea de atención psicoterapeútica online para este tipo de familias desde la que se atiende el bienestar emocional de los menores con pautas a sus padres y madres sobre crianza positiva en las condiciones tan extraordinarias como las que supone el confinamiento domiciliario.

Entre algunas familias como las aquí relatadas, según la organización, la posibilidad de teletrabajo es anecdótica, y se registran muchos casos de mujeres que deben seguir trabajando en sectores de la limpieza, o en el de los cuidados como en el caso de esta madre, sin las adecuadas protecciones, causándoles preocupación y estrés por miedo a contagiar a sus propios familiares.

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