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‘Temor creíble’: teatro documental para desvelar el drama de los refugiados LGTBI

Carteles de la obra "Temor creíble"

Alejandro Luque

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Marce Solís lleva muchos años practicando un doble compromiso: con el teatro y con quienes huyen de sus países en busca de una vida mejor. Miembro activo de la Plataforma de Personas Refugiadas de Cáceres, un buen día reparó en el hecho de que su condición de dramaturgo y director podía prestarle un arma para concienciar a la gente. Han pasado varios años y Solís ha logrado poner en escena varias propuestas de este tipo con su compañía, La Resistance. La última de ellas, que ha recalado en La Fundición con el festival FOC, Cultura con Orgullo de Sevilla, lleva por título Temor creíble y gira en torno a una forma de emigración todavía muy desconocida por el gran público: los refugiados LGTBI.

“Cuando empezamos con estos proyectos fue complicado, porque la mayoría de los refugiados africanos con los que trabajábamos tenían problemas con el idioma, de modo que decidimos inclinarnos por el microteatro”, recuerda el director. “Estrenamos una pieza titulada Yo a Ibiza y tú a Lampedusa, un texto en clave de comedia pero que encerraba también una carga crítica. Salió muy bien, a quienes participaron les ayudó a perfeccionar el idioma y hasta a conseguir trabajo, además de representarla por Extremadura, Salamanca y otros muchos lugares. Luego hicimos otra llamada Llegar es esperar, antes de atrevernos con algo más ambicioso como Temor creíble”.

No obstante, Solís descubrió en seguida un problema de trabajar con inmigrantes: el hecho de que no suelen pasar mucho tiempo en el mismo sitio, ya que se mueven allí donde surgen oportunidades de trabajo o tienen parientes o familiares, de modo que el elenco de la obra cambiaba a cada rato. En este nuevo proyecto, Temor creíble, se ha limitado a trabajar con dos actores, uno europeo del Este y otro africano, desde una perspectiva más profesional y en un tono definitivamente más dramático que la anterior, “aunque también hay una parte de cabaré”.

“Es puro teatro documental, basado en hechos reales narrados por sus propios protagonistas”, asevera Solís. Los actores aparecen en cartel solo con sus nombres, Boris, ruso moscovita, y Washington, de familia senegalesa, que sustituye a Washington, un refugiado LGTBI de Ghana que actuó en el estreno pero acabó cediendo su papel. “Todos aparecen sin apellidos, porque a veces su situación no es todo lo legal que sería deseable”, comenta el director.

Duro interrogatorio

El drama que se narra no es otro que el de la ausencia de libertad sexual en muchos países del mundo, donde los gays y lesbianas son marginados, castigados con la cárcel y en ocasiones incluso arriesgan su vida. Pero el montaje no pone tanto el foco en la salida de estas personas de sus duras realidades, como en el proceso al que deben someterse para ser admitidos como refugiados LGTBI. “Sorprende el interrogatorio tan duro que tienen que pasar para conseguir ese estatus. Como es lógico, en la obra hacemos un resumen, pero por ejemplo la entrevista de Borus duró cinco horas. A menudo a las autoridades no les interesa saber qué han sufrido, sino que les demuestren si son o no gays”, apunta Solís.

El título Temor creíble alude a una figura jurídica muy presente en la obra. “Les preguntan si, en caso de volver a su país, podrían ser perseguidos, atacados, etc. O si seguirían estando bajo amenaza si cambiaran de ciudad. Cosas así para constatar que se trata de un miedo real”.

“Hay un momento en que resalto el contraste entre los dos: uno rubio y otro negro, uno más o menos amanerado y otro que no parece suficientemente gay… Pero ambos tienen historias tremendas. Al personaje africano, por ejemplo, es su familia la que le denuncia al sorprenderle besándose con otro chico. Y el público que ve la obra suele quedarse sorprendido, porque se ignora todo de este proceso”.

Bulos de la extrema derecha

La situación de estas personas es más delicada en tanto que muchas no se atreven a confesar su condición sexual, lo que dificulta sobremanera el cómputo de casos por parte de las ONGs. “Los refugiados económicos y políticos están muy bien contabilizados, pero los sexuales son difíciles de registrar. Y si son árabes, ni te cuento”, subraya Solís. “En los campos de refugiados son también objeto de discriminación muy fuerte, por lo que se cuidan mucho de decir que son gays”.

El director, muy satisfecho con el resultado de su trabajo, celebra que los dos actores estén estudiando actualmente arte dramático, soñando con una vida en libertad y con ganarse el pan sobre los escenarios. Pero más importante aún es el mensaje. “Ahora, con los bulos de la extrema derecha, con más razón que nunca hay que llevar historias como esta a los institutos y universidades, donde la mayoría de los jóvenes desconocen estas duras realidades. Les marca mucho lo que les contamos, y cuando les damos datos reales y deshacemos esos bulos, les asombra aún más”.  

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