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Purgar al vecino o las dos caras de Ciudad Real entre 1936 y 1944

El Batallón de Milicias 'Adelante' desfila en Ciudad Real camino de la estación de tren en el verano de 1936.

Carmen Bachiller

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Imaginen una pequeña ciudad de provincias española en 1936. Imaginen a dos amigos, con ideologías distintas, enfrentados por una guerra civil. Sin quererlo. Y sin que el respeto entre ambos se rompiera nunca. Imaginen incluso que uno de ellos intentase por todos los medios posibles avalar al amigo –en el bando de los perdedores– para intentar salvar su vida. Y no conseguirlo.

Esta historia es real. Y seguro que no es la única. No le ponemos nombres ni apellidos, pero forma parte de la vida personal de Juan Carlos Buitrago (Ciudad Real, 1963). Acaba de publicar ‘Purgar al vecino: soberbia, codicia y venganza’ (Almud Ediciones). Un libro en el que analiza la “represión en una capital de provincia durante la guerra civil y la postguerra”. Y se refiere a lo que ocurrió en Ciudad Real entre 1936 y 1944.

No es un libro de ‘bandos’ sino de historias entrelazadas de los vecinos de Ciudad Real. Eran menos de 30.000 en aquella época. Repasa lo ocurrido durante la II República, la Guerra Civil y luego la dictadura franquista. La soberbia, la codicia y la venganza marcaron una época en la que también se produjeron episodios de “solidaridad” entre vecinos de toda la vida que, pese a la enemistad provocada por la guerra, se ayudaron.

Uno de los mayores expertos en este periodo histórico en la provincia de Ciudad Real es el profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha Francisco Alía, autor del prólogo del libro. Lo escribió justo en el momento de aprobarse la ley de memoria democrática. Alía aboga por “intentar superar los traumas del pasado y asentar de forma definitiva el respeto por la libertad y la democracia que tanto sudor y sangre ha costado a los españoles”.

Juan Carlos Buitrago ha apostado por la microhistoria y por un análisis “equidistante y con rigor”. Sin listar detenidos ni contar muertos. Sin tratar de explicar o justificar qué grupo fue el más cruel.

El investigador explica que la elección de Ciudad Real para el estudio no se hizo al azar. “Necesitaba un lugar en el que colocar un teleobjetivo que nos permitiese conocer casi con nombres y apellidos lo que pasó. Esta ciudad pequeña fue el caldo de cultivo perfecto para reconstruir todo el proceso”.

Toda la provincia de Ciudad Real, y en particular la capital, fue una ‘rara avis’ durante la guerra civil. Una de los pocos territorios de España que se mantuvieron desde el principio y hasta el final de la contienda en zona republicana. 

“Quería entender cómo vecinos que convivían fraternalmente, antes del 18 de julio, en una ciudad donde casi nunca pasaba nada y en la que casi todos se conocían, se convirtieron en represores o en víctimas durante la guerra y, al finalizar, invirtieron esos papeles”, explica este licenciado en Historia cuya tesis doctoral se ha convertido ahora en libro.

Ha indagado en cómo se activaron “los mecanismos” para que eso ocurriera. “Ahora lo estamos viendo con la guerra de Ucrania. En España, la impunidad fue la clave. Sencillamente cuando alguien ostenta un poder, el que sea, lo ejerce”.

Habla abiertamente de “represión” tanto republicana como franquista. Con muchos matices porque no se refiere solo a lo físico. Lo aborda con una metodología y enfoques novedosos en tres partes que retratan las consecuencias de “algunos pecados capitales” para hacer entender por qué algunas personas o colectivos hicieron lo que hicieron entre 1936 y 1944 en una ciudad de provincias.

En la primera parte habla de la “soberbia” que subyace en la lucha por el poder local en los primeros años de la República, en los sucesos de la huelga general revolucionaria de 1934 y también en la planificación del golpe de Estado franquista en 1936. “Fue la soberbia o el deseo de sentirse con más derecho que el prójimo a la hora de ejercer el poder”, apunta el investigador.

Después la codicia política, que no económica (o no solo). “Hablo de la codicia, no tanto para atesorar riqueza sino para aniquilar al contrario”, explica el autor. Finalmente, la tercera parte explica “la venganza ‘roja’ o ‘azul’ traducida en cárcel o en poner a alguien ante un pelotón de fusilamiento”. Una de las particularidades que aborda el libro es la delación. “En un lugar pequeño como Ciudad Real hubo incluso delatores profesionales”.

La ‘equiviolencia’ de la Transición “para evitar la espinosa cuestión de reparar la memoria”

El 28 de marzo de 1939 Ciudad Real cayó en manos franquistas. Las tornas de la guerra lo cambiaron todo. Entre las conclusiones del autor está la idea del “golpe de Estado que usó como justificación la falacia de intentar impedir una revolución marxista y que acabó por desatar una larga Guerra Civil”.

Juan Carlos Buitrago incide en el intercambio de papeles entre víctimas y verdugos que en Ciudad Real se presenta nítido, pero critica el “mensaje amigable” que se trasladó en la Transición porque “sugería un reparto de responsabilidades desde la ‘equiviolencia’ con la única pretensión de equiparar cifras y de no ahondar en la espinosa cuestión de la reparación de la memoria”.

Tras realizar el estudio, y con datos objetivos, Buitrago dice “desechar la teoría de la equidistancia oficializada en los primeros gobiernos de nuestra actual democracia”. También lamenta que eso siga vigente en el sistema educativo español para reclamar “un relato científico e interpretativo del pasado que resulte útil en el presente”.

En este aspecto insiste en que la labor del historiador no está en “clarificar cifras” que, dice, “sirven solo para que políticos y periodistas las terminen manipulando y usando, unos contra otros”, sino en “devolver la memoria a quienes nunca tuvieron la oportunidad de ser recordados”.

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