El cierre del único cajero automático de Otos como símbolo de la condena a la despoblación

Los 431 habitantes de Otos se encuentran a la sombra del Benicadell, pero una sombra todavía mayor se cierne sobre esta localidad de la Vall d'Albaida, la despoblación. El último episodio de este ciclo es el cierre del único cajero automático que tenía la localidad el pasado 23 de enero, un cajero que estaba junto al parque infantil, en el centro neurálgico del pueblo.
El Ayuntamiento de Otos ha explicado que, a pesar de las diversas reuniones y gestiones que se han hecho para evitarlo, “finalmente la entidad bancaria ha decidido poner los puros intereses económicos por delante de la responsabilidad cívica y ética de dar servicio a sus clientes”.
Lamenta así que los vecinos del pueblo, “que durante muchos años han depositado su dinero y su confianza en esta entidad bancaria”, muestren su malestar y su decepción ante este hecho que perjudica, sobre todo, a la gente más mayor y a todos aquellos que no tienen los medios necesarios para desplazarse a poblaciones que disponen del servicio de cajero.
Pero Otos es un ejemplo de las localidades de esta zona montañosa, como sus vecinas Carrícola o Beniatjar, todavía más pequeñas, y otras en más comarcas valencianas en el interior.
Desde el consistorio alertan que “estos hechos fomentan las diferencias entre las ciudades y los pueblos y agravan la despoblación rural que tanto de eco mediático tiene últimamente”. Añaden que “los intentos del ayuntamiento de mejorar la calidad de vida del nuestros mayores, de dar oportunidades de trabajo digno a nuestros jóvenes, de fomentar el turismo y la llegada de nuevos pobladores quedan frustrados por el egoísmo de las entidades bancarias”.
Pero lamentan también la “inoperancia” de las administraciones públicas en su día a día: “No resuelven el problema, y tampoco nos proporcionan una buena cobertura de móvil o unas adecuadas conexiones de Internet”. Así que sin dinero en metálico y poca cobertura para los datáfonos, la viabilidad de los negocios locales, del cacareado turismo rural, se resiente.
Concluye el Ayuntamiento de Otos: “A quien nos escuche, pedimos que se ponga manos a la obra para hacer que la gente de los pueblos pequeños podamos vivir en iguales condiciones de dignidad que los de las ciudades. Estamos hartos de ser los guardianes del territorio, de cuidar los campos y los bosques y de recibir, a cambio, un trato de ciudadanos de segunda clase”.
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