Cuidado con la equidistancia
Todos, incluso las víctimas, tenemos que hacer un esfuerzo por no caer en la equidistancia. No. No en todos los temas y en todos los debates pueden confrontar personas y argumentos desde idénticas posiciones de partida. El mantra del respeto a todas las opiniones nunca fue cierto y lo es cada vez menos, en un entorno discursivo de exageraciones, medias verdades o mentiras malintencionadas. La reivindicación constante del diálogo es un empeño loable. Las llamadas a asumir cada uno sus responsabilidades son un buen propósito, pero el marcaje no puede ser el mismo para quienes ejercen cargos públicos que para el resto. Hay que intentar no caer en esa trampa.
Las víctimas de la dana van a merecer el máximo respeto y atención para siempre. Por su puesto, por lo vivido y lo perdido. Y también por el maltrato institucional que están sufriendo. Ante esa realidad, cada palabra que se escribe sobre lo que ocurrió les golpea. Cada rueda de prensa posterior al Pleno del Consell les hiere. Les duelen la entrega de premios de Camarero y las declaraciones de Argüeso. Les remueven los autos de la jueza y los ataques que está sufriendo. Se les hace muy largo el proceso y eternos los meses que han esperado para conocer algunos detalles de la comida del Ventorro. Y pese a todo ello, han vuelto a estar en su sitio. Una vez más han demostrado que la fuerza de su lucha y la dignidad con la que se dirigen están muy por encima de quienes no les atienden.
Es humano esperar y pedir que quien sabe cuente. Pero los familiares de los fallecidos saben y han dejado claro algo que mucha gente, especialmente en las emponzoñadas redes sociales, debería tener en cuenta. Cuando dos personas se sientan alrededor de una mesa cada uno tiene unas circunstancias, unos horarios y unas obligaciones. En manos de la periodista que comió con Carlos Mazón el día 29 no estaban ni están las alertas, ni las emergencias ni el gobierno autonómico.
Villaplana ha tardado mucho en contar parte de lo que muchos quieren conocer. Hubiera sido deseable que fuera antes y de otra manera, incluso más completa. Pero no es ella quien debe explicaciones a los ciudadanos. No es a ella a quien no se le deberían permitir cambios de versiones ni bailes de horarios. A ese lado de la mesa se le puede pedir, por el daño de las familias, que las ayude siendo sincera y explícita. Pero al otro lado se le debe exigir mucho más porque le va en el cargo. No se puede estar sin cobertura y pasar varias horas hablando por teléfono y contestando mensajes. No es creíble salir a las 17.00 de un restaurante que se abandona pasadas las 18.30. Es imposible estar en el Palau de la Generalitat desde primera hora de la tarde si la compañía dice que se compartía sobremesa. No es de recibo tardar dos horas desde el lugar de la comida al Centro de Emergencias, una vez demostrado, como otras cosas, que ese día no hubo problemas de tráfico en esa carretera.
No es creíble salir a las 17.00 de un restaurante que se abandona pasadas las 18.30
Las víctimas son soberanas para seguir pidiendo conocer cada minuto y cada acción de ese día. Y, sobre todo, pueden exigir, a la cabeza de los muchos ciudadanos que también lo gritan, dimisiones por lo que no se hizo ese día y por lo que ha faltado después. Y por la reconstrucción que les explica un miembro del gobierno que está de salida del ejecutivo desde días después de entrar. En breve, se concretará el adiós de Gan Pampols, de encumbrado a arrinconado. Será el único que se marche, quizás porque nunca debió llegar. Cuando toque el relevo, convendría no equivocar dónde se pone el foco. Él no decidió a quién se invitaba a la presentación, como no ha decidido casi nada. El reproche le puede llegar por haber aceptado trabajar así durante todo este tiempo. No por otras decisiones de las que ha sido espectador, de butaca cara, pero espectador.
En las próximas semanas debería pasar mucho, aunque habrá quien trate de que no se note. Y habrá quien las vea pasar. El debate de política general, el 9 d'octubre y el aniversario del 29 son distracciones que mantienen entretenidos a muchos. No tendrían que pasar sin más. Ni deberían servir para ser desproporcionados en la crítica. Cada uno tiene unas obligaciones cuando empieza el día. Equiparar responsabilidades entre desiguales puede llevar a distorsionar responsabilidades entre negligentes.
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