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José Luis Olivas: la caída del delfín que jugó a ser banquero

José Luis Olivas y Eduardo Zaplana.

Moisés Pérez

El régimen popular en el País Valenciano se hunde. Y con él varios de los personajes claves que lo edificaron, auténticos supervivientes que ocuparon puestos de responsabilidad en el gobierno valenciano, en empresas públicas o en sus apéndices como en las asaltadas y desmanteladas cajas de ahorro valencianas.

Entre estos, se encontraba el hombre que fue la sombra del ex president Eduardo Zaplana: José Luis Olivas. Nacido en Motilla del Palancar (Cuenca) en 1952, fue el banquero que puso dos de las tres principales instituciones financieras valencias al servicio de los caprichos del PP. Negocios con empresarios muy próximos a los populares como el que realizó junto a Vicente Cotino, sobrino del ex presidente de las Corts Juan Cotino, que le ha llevado a que el fiscal pida tres años de cárcel para el que fuera ex president de la Generalitat entre los mandatos de Zaplana y Camps. Uno de los primeros golpes judiciales a Olivas, que confirman definitivamente su peregrinaje hacía el ostracismo.

La sombra de Zaplana

Valenciano de adopción, como su gran valedor Zaplana, empezó a trabajar como abogado, aunque el gusanillo de la política le entró pronto de la mano del dueño del despacho: Emilio Attard. Al calor de uno de los personajes claves de la transición valenciana y de la mal llamada Batalla de Valencia se afilió a UCD. Con el partido de Adolfo Suárez consiguió el acta como concejal en Valencia en las primeras elecciones democráticas de 1979. Pero, el desplome de UCD en 1982 le obligó a abandonar la primera línea política. Olivas pasó a trabajar como letrado de la Federación de Hostelería de la patronal valenciana.

Sin embargo, su retiro de la política fue corto. En 1987 volvió, y a lo grande: como número dos en la lista del Ayuntamiento de Valencia por parte de Alianza Popular, el germen político del PP. Un ascenso en su carrera política que fue aún mayor con el primer gobierno de Rita Barberá en Valencia. Olivas ocupó la regidoría de Hacienda y se convirtió en el hombre de confianza de la alcaldesa.

Una progresión meteórica dentro del PP valenciano que le supuso en 1993 ser designado como secretario general del PPCV y mano derecha del entonces líder de la formación, Eduardo Zaplana. Tanto, que Olivas fue el dirigente popular que acompañó o a Zaplana en 1995 a la reunión que mantuvo con los dirigentes de Unión Valenciana, Filiberto Crespo y Vicente González Lizondo, para sellar el conocido como “pacto del pollo”. Un acuerdo de gobierno que permitió a los populares desbancar de la Generalitat a los socialistas y que se convirtió en un abrazo del oso para los regionalistas.

Con Zaplana en el poder, Olivas se convirtió en su fiel escudero. Conseller de Economía y Hacienda desde 1995 a 1999 y vicepresident de 1999 al 2002, la sospecha empezó a perseguirle cuando se reveló la promesa por fax de Olivas al entonces conseller de Sanidad, Joaquín Farnós, de que se facilitaría la recalificación de un solar de este. La inclusión de Olivas a Benicàssim en el proyecto de Castelló Cultural obligaba a modificar el PGOU de la localidad. El cambio supuestamente beneficiaba a Farnós. Tras la revelación, finalmente, no se hizo.

Olivas además tuvo que lidiar con una querella de UGT que le acusaba de dos supuestas contrataciones ilegales. Los dos contratados eran el ex chófer de Zaplana y su mujer, que habían accedido a dos puestos, que según UGT, tenían un requisito de estudios con los que ambos no contaban. La denuncia fue archivada. La misma suerte tuvo con el otro asunto con el que se vio salpicado: el caso Naseiro. El juez Manglano archivó la instrucción que afectaba tanto al delfín como a su padrino político Eduardo Zaplana.

Precisamente, por indicación de su mentor, Olivas como conseller de economía fue el responsable de ley de cajas que acabó inundando sus consejos de políticos y las convirtió en un mero instrumento financiero al servicio del Consell. La ley hecha para desbancar a los entonces presidentes de las cajas que se negaban a financiar la puesta en marcha de la nueva universidad en Elx, aumentó la presencia de cargos políticos en los consejos de las cajas. Al Consell, los organismos locales y los impositores se les otorgaban el 28% de la representación. El asalto estaba consumado.

De banquero del PP a ‘plurimputado’

Su tarea como delfín del comerciante Zaplana tuvo premio. Fue él quien ocupó la presidencia de la Generalitat Valenciana de julio de 2002 hasta junio de 2003 tras la llamada de Aznar a Zaplana para que fuera este Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales. Pero, la confirmación como candidato a la presidencia de la Generalitat Valenciana de Francisco Camps, amenazaba la ascensión de Olivas dentro del PP.

No obstante, Eduardo Zaplana, conocedor de los deseos de Olivas, supo matar tres pájaros de un tiro: poner a un afín en Bancaixa, quitar a Julio de Miguel como presidente debido a que se oponía a inyectar más dinero en el ruinoso parque Tierra Mítica y satisfacer las querencias de su delfín. Anhelo que ya le había manifestado Olivas cuando respondió a la pregunta de Zaplana sobre que le gustaría ser en una reunión entre estos dos personajes más Ripoll y Camps, en la que eligió a su posterior enemigo interno como candidato. Olivas contestó claramente: “Presidente de una institución financiera valenciana”. El deseo de ser banquero era concedido por un Zaplana convertido en el mago de la lámpara.

La gestión de Olivas al mando de Bancaja y del Banco de Valencia, a calificar por cómo han terminado las dos entidades, fue desastrosa. La orgía inmobiliaria, la concesión de préstamos para los negocios de empresarios vinculados al PP y su actitud de financiera de los proyectos ruinosos auspiciados por la Generalitat fueron los pecados que arrastraron a estas dos entidades al infierno. Vicios promovidos por Olivas y otros directivos desde sus despachos.

Una sucesión de errores que culminó en uno mayor: la fusión entre Caja Madrid y Bancaja. Una patada hacía delante por parte de las dos entidades empachadas de ladrillo que junto con otras cajas crearon la posterior rescatada Bankia. Olivas fue vicepresidente de la entidad entre diciembre de 2010 y noviembre de 2011. La intervención del Banco de Valencia por parte del FROB, junto a los recelos del ahora imputado Rodrigo Rato que criticaba la ocultación del agujero en las entidades valencianas, acabó con la carrera financiera de Olivas.

Fruto de aquella gestión que ha enterrado el sistema financiero valenciano, el hombre erigido como sombra de Zaplana hoy se enfrenta a múltiples problemas judiciales. Olivas se encuentra imputado en el caso Bankia y en el caso del Banco de Valencia por falsedad documental, delitos societarios y administración desleal.

Sus gestiones como presidente de Bancaja con el Valencia Club de Fútbol le han supuesto una pesadilla añadida. La denuncia emprendida por el abogado Andrés Sanchis y otros socios del equipo de Mestalla le supuso otra imputación por un supuesto delito societario. Los socios denunciaron que la ampliación de capital se ofrecía primero a los socios y después al público general. Pero, no fue así. Según la denuncia, fue a través de la fundación (cuyo patronato estaba compuesto por los directivos del club) quién adquirió el sobrante de las acciones, en lugar de ofrecerlo al público. Está adquisición, según los denunciantes, se hizo a través de un préstamo de 75 millones de Bancaja cuando Olivas era presidente de la misma.

Escándalos que se suman al último que ha tenido que afrontar y por el que el fiscal ha pedido tres años de cárcel por un presunto delito fiscal y otro de falsedad documental por un pago a Cotino. El empresario, imputado en la causa de la financiación ilegal del PPCV, pagó medio millón de euros desde su empresa Sedesa a Imanol S.L., propiedad de Olivas y su esposa.

Un pago que, según el fiscal, se hizo “con ánimo de defraudar” y “cuya causa y finalidad se desconoce”, ya que para la fiscalía la factura aportada por los implicados era “un documento que aparentaba ser un factura firmada”. Documento realizado por un supuesto trabajo de asesoramiento que, según el fiscal, “no existió”. Por lo que el contabilizar ese pago por parte de Sedesa como deducible es una “liberalidad”. Conclusión por la que la fiscalía pide al juez cárcel para Olivas y Cotino.

Petición que envía al ostracismo de forma definitiva al delfín de Zaplana que quiso jugar a ser banquero y acabó hundiendo gran parte del sistema financiero valenciano. De ser el hombre de Zaplana en la sombra, presidente de la Generalitat y financiero todopoderoso a ser un asiduo en el calvario del juzgado.

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