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Acciones contra la perplejidad climática: ciudades más verdes, reducción de emisiones y regeneración de las costas

Imagen de archivo de un temporal en la costa valenciana.

Laura Martínez

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Las temperaturas superiores a 40 grados que azotan España este fin de semana y el riesgo máximo de incendios son uno de los síntomas del cambio climático a los que, según los expertos, tendremos que acostumbrarnos. La alerta meteorológica llega dos semanas después de las devastadoras inundaciones en centroeuropa y la misma semana en la que se han hecho públicas las conclusiones del Panel Internacional de Expertos de Naciones Unidas sobre este tema, el llamado IPCC.

El informe de los expertos de Naciones Unidas avala la postura científica consolidada en materia del cambio climático: que la acción humana resulta clave en el calentamiento global, que los fenómenos se acentuarán en los próximos años y que es urgente tomar medidas para frenarlo. El sexto panel señala el papel del ser humano en el proceso de calentamiento: “Se constata que los gases de efecto invernadero modifican el balance energético planetario y eso está incentivando la subida de temperaturas en todo el planeta. Ya no hay resquicio para el negacionismo”, apunta Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante.

“Entramos en una nueva fase en el proceso de calentamiento. Si hasta ahora nos preocupaba la subida de temperaturas, lo que nos viene es la modificación de la circulación atmosférica. Los tipos de tiempo diarios están cambiando y algunos de ellos están incentivando la frecuencia de aparición en la península y el litoral español de las situaciones de dana o gota fría, que cada vez son más frecuentes. Esto unido a la mediterraneización del calentamiento, el calor acumulado en el agua, va a provocar fenómenos de precipitación cada vez mas intensos y mas frecuentes”, apunta el también director del Laboratorio de Climatología de dicha Universidad. Los fenómenos meteorológicos como las danas (depresión aislada en niveles altos), que se llevaron varias vidas por el camino y dejaron destrozos millonarios en las comarcas del sur valencianas, o las tormentas con nombre propio se han convertido en un habitual. El episodio de lluvias torrenciales vivido en la comarca de la Vega Baja en septiembre de 2019, el peor temporal en 140 años a este lado del Mediterráneo, llevó a la Unión Europea a autorizar unas ayudas de emergencia que rondaron los 120 millones de euros, entre préstamos y un fondo de emergencias.

Los estudiosos de los efectos del cambio climático apuntan que no es suficiente con implementar medidas que traten de mitigar los efectos a largo plazo: hay que adaptar las ciudades, la vida y la actividad económica a los síntomas y al nuevo contexto. Los mensajes excesivamente alarmistas nos llevan a la perplejidad, compañera de viaje de la inacción, y bloquean las acciones concretas que no deberían esperar a las grandes cumbres climáticas.

Olcina coordina junto al catedrático de Geografía Humana de la Unviersitat de València Joan Romero el mayor estudio sobre procesos, riesgos y políticas contra el cambio climático de la última década: Cambio climático en el Mediterráneo : procesos, riesgos y políticas (Tirant humanidades, 2021). En una entrevista reciente con elDiario.es, el investigador subrayaba que "toda la planificación territorial que se haga ya debe incorporar el cambio climático como un elemento a tener en cuenta" y abogaba por dos grandes paquetes de medidas: las de transición energética y las de adaptación urbanística: zonas verdes en las ciudades, islas de frescor, adaptación de los edificios para aprovechar la luz solar o mejorar su ventilación, además de introducir elementos para la canalización del agua en las zonas inundables. “Todas las ciudades van a tener que cambiar sus sistemas de captación de aguas pluviales; el tipo de lluvia que tenemos está cambiando, hay que redimensionar los sistemas de alcantarillado y crear depósitos”, apunta el catedrático. “El Mediterráneo es una zona sensible y nos esperan varias décadas de subida de temperaturas, perdida de confort climático y de alteración de nuestro clima hacia uno más extremo. Lo que más me preocupa, que es el proceso de fondo, es el calentamiento de las aguas del mar. El agua del Mediterráneo se ha calentado el doble que el aire en la península Ibérica y es un calor de fondo, que tarda el doble en desaparecer que lo que hace el aire”, en caso de reducir las emisiones, apunta.

En la misma línea se manifiesta el ambientólogo Andreu Escrivà, que cree que el problema está tan cerca que resulta complejo de enfocar para el ojo humano. El divulgador aporta ejemplos básicos sobre los efectos tangibles del cambio climático como los cambios de temporada agrícola, las alteraciones en la fermentación de la uva, el adelanto de la vendimia o los cambios en los ciclos migratorios de las aves o los temporales con nombre propio. Escrivà, autor de Y ahora qué hago (Capitán Swing, 2021) un manual para pasar a la acción climática y desterrar el bloqueo o la llamada “ansiedad climática”, señala que hay actuaciones que pueden ponerse en marcha de inmediato para sofocar ciertos efectos y caminar hacia unas ciudades habitables: “Hay que hacer las ciudades más verdes, habilitar refugios climáticos -espacios frescos en los que protegerse de las zonas de calor-, ubicar sombrajes, reducir el tráfico e implementar puntos de agua seguros y gratuitos”. “Las ciudades tienen que ofrecer una solución pública al problema”, subraya. Su fórmula es clara: menos coches, menos asfalto y más zonas verdes.

Los expertos apuntan que sectores económicos fundamentales deben acometer estas mismas transformaciones. Escrivà recuerda el estudio de Maria José Estrela, recogido en el informe antes citado, que pone de relieve que en las cuencas del Júcar y del Turia las precipitaciones han descendido un 25%, lo que indica que habrá que modificar los cultivos para adaptarlos al nuevo contexto y para mantener la calidad de las exportaciones agrícolas. El ambientólogo, en línea con los informes, apunta que el turismo es una actividad de peso en España y que, de aumentar más las temperaturas, puede sufrir una regresión: “Nadie vendrá a estar a 44 grados o a ahogarse en una ciudad”, ironiza.

Los efectos que prevé el informe de cambio climático también se observan en parajes naturales como la Albufera o la Dehesa del Saler, dos espacios protegidos que, además, se utilizan como reclamo turístico. Eulàlia Sanjaume es Catedrática de Geografía Física en la Universitat de València y experta en costas y sedimentología, con participación en numerosos grupos de investigación. Sanjaume reitera que “las conclusiones deben leerse en su contexto” y, antes de llegar al límite que plantea el IPCC, adoptar medidas para frenarlo. “La naturaleza tiene cambios lentos, pero cuando se supera un umbral no se puede volver atrás”, indica la experta, que insta a poner en marcha acciones concretas en la recuperación de las costas.

“Las playas están en la UCI. Hay que ponerle remedio, pero un remedio bien hecho”. Sanjaume lleva años examinando los procesos en las playas valencianas y la influencia de las infraestructuras y se muestra crítica con las fórmulas de recuperación como los espigones o los traslados de arena. En su lugar, aboga por dragar los pantanos, limpiar su agua y transportar los sedimentos a las playas para su regeneración. Esta regeneración, insiste, debe hacerse en la parte sumergida, no solo en la superficie.

La investigadora explica que el mar cada vez erosiona más las playas, un fenómeno que se acentúa con los temporales -como se comprobó en los destrozos en los paseos marítimos el pasado año- y que resulta complejo de resolver en playas de arena fina como en El Saler y la zona sur de Valencia. “Antes la energía de la ola se disipaba, ahora llega directa a la orilla, porque la pendiente es mayor. Hay que empezar a regenerar una playa sumergida. La arena limpia de los pantanos tiene que llevarse al mar”, insiste. Además, se suma como problema la urbanización de las costas en primera línea, que en este paraje natural destruyó las dunas. “La duna es el mejor elemento para mantener la playa estable. Hay que regenerar las dunas, hacer varias alineaciones, para que no desaparezcan con el primer temporal”, indica.

El informe del panel de expertos de Naciones Unidas pone de manifiesto que la acción humana ha sido clave en la contribución al calentamiento global, que acentúa los efectos del cambio climático. Pero sus conclusiones tienen una doble lectura: del mismo modo que la mano humana ha contribuido al problema, puede hacerlo a la respuesta. Los expertos consultados lo tienen claro: frente a la perplejidad, acción.

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