Gaby Collado, bombero forestal en el incendio de Bejís, alerta ante la deficiente gestión forestal: “Los bosques están muy mal”
Gaby Collado (40 años) es ingeniero de Montes y bombero forestal de la Generalitat Valenciana -un cuerpo integrado en la Sociedad Valenciana de Gestión de los Servicios de Emergencias (SGISE)- desde 2009, y es uno de los centenares de efectivos movilizados hace unos días para las tareas de extinción del incendio de Bejís (en la comarca castellonense del Alto Palancia) que ha calcinado alrededor de 20.000 hectáreas en el que es uno de los fuegos más importantes que este verano han arrasado la península. España está sufriendo su peor verano en cuanto a superficie quemada, de las últimas tres décadas -la Comunitat Valenciana está padeciendo sus peores registros, con cerca de 35.000 hectáreas arrasadas por las llamas, desde 2012, cuando fueron cerca de 60.000 con dos incendios devastadores en Andilla y Cortes de Pallás-.
Collado es uno de los cerca de 900 bomberos forestales que hay en la Comunitat Valenciana, un cuerpo dependiente de la Conselleria de Justicia e Interior y que tiene repartidas por todo el territorio valenciano algo más de medio centenar de estaciones, cada una de ellas dotada con cinco o seis agentes, dependiendo de si tienen asignada o no una autobomba (un camión), “aunque la mayoría de las dotaciones están incompletas”, puntualiza. En su caso, está asignado a la base de Estivella aunque su unidad está en Gilet, poblaciones de la comarca valenciana del Camp de Morvedre.
Los bomberos forestales trabajan dos días -con jornadas de diez horas diarias- y descansan dos: “Tenemos dos turnos y creemos que sería necesario añadir un tercero para cubrir más tiempo, ya que hay unas horas por la noche en las que tan solo hay dos parques de guardia en toda la Comunitat Valenciana, así como también se reduce en un tercio el personal disponible entre el 30 de octubre y el 1 de mayo”. Esto, subraya, reduce la capacidad de respuesta si se produce un incendio en los momentos en los que hay menos trabajadores operativos.
Este ingeniero de Montes explica que este año es especialmente problemático en lo que a la cantidad de incendios se refiere, aunque también actúan en rescates, inundaciones, tormentas y colaboran con el Consorcio Provincial en caso de que los bomberos necesiten ayuda. Desde el pasado mes de mayo ha intervenido en cerca de medio centenar de servicios relacionados con incendios forestales: “En agosto, en 25 días hemos tenido 25 servicios (cada vez que salen, es un servicio, aunque corresponda al mismo incendio, como por ejemplo sucedió en el caso de Bejís)”. En este caso, incluso se ha tenido que recurrir a bomberos que estaban de vacaciones o librando y que acudían a trabajar de forma voluntaria, “yo mismo acudí a Calles un día que no me tocaba”. Collado también se sorprendió por la cantidad diferente de profesionales que había trabajando contra las llamas en Bejís: “Había gente de Castilla, de Catalunya, de Aragón, bomberos de Castellón, Valencia y Alicante, agentes forestales, efectivos de la UME... fue alucinante”.
Nada parecido en trece años
En estos trece años asegura que nunca había visto nada como lo que vivió en primera persona en el incendio de Bejís, si bien es cierto que no actuó en los grandes incendios de 2012 en Andilla y Cortes de Pallàs: “Fue un trabajo muy complicado. El problema de este fuego es que fue sobre otro anterior, el de Andilla, de forma que había mucho más combustible -monte bajo- y las llamas se extendieron de una forma muy rápida”. “Eso, unido a los continuos cambios de dirección del viento, la orografía del terreno -con barrancos que hacen más imprevisible la evolución del fuego- y la situación en la que se encuentran los bosques hizo que se dieran las condiciones perfectas para que fuera muy difícil controlar el incendio”, apunta Collado, quien explica que en Castellón se encontraron con un fuego convectivo, “capaz de generar su propio clima y sus propias corrientes”. Así, nos encontramos ante los llamados incendios de sexta generación, incendios muy voraces “que no se pueden combatir”.
El mal estado de conservación de los bosques, con una gestión forestal mejorable, tal y como reconoce el ingeniero de Montes, “la montaña está muy mal”, hacen que las zonas rurales estén repletas de combustible, con el riesgo que eso supone en caso de incendio: “Los bosques están llenos de matorrales y se han perdido las zonas de pasto; la gestión municipal es insuficiente porque los ayuntamientos no tienen dinero para trabajar en la limpieza de los bosques más allá de las subvenciones que se les conceden; y, además, las zonas urbanizadas fuera de tramas urbanas, que se han acabado consolidando, tampoco están cuidadas, lo que provoca que un incendio no se pare cuando llega a zonas de viviendas, sino que encuentre más combustible y continúe arrasándolo todo”.
Con ese caldo de cultivo, las tormentas secas -los investigadores de la Guardia Civil han detectado que cada vez son más los fuegos provocados por causas naturales-, encuentran el contexto adecuado para que se prenda la llama, y el fuego, en lugar de encontrarse obstáculos, halla una autopista por la que seguir avanzando. No obstante, insiste en que, “o las Administraciones ponen de su parte y trabajan en los montes, o vamos a tener más incendios en los que será complicado actuar”.
Garantizar la seguridad de las personas
Lo explicó el presidente de la Generalitat en cada una de sus intervenciones tras las diferentes reuniones del Cecopi (Centro de Coordinación Operativa Integrada) y lo ratifica Collado: “En un incendio, lo primordial es salvar las vidas de quienes puedan verse afectados por el fuego y las nuestras, por supuesto”. Por ello, deben actuar teniendo controladas vías de escape, muchas veces hacia tierra ya quemada: “Y a pesar de ello, en alguna ocasión hemos tenido que salir corriendo porque te sorprende un cambio de viento”.
En el caso de Bejís, más allá de algún susto, como el cambio de viento, y por tanto de las llamas, que sorprendió a unos bomberos del Consorcio Provincial de Castellón o el que obligó al tren que cubría el trayecto València-Zaragoza a parar su marcha y tener que dar la vuelta, no se han tenido que lamentar desgracias personales. Y los daños materiales tampoco han sido muy grandes, “más allá de maquinaria y algún granero”.
Los últimos días, Gaby ha estado realizando tareas de vigilancia de la zona quemada en el Alto Palancia, y asegura que el paisaje es “desolador”. Siente “mucha congoja y tristeza” cuando recorre montes que hace apenas quince días estaban cubiertos de bosques y en los que ya no queda más que tierra quemada “que tardará entre quince y veinte años en recuperarse y poder volver a ver pinos pequeños”.
0