La censura de Mazón
“Els millors li nodriren cos i ànima,
els petits s’ofrenaren tribut múltiple,
els mansos li aproparen la bonança,
els déspotes li esgotaren la paciència,
els valents carregaren amb les penes,
els impacients de sang faltaren a un sagrat manament.
Així despertà, bullent, el volcà del odi“.
Matilde Lloria. València- Almansa. ‘Meditació’, 1960
La Unió de Periodistes Valencians ha visto reducida la miserable subvención de 15.000 euros (21 euros por asociado) al año, que recibía por parte de su Generalitat en los Presupuestos de la vergüenza. Las cuentas que han mangoneado PP y Vox para conseguir que Carlos Mazón sobreviva, de momento, en el cargo del que abominó de facto el 29 de octubre de 2024. En el que sigue ofendiendo a los ciudadanos con actuaciones mendaces y contradictorias. Las que chamarilea a diario, en relación con las riadas que arrasaron decenas de municipios, varias comarcas, más de 70 polígonos industriales, daños personales a más de 600.000 personas. Fueron causa de 228 fallecimientos y dos desapariciones.
Prensa ignota
La bajeza presupuestaria reduce la ayuda a 8.000 euros a la principal asociación de periodistas del País Valenciano y se rebaja en 10 euros por asociado. Lo que le cuesta al presidente una copa de patxaran en El Ventorro. Con la represalia de 7.000 euros contra la entidad que representa a los periodistas valencianos se consuma una ignominia. Propia del personaje y de sus guardias de corps, miembros y capitostes de Vox. Con esta medida, torpe y arbitraria, se constata la valoración zafia y utilitaria que se tiene de la misión periodística entre los estamentos políticos con mando en el Estado español.
Lo vimos recientemente en la conocida Ley Mordaza de 2015 y se sufre en el panorama desmoralizador que ofrece la gravísima situación por la que atraviesan los Medios de Comunicación y la prensa en España. La profesión periodística, que está constituida por las personas que ejercen este oficio, más o menos acreditados por sus titulaciones o por el desempeño de las tareas que las caracterizan vive en precario en España. Más o menos, desde que el general Franco y sus compañeros de asonada se sublevaron en 1936. Aquel trance fue tremendo en represalias y en servilismos. Cuanto más rastreros y más sumisión a la causa dictatorial, mayores eran las prebendas y los ascensos.
Retorcer
Cuando parecía que el nubarrón de las inclemencias represivas se iba a disipar con la Transición a la democracia, los cachorros de la dictadura camuflados en UCD, especialistas algunos de ellos– que aún ejercen– en retorcer el periodismo en propaganda, siguieron con sus métodos coercitivos. Con el PSOE desde 1982 también se comprobó que algunos de sus dirigentes, lógicamente, se habían impregnado de los campamentos estivales de la OJE y después en el SEU. En un momento crítico para el gobierno socialista de Felipe González (el bueno), su subalterno Alfonso Guerra (el malo) llamó a los principales medios de comunicación para amenazarlos con una inspección de Hacienda de la época, si no cejaban en sus posiciones críticas frente al ejecutivo del PSOE. Después se han vivido atentados contra la libertad de prensa y de expresión. Disfrazados de todo tipo de argumentaciones con amenazas y extorsiones variadas.
Dependencia
Las subvenciones a medios y a organizaciones profesionales, disfrazadas de ayudas al servicio de responsabilidad social que ejerce la prensa y los periodistas, se presta a una variada muestra sutil de sevicias, compraventas de favores, privilegios, primicias, represalias sin freno, culto al poder e injusticias inaceptables. No hay ninguna obligación de los poderes públicos para ayudar a la prensa ni a los periodistas. Toda subvención o acuerdo de contraprestación entre el poder y el periodismo conlleva el peligro de degenerar en dependencia. Más si una de las partes tiene visión rastrera de los informadores y de las instrucciones. Consignas que se canalizan por las esferas de gestión en la prensa. En aras a la continuidad y supervivencia de las empresas editoras y periodísticas. El público, afortunadamente, tiene un sexto sentido para percibir qué información o qué línea editorial derrota o pertenece, por diferentes vías, a los múltiples grupos de presión política, económico-empresarial, confesional, sindical o elitista que operan sin ley ni freno en España.
Rematar
Algunos teníamos la ilusión de que ejercicios de despotismo como éste ya no se iban a repetir. Vemos que no. La situación de debilidad deplorable de Carlos Mazón al frente de la Generalitat es patética, Sus reacciones además de imprevisibles, como esta necedad contra la Unió de Periodistes, son peligrosas para la convivencia en la sociedad. Carlos Mazón es cutre, si piensa que el colectivo de periodistas va a cambiar de actitud en el ejercicio de su profesión por siete mil euros. Nicolás Maquiavelo aconsejaba al príncipe: si arremetía contra un enemigo temible, que no dejara malherido al adversario, sino que lo rematara sin posibilidad de recuperación. La Unió de Periodistes Valencians desde que se fundó por la fusión de la extinta Asociación de la Prensa Valenciana y de la Unió de Periodistes del País Valencià, ha vivido modestamente de sus fondos.
Si se reduce, a todos
No se extinguirá por este desplante injustificado. Seguiremos aportando nuestras cuotas como hasta ahora. Únicamente se podrán hacer 7.000 cosas menos en favor de la imagen de la asociación y en favor de los profesionales del periodismo que más lo necesitan. Si el Consell de Carlos Mazón y Vox pretendían acabar con la Unió, lo que tendrían que hacer es eliminar toda subvención. Y no solo para la asociación de periodistas, sino para cualquier entidad o institución: patronales, sindicatos, cofradías del toro de lidia en Madrid, la Real Acadèmia de Cultura Valenciana, las Falles, las Fogueres, las Gaiatas y demás cubículos. Además de las siete mil pedradas arrojadas contra el periodismo valenciano, Carlos Mazón ha de introducir swing y elegancia en su estrategia. Enric Juliana en ‘La Vanguardia’ dice de Mazón que es intuitivo y nada reflexivo. Si hubiera contado hasta cien antes de sisar a la casa de los periodistas la mitad de la subvención, quizás no lo hubiera consumado. Ahora los ofendidos tienen la oportunidad de seguir haciendo su trabajo: opinar e informar como estimen oportuno. De acuerdo con la línea editorial de su medio de comunicación. Cada uno tiene sus querencias y dependencias. Todos ellos con las dificultades a la espalda de su crisis tecnológica y la estricta obligación de subsistir por su gente y por su empresa. Que no se equivoquen: la prensa y los periodistas valencianos si desaparecieran o cedieran ante vilezas como ésta, vendrían otros para enturbiar más el panorama de la comunicación en el País Valenciano. Con las cosas serias no se juega. Menos, por siete mil euros.
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