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La agenda de la política metropolitana valenciana se queda en el cajón

Vista aérea del nuevo cauce del Túria, que parte en dos València y l'Horta Sud.

Laura Martínez

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“Debemos modelar unas ciudades que derroquen murallas mentales y extiendan puentes con todo su entorno”. El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, anunciaba en octubre de 2020 su intención de impulsar una ley autonómica de áreas metropolitanas “porque los desafíos actuales desbordan la escala local”. La pandemia, que se llevó por delante parte de la agenda del Ejecutivo autonómico, parece haber trastabillado el impulso a la agenda metropolitana. 

Desde que el presidente hiciera el anuncio en un seminario de la Cátedra Prospect CV 2030 de la Universitat de València, apenas se han dado avances en la ley. El dirigente autonómico puso en manos del conseller de Política Territorial, Arcadi España, impulsar la norma y la agenda más allá de la integración del transporte. El conseller encargó una serie de informes a la Cátedra Prospect, que presentó varios estudios sobre la configuración de las áreas metropolitanas en Europa y en ciudades españolas como Bilbao, Sevilla o Barcelona el pasado verano.

En una ciudad como València, cercada por el cauce río y con pedanías a la otra orilla, la definición teórica de área metropolitana resulta compleja. En la práctica, el área metropolitana queda definida por la red de transporte público y los flujos de movimiento entre hogares y puestos de trabajo o los centros universitarios. El economista Josep Sorribes defiende la gestión metropolitana como más eficiente en materia de transporte, recogida de residuos, incendios o polígonos industriales y áreas deportivas. “Cuando hay muchos cascos urbanos muy interrelacionados con flujos intensos por motivos de trabajo, estudio, gestiones o recreo (esto es el que se entiende por área metropolitana), el mercado de trabajo y vivienda es metropolitano y no municipal. Además, las redes de servicios (desde el ciclo integral del agua hasta el transporte) tienen evidentes ”indivisibilidades“ y hay que planificarlas y ejecutarlas a escala supramunicipal”, expresa Sorribes en La anomalía metropolitana.

Hasta la fecha, el impulso metropolitano se ha dado en el terreno práctico, centrado la conexión de estos polos. Hace apenas dos semanas se puso en marcha la tarjeta Suma, un título de transporte integrado de metro, bus y cercanías en el entorno de Valencia. La tarjeta, que abarata el transporte casi un 50%, se ha convertido en el título más vendido en una semana.

Más allá de las infraestructuras de transporte público, aparcamientos disuasorios o carriles bici, resulta complejo encontrar ejemplos de gestión metropolitana o supramunicipal. En servicios sociales y vivienda, las políticas siguen la línea de los acuerdos entre la Generalitat Valenciana y los ayuntamientos, las estructuras provinciales y comarcales, pero resulta complejo encontrar ejemplos de alianzas entre municipios en el sentido metropolitano. Tampoco constan en la Generalitat Valenciana alianzas de municipios para presentar proyectos conjuntos a las distintas convocatorias de fondos europeos, con las administraciones atascadas en la relación bidireccional.

El conseller España señaló en una entrevista con este diario su intención de “implicar a todos los agentes: partidos políticos, instituciones y sociedad” para “gestar alianzas” y tejer la red metropolitana. “Una de las experiencias de éxito es que no hay un modelo definido y se necesitan consensos entre alcaldes, partidos, expertos... No es solo una planificación, sino pensar en una administración para los vecinos más allá de los límites administrativos y en una mayor eficiencia en la gestión de los recursos públicos”, indicó el pasado julio. 

Para impulsar la agenda, su departamento trabaja en un foro sobre movilidad para la próxima primavera, un encuentro de expertos para ahondar en las ideas de la gestión metropolitana, buscar modelos de referencia e instar a las administraciones locales a tejer alianzas más allá de sus límites administrativos.

En un informe de sobre los desafíos del transporte público en las ciudades y áreas metropolitanas, el Comité de las Regiones de la Unión Europea constata que “la fragmentación de las funciones urbanas en forma de suburbanización y crecimiento desordenado constituye una amenaza significativa para el desarrollo sostenible de las ciudades y regiones”. Las tendencias, indica, “no solo conducen a la degradación del territorio y la reducción de los espacios agrícolas, verdes y abiertos, sino también a un aumento de los costes externos de la ocupación del territorio y de los desplazamientos asociados a esta, que deben ser soportados principalmente por los entes locales y regionales”. Para la Unión Europea, el impulso metropolitano no es una opción.

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