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El insistente negocio que pretende hacer dinero con el deseo sexual de las mujeres

Publicidad sobre el lanzamiento de Vyleesi.

Aldo Mas

Puede que sea una de las historias de mayor éxito bursátil que se hayan dado en los últimos tiempos. Las acciones de la empresa estadounidense de tecnologías para la salud Palatin experimentaba el pasado 24 de junio un alza del 600%.

Ese día, las acciones de esta compañía subieron de 0,3 dólares por título a 2,21 dólares. Palatin está asociada a la firma farmacéutica Amag, también estadounidense. Ambas han desarrollado un medicamento llamado Vyleesi, destinado a “restaurar el deseo sexual natural” en las mujeres que lo han perdido por falta o ausencia de libido.

Ese medicamento, apodado “Viagra para las mujeres”, recibía ese 24 de junio la luz verde para su comercialización de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FAD por sus siglas inglesas). Esa decisión está detrás del reciente alza de las acciones de Palatin, unos títulos que posteriormente han encontrado un cierto equilibrio alrededor del dólar por acción.

En Amag también están de enhorabuena bursátil. La decisión de la FAD ha roto con doce meses en los que el valor de las acciones de la empresa había caído un 60%. El día en que la FAD dio su luz verde, el valor de las acciones de Amag subió un 3,7%.

Beneficios de 1.000 millones de dólares anuales

Las ventas de Vyleesi podrían significar, según expertos consultados por la agencia Reuters, beneficios por valor de 1.000 millones de dólares (889 millones de euros) al año. Eso, claro está, en caso de que el medicamento en cuestión “trate de modo eficaz y sano la pérdida de deseo sexual en mujeres”. El deseo femenino es, al parecer, un negocio millonario.

No sólo lo es en el supuesto de que Vyleesi sea un éxito. En 2015, la farmacéutica Sprout, que reivindicaba haber traído al mercado a Addyi, la primera “Viagra femenina”, ingresó 1.000 millones de dólares por la venta de ese medicamento a Valeant, otra empresa farmacéutica estadounidense.

Valeant se llama Bausch Health Companies desde el año pasado, después de haber protagonizado varios escándalos que incluyeron investigaciones en sus cuentas y en su sistema de atribución del precio de sus acciones. Para Valeant, Addyi no fue un revulsivo, sino más bien una decepción. Su elevado precio – hasta 426 dólares (unos 378 euros) por 30 comprimidos – sumado a cierta inquietud generada por los posibles efectos adversos del medicamento justifican el poco éxito de la primera “Viagra para la mujer”.

La venta de Vyleesi está prevista que comience en Estados Unidos el próximo mes de septiembre. A Europa se da por hecho que debería llegar “pronto”, según informaba recientemente el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. A eldiario.es señalan fuentes de la Agencia Europea del Medicamento que el Bremelanotide – el principio activo de Vyleesi – “no está actualmente bajo evaluación del Comité de Medicamentos de Uso Humano”.

No son pocos los que dan a entender que este nuevo medicamento no será un éxito rotundo. De hecho, el medicamento desarrollado por Amag y Palatin está recibiendo los mismos reproches que en su día tuviera que afrontar quienes defendían la conveniencia del consumo de Addyi.

“El bajo deseo sexual es un tema muy, muy, muy complicado y los científicos ni siquiera han detectado todos los caminos que llevan al deseo sexual”, escribía hace unos días Bruce Y. Lee en la revista económica estadounidense Forbes. “Esto se debe en parte a que el deseo sexual implica al 'gran' cerebro que está en nuestra cabeza y no sólo el 'pequeño' cerebro que se encuentra mucho más abajo. Y el 'gran' cerebro es algo realmente complejo”, señalaba Lee, aludiendo, respectivamente, a la influencia de la materia gris y de los genitales en el despertar del deseo sexual.

La Viagra masculina funciona gracias a un efecto vasodilatador que produce casi mecánicamente la erección en los hombres. Por otra parte, tanto Addyi como Vyleesi actúan sobre regiones del cerebro de las mujeres donde se producen hormonas asociadas al deseo sexual. “Medicamentos como Viagra y Addyi son muy diferentes porque Viagra no tiene ningún efecto sobre la libido. Viagra actúa donde hay un problema físico. El ejemplo paralelo para las mujeres sería el uso de lubricante”, dice a eldiario.es Adriane Fugh-Berman, profesora del Centro Médico de la prestigiosa Universidad de Georgetown, en Estados Unidos. “Por su parte, Addyi o Vyleesi incrementan la dopamina de quien la consume”, añade Fugh-Berman.

¿Un trastorno inventado por la industria farmacéutica?

En Europa, la edición dominical del Frankfurter Allgemeine Zeitung ha presentado un artículo en clave crítica con este supuesto medicamento. “Vyleesi se ha aprobado en Estados Unidos, las mujeres europeas pronto también serán capaces de disfrutar de este placer cuestionable”, se leía en el influyente dominical alemán. En dicho artículo se citaba a varios expertos que, como el psiquiatra Tillmann Krüger, ponían en entredicho que una inyección de Vyleesi – así se aplica 45 minutos antes del sexo el medicamento de Amag y Palatin – pueda servir para tratar la ausencia de deseo sexual. “Uno puede no tener deseo sexual y estar perfectamente saludable”, según Tillman.

Entender la falta deseo sexual como una enfermedad es un debate que aún no está resuelto. Medicamentos como Vyleesi o Addyi pretenden ayudar contra lo que se ha venido a llamar “Trastorno de deseo sexual hipoactivo” (HSDD por sus siglas inglesas). Sin embargo, en publicaciones de prestigio como la British Medical Journal hay expertos que cuestionan que el HSDD sea de verdad una enfermedad. Fugh-Berman es uno de ellos.

“Este trastorno fue creado por empresas farmacéuticas. Primero se llamó disfunción sexual femenina pero luego se le puso el nombre de HSDD. Son cosas que fueron creadas por las farmacéuticas para poder así crear un medicamento para la falta de libido”, señala Fugh-Berman a este periódico. “Por supuesto. Uno puede estar perfectamente sano y tener poca libido. Pero ¿Qué es poco deseo sexual? Esto es algo que lo define la sociedad y que cambia en el tiempo”, abunda.

También en Estados Unidos está volviendo a ganar fuerza la crítica a las “Viagras femeninas” de Leonore Tiefer, una sexóloga y activista que lleva desde 1999 luchando en contra de este tipo de medicamentos. Ella los considera resultado de una voluntad que busca la “medicalización del sexo”. Para Tiefer, en su día directora de la clínica para sexo y género del Centro Médico Montefiore de Nueva York las empresas farmacéuticas están yendo más allá de donde les compete.

“Quieren que se aplique el modelo de la reparación de coches: 'Hola doctor, tengo este carburador roto en mi coche. ¿Me lo podría cambiar sin hablarme'?”, ha señalado Tiefer en unas declaraciones recogidas por la página web de noticias estadounidense especializada en salud STAT.

En Europa también han sonado voces escépticas sobre la eficacia de Vyleesi. Al dominical del Frankfurter Allgemeine Zeitung hablaba de forma crítica contra este medicamento Michael Berner, psiquiatra y miembro de la Sociedad para la Psiquiatría, Psicoterapia y Neurología. “Es casi algo brutal, traer al mercado algo así”, ha dicho Berner sobre Vyleesi. Él también parece dudar sobre la conveniencia de combatir la falta de deseo sexual con hormonas, que lo que en última instancia hace este medicamento.

Tratamientos con dopamina

“Sabemos, por los tratamientos contra la enfermedad de Parkinson que incrementan la dopamina, que las personas que los toman pueden tener comportamientos que les hacen cometer excesos a la hora de comprar o apostar e incluso pueden tener comportamientos sexuales inapropiados. Tener demasiada dopamina no es algo necesariamente bueno”, explica Fugh-Berman.

Ella alerta de que “es importante en este debate separar a la gente que está pagada por las empresas farmacéuticas de la que no lo está. Cuando lo haces, está claro que las personas que no están siendo pagadas por esas empresas son muy escépticas con estos diagnósticos y con estos medicamentos”. En la FDA, de momento, aceptan que “hay mujeres que, sin motivo, tienen un reducido deseo sexual, lo que lleva a un fuerte presión psicológica”.

A falta de que se resuelva de una vez por todas el debate sobre el HSDD, empresas como las ahora responsables de Vyleesi quieren hacer negocio.

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