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El libro aquel que compré en 'Lagun', faro de crítica y libertad

Acto de homenaje a la librería 'Lagun' por sus 50 años de existencia,

Aitor Guenaga

Comprar un libro en 'Lagun' siempre ha tenido un significado transgresor. Cuando los espacios de libertad se contaban con los dedos de una mano en la Donostia del franquismo, lo fue. Pero sobre todo, adquirir cualquier novela o ensayo en 'Lagun', librería situada durante décadas en el corazón de lo viejo de la capital guipuzcoana, era coger un testigo intergeneracional que pasaba de mano en mano contra el autoritarismo. Un autoritarismo que, con el devenir de los años y ya en democracia, fue cambiando de rostro, pero mostrando el mismo poso totalitario en el que tuvo que hacerse un hueco 'Lagun' en 1968.

La idea de bautizar la librería con el nombre de 'Lagun' (amigo, en castellano) llegó de la mano del lingüista Michelena. María Teresa buscaba una palabra en euskera, pero que fuera a la vez fácil de pronunciar en castellano. “Michelena nos indicó que 'lagun' es exactamente 'tovarich' (en ruso), más que amigo, más matizadamente que 'compañero' o 'camarada'”, según relataba el propio Recalde en sus memorias 'Fe de vida'. Y aquello satisfacía las “querencias revolucionarias” de todos aquellos 'rojos' y 'felipes' que se arracimaban en torno a la librería. Por todo ello, y por muchas razones más, había que conmemorar sus 50 años.  

Y esta tarde-noche se ha celebrado en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián un acto de homenaje en el que se han dado cita escritores, políticos, artistas, antifascistas de todo cuño, motivación y sesgo ideológico, republicanos y lectores y lectoras con un mismo objetivo: saludar el trabajo de Ignacio Latierro y de la ya fallecida María Teresa Castells, fundadores de la librería, y poner en valor su compromiso con la libertad a los 50 años de la apertura de 'Lagun'. Además, el Gobierno español les ha concedido la Placa de Honor de la Orden Civil de Alfonso X El Sabio. Todo con la idea de rememorar el trabajo de esta librería en favor de la “cultura, el pensamiento crítico y la libertad”.

Hasta 50 personas, justo las velas que sopla este año 'Lagun', han participado en el acto de homenaje a través de un relato múltiple basado en la idea: 'El libro aquel que compré en Lagun', memoria personal e intransferible de todos ellos que, sin embargo, han querido convertir en humus colectivo en un acto con calor humano. Una reunión de viejos luchadores. Y luchadoras renovadas. La idea salió de la cabeza del director de escena y productor, Fernando Bernués, que ha estado apoyado por un equipo artístico formado por Ruth Pérez de Anucita (Guión), Ikerne Giménez (Escenografía), Iñaki Salvador (Música), Xabier Lozano (Iluminación), Mikel Fernández Krutzaga (Sonido) y Nagore Plazaola (Producción). 

Si José Ramón Recalde siguiera vivo, igual que cuando sorteó la trayectoria mortal de la bala de un terrorista de ETA que pretendía acabar con su vida en septiembre de 2000 -año de plomo en Euskadi tras la tregua de Lizarra- ¿qué libro hubiera elegido esta noche para rememorar estos 50 años? Probablemente, el esposo de María Teresa y padre de sus cuatro hijos, habría escogido cualquiera de los ensayos de Savater, a quien Recalde describió como una persona cruzada de este a oeste y de norte a sur por “tres virtudes: verdad, valor y bondad, que describen el espíritu de la nobleza”. O tal vez 'La infancia recuperada', del mismo autor, “un libro sobre libros: un libro sobre el amor a los libros y sobre la fuerza absorta de leer”, como glosaba en su día el agitador de almas Savater, presente este jueves en el acto. El filósofo e intelectual se ha decantado por La ruta del aventurero, de Pio Baroja. 

Además del diputado general de Gipuzkoa, Markel Olano, y del diputado de Cultura, Denis Itxaso -que entregó a los homenajeados la 'makila' como símbolo de resistencia, compromiso con la cultura y espacio de libertad-, han acudido el ministro de Cultura, Iñigo Méndez de Vigo -que ha hecho entrega de la placa en nombre del Gobierno español- la presidenta del Parlamento, Barkartxo Tejeria, el alcalde de San Sebastián, Eneko Goia, el consejero de Cultura, Bingen Zupiria, y la presidenta de las Juntas Generales de Gipuzkoa, Eider Mendoza, entre otros.

Mucho antes de que el teatro Victoria Eugenia cerrara sus puertas tras el homenaje, durante la mañana de este jueves, Ignacio Latierro ya había pasado por la librería, ahora situada en la calle Urdaneta. La que ya no está para contarlo es María Teresa Castells. Falleció el pasado mes de septiembre, a los 82 años. En su nombre, estaba su hija, Elena Recalde Castells. Pero María Teresa ya dejó por escrito su alegato libertario en forma de carta abierta, publicada el 28 de diciembre de 1996, después de que la librería se convirtiera en la diana preferida de los 'camisas negras' que pretendían liberar Euskadi a golpe de 9 milímetros parabellum, amonal y cócteles mólotov. “Desde su comienzo”, escribió, “la empresa ha tenido un proyecto vocacional: su actividad ha estado directamente ligada, como he dicho, a la libertad de imprenta. Ha sufrido, por ello, en la época de Franco, multas y agresiones. Muchos guipuzcoanos recordarán la actividad clandestina que se desarrolló en esos años negros, tan distintos, ¿o no tan distintos?, de estos otros años, también para mí negros. Conocerán la trastienda de los libros prohibidos, tan odiada por los censores de aquella época”, apuntaba María Teresa, para pasar luego a hablar de los fascistas e intolerantes de nuevo cuño.

Y seguía explicando el particular 'vía crucis' que de nuevo la intolerancia les hacía pasar. “Con frecuencia, últimamente con insistente frecuencia (y con total impunidad y olvido por parte de quienes deben velar por nuestras vidas y propiedades), mi librería está siendo objeto de atentados -mas de veinte, seguramente, sólo en este año-, los más graves de ellos consistentes en la rotura de los cristales de los escaparates y en el muy importante daño causado a los libros que se exhibían en su interior, al rociarlos con pintura”, escribió María Teresa.

50 años comprando libros para la libertad

Los que sí han estado para contarlo -y han accedido a resumir para eldiarionorte.es lo que evoca y significa Lagun para ellos- han sido personas como Fernando Golvano, Lurdes Auzmendi, Alberto Surio, Felipe Juaristi o Nicolás de Miguel.

Fernando Golvano. “Estamos convocados aquí muchas personas para reconocer la trayectoria de una excepcional librería, 'Lagun', para reconocer su coraje democrático desplegado en su trayectoria y en su resistencia a las ominosas amenazas del franquismo, la extrema derecha y ETA”. Golvano ha elegido el libro Ventana al caos, (Cornelius Castoriadis), donde “indaga en la relación del escritor y la democracia, en la potencia catártica de la creación literaria y artística, y en la función de la crítica. Buscando esto he acudido muchas veces a 'Lagun'”, rememoraba.

Lurdes Auzmendi. “Es un homenaje merecido por el trabajo que ha hecho, por la dignidad que ha tenido y por la resistencia que ha mostrado 'Lagun' a lo largo de estos 50 años”. “He elegido el libro titulado Agatha en Estambul por su título pero sobre todo por la escritora, Cristina Fernández. ”Un día de San Sebastián, al comienzo de la década de los 90, fuimos a ver la bajada de la bandera y nos encontramos en la entrada de la librería 'Lagun'. Hablamos con María Teresa sobre las amenazas, los ataques, etc que sufrían en la librería. Y más tarde, hablaba con ella sobre los libros de Cristina Fernández“. 

Alberto Surio. Ha escogido Los Mares del Sur  (Manuel Vázquez Montalbán). Para él, “'Lagun' fue también la crónica sentimental de la Transición, siguiendo con Vázquez Montalbán y sus obras, una transición a la que, con 14 años en 1977, nos asomábamos ingenuos, curiosos, inquietos. Vivíamos, ciertamente, años de horror en los que decir públicamente lo que se pensaba no era un deporte favorito. Era, más bien, un deporte de alto riesgo”. Para Surio, la librería ha sido un “símbolo moral” frente a la sinrazón, pero en su fuero interno significa “sobre todo un refugio personal e intransferible”. De ahí, que una noche se convirtiera en bombero junto a a sus amigos: 

“Años más adelante, un sábado de cervezas con los amigos en los arkupes de la plaza de la Constitución recuerdo el ataque con cócteles mólotov del que fui testigo casi directo:  los libros ardiendo en una pira frente al escaparate roto. Junto a otros, llevamos baldes de agua y extintores para intentar apagar las llamas antes de que vinieran los bomberos y los ertzainas. 'La noche de los cristales rotos', llegué a escribir indignado, triste y avergonzado. No era Pepe Carvalho el que quemaba precisamente su biblioteca en la chimenea, sino unos encapuchados fanáticos que jamás habían leído un libro suyo.

Felipe Juaristi. Lo ha dicho en euskera y como mejor le salen las palabras, en verso. Aunque ha improvisado una traducción libre para este diario.

Como llegan los personajes de El Astillero a las ciudades,

así llegaba a la librería,

cuando estaba bajo los arcos la Plaza de la Constitución.

Era un territorio nuevo, que cambiaba continuamente,

pero sin modificarse en su ambiente.

Lloviera o castigara el sol,

nevara o se levantara el viento

desde el mar hacia la tierra,

allí, entre libros, la paz era inmediata:

Onetti o Canetti, Faulkner o Hemingway,

Aresti o Lizardi, Platón o Aristóteles,

Virginia Woolf o el Merimée de Carmen.

Marx y Lenin, Celaya y Otero;

poesía con prosa, prosa con filosofía:

barcos junto a carrozas, autos, aviones.

El mundo lo tomábamos con las manos, con los ojos, con la mente;

el mundo, tan cercano, y tan lejano,

el mundo resumido en un libro,

el mundo leído con todas las letras.

Recuerdo cuando salí con El Astillero en la mano.

Supe que afuera existía otra ciudad,

más inteligible, más fácil, más cómoda.

Todo se ve diferente sin nubes,

con lentes todo aparece a la superficie.

Como se pierden los personajes de Onetti en las ciudades,

así me perdía yo en las calles vacías.

Maite Pagazaurtundua. Ha elegido el libro La luna y las hogueras, de Cesare Pavese. “Elegí este libro porque descubrí a Pavese, Ginnzburg y a Ungaretti en la librería 'Lagun'”, rememora 'Pagaza'. “Gracias a Xabier Lete que, en lugar de alejarse de los perseguidos por ETA, se dedicaba a venir a la librería desde Urnieta en tren, pese a su mala salud, para charlar de libros con Ignacio Latierro y conmigo”.

Nicolás de Miguel. Ha rememorado en Facebook cuando a primeros de los años 80 entró en la librería 'Lagun' para comprar un par de libros. “Una Historia de Inglaterra, tostón de texto del que no recuerdo el autor. Y una joyita que guardo algo ajada ya: Vidas Imaginarias, de M. Schwob. Hoy, no ya en la plaza Constitución, en la calle Urdaneta, lo he vuelto a adquirir. También en bolsillo. Queda mucho, más de lo que creía, de aquel joven republicano sin nostalgias de primera o segundas, de la de los espíritus libres con la que soñara mi padre. Ese joven progresista anónimo para el que entrar en Lagun era como un rito, un rito no exento de riesgos que, por otra parte siempre merecieron la pena correr”.

“Larga vida, Librería”. 

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