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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“Primero le humilló y después hizo lo que quiso con él”, afirma el psiquiatra que trató al denunciante de abusos en un colegio del Opus

El profesor acusado, José María Martínez Sanz, sentado en el banquillo

Iker Rioja Andueza

Durante más de dos horas, el psiquiatra del joven que denunció haber sufrido abusos sexuales hace una década en el colegio Gaztelueta de Leioa, masculino y vinculado al Opus Dei, ha descrito la cárcel en que se convirtió la vida del entonces adolescente –con secuelas que siguen hasta hoy- como consecuencia de la situación de “sometimiento” que vivió cuando el profesor al que acusa como responsable de los hechos, José María Martínez Sanz, fue su preceptor o tutor durante dos años. “Hay una clara estrategia. Primero se le humilla y después puede hacerse con él lo que se quiera. Así funcionan todas las torturas. Es un muchacho durante dos años sometido a la llamada de su autoridad [el profesor] para que vaya al despacho para la realización de prácticas sexuales”, ha declarado el doctor Iñaki Viar, experto en otros casos de ‘bullying’, abusos sexuales o incluso terrorismo, en la cuarta sesión del juicio del denominado ‘caso Gaztelueta’, que se celebra en la Audiencia Provincial de Bizkaia.

Viar, en su relato, ha sido más específico: “Chema le cayó de maravilla de entrada […]. Era su tutor. Le debía obediencia. Era una imagen de horror invencible, porque por su edad [12 y 13 años cuando se produjeron los hechos] no podía hacer la mínima resistencia. Era un muchacho aplastado. Estaba reducido a un objeto del goce del otro, pasó a no tener consideración humana”. También ha valorado que en dos años de tutorías los encuentros entre el acusado y su antiguo alumno se prolongaron durante “cientos de horas” y hasta “tres o cuatro veces” por semana en sesiones de “cerca de una hora”.

Y, tras esas sesiones, los compañeros de clase se “burlaban” del joven, algo que, según Viar, se debe a la “desvalorización” de la víctima realizada por su tutor. “Los muchachos le burlan y se da el paso de estar más o menos feliz y ser titular en el equipo de fútbol a convertirse su vida en un infierno, solitario y aterrorizado”, ha relatado el psiquiatra. Aún ahora, una década después, la víctima presenta problemas de vida social, aunque el traslado de la residencia familiar de Bilbao a Haro supuso una cierta mejoría. Sólo en 2018 ha podido iniciar la Universidad.

En la misma línea, la psicóloga del joven, Araceli Medrano,  ha indicado que el profesor “para enmascarar” los abusos que “hacía en la intimidad” le “ridiculizaba en clase delante de los demás”. “Es muy importante: la misma persona que abusa de él usa la estrategia de ridiculizarle y aislarle”, ha abundado.

En la sesión de este martes, Viar, otra psiquiatra, Eva Sesma, y la psicóloga Medrano han rechazado con contundencia la teoría de la defensa del acusado, que sostiene que el relato de la víctima no es cierto y está plagado de inconsistencias. Los tres profesionales han coincidido en que el joven fue contando los hechos poco a poco, a su ritmo, pagando un gran precio a nivel psicológico. Y han rechazado también que ellos o su familia le indujeran a culpar a Martínez Sanz. “Cuando se callaba, me hacía suponer que había ocurrido más. Pero yo no le preguntaba. Hay que tener exquisito cuidado con las víctimas. Era como un edificio que ha recibido un terremoto”, ha indicado Viar, que ha señalado que “de entrada sólo cuenta los tocamientos”, incluso con términos infantiles, y que sólo al final, después de muchos años de terapia, reveló abusos más graves e incluso una penetración –y sin verbalizarla, por escrito-.

De hecho, Viar ha indicado que el joven vivió con su trauma durante dos años largos y que la crisis sólo se desató cuando, una vez abandonado Gaztelueta, excompañeros le amenazaron –incluso de muerte- tanto por redes sociales como físicamente en la calle. La víctima verbalizó primero el acoso escolar y más tarde fue refiriendo los abusos sexuales. La “culpa” y la “vergüenza” han condicionado todo el proceso, según el experto, que ha rebajado a “circunstanciales” los posibles errores o imprecisiones en el relato. Sin embargo, la Fiscalía –que formalmente todavía reclama tres años de cárcel para el docente- lleva desde el primer día de juicio insistiendo en que el menor ahora mayor de edad no contó desde un inicio los hechos en toda su extensión y gravedad.

Ni siquiera la psiquiatra contratada por la defensa de Martínez Sanz, María José Martínez, ha podido garantizar categóricamente que la denuncia sea una mentira. Eso sí, defiende como “hipótesis” que los hechos relatados por la víctima sean “falsos recuerdos que se han podido ir enriqueciendo con el paso del tiempo”. Ha aludido a “declaraciones inexactas y contradictorias” en las distintas instancias por las que ha pasado el caso. “La panorámica va ‘in crescendo’ y con contradicciones. Es un caso muy complicado”, ha indicado la profesional navarra. De los cuatro comparecientes, la única experta que cuestiona la veracidad de los abusos sexuales es igualmente la única que no ha tratado al denunciante. La defensa del acusado, ejercida por el letrado Eduardo Ruiz de Erenchun, argumenta que es una manera de no “revictimizar” al joven y obligarle a volver a contar su historia.

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