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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

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Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿Castigaron los vascos a Bildu por su gestión en el gobierno local?

José Fernández-Albertos

Una de las incógnitas que despejó la noche electoral del pasado día 21 es que la posibilidad de que Bildu disputara la hegemonía al PNV en la Comunidad Autónoma Vasca no era muy realista. Puesto que los resultados de Bildu fueron particularmente decepcionantes en aquellos lugares donde la coalición abertzale gobernaba desde 2011 (en Guipúzcoa, donde Bildu es hegemónica, el PNV logró empatarle a escaños), muchos nos aprestamos en ese momento a concluir que lo que había ocurrido era que los votantes vascos habían castigado la gestión de gobierno local de la izquierda abertzale.

Un primer análisis de los datos parece no dejar lugar a duda: si nos fijamos en los 35 municipios vascos de más de 10000 habitantes, Bildu logró aumentar su número de votos en un 74% de los municipios que no gobierna, pero perdió votos en un 75% de los municipios que gobierna. Como muestra el gráfico 1, estas pérdidas en municipios gobernados por Bildu fueron además de mayor magnitud que las ganancias en los municipios en los que estaba en la oposición, y el gran beneficiario de ellas fue, como cabría suponer, el PNV, que logró aumentar sus apoyos en más de diez puntos porcentuales de media en las localidades gobernadas por la izquierda abertzale.

¿Es posible concluir que, dado que Bildu perdió más votos donde gobierna desde 2011 que donde no lo hace, los votantes castigaron su gestión municipal? No.

El problema es que, aunque parezca una obviedad, Bildu gobierna en aquellos sitios donde tuvo más votos en 2011. Basta con que parte del éxito de los resultados de Bildu se debiera a factores “coyunturales” de la elección en cada municipio (buenos candidatos, competidores peores, ganas de votar y avalar a la izquierda abertzale en la primera elección en la que compite después de la ley de partidos, o simple suerte), para esperar que la coalición perdiera más votos donde más exitosa fue. Dado que esos factores coyunturales no se repetirán en la misma forma en la siguiente elección, los resultados “anormalmente altos” obtenidos en 2011 tenderán a corregirse “hacia abajo”, y los resultados “anormalmente bajos” tenderán a corregirse “hacia arriba”. Tras un día de lluvia es más probable que el tiempo mejore que que empeore aún más, pero no por ello atribuimos un efecto causal a la lluvia del mejor tiempo que vendrá después. Este fenómeno, conocido en estadística como “regresión a la media”, podría ser por tanto lo que explique la correlación negativa entre el nivel apoyo a Bildu en 2011 y el deterioro relativo de su voto en 2012.

¿Cómo podemos entonces tratar de medir el efecto de gobernar una alcadía en el cambio de voto a Bildu, si la estrategia de comparar en bruto los resultados en municipios gobernados o no por Bildu no es válida? Una posibilidad es explotar el hecho de que la relación entre apoyo electoral y obtención del gobierno local no es perfectamente lineal. Dicho de otra forma, el poder local de un partido no aumenta de forma constante por cada voto que obtiene ese partido en el municipio. Aumenta de manera muy brusca cuando ese partido logra ser el ganador de la elección, lo que suele traducirse en poder ocupar la alcaldía de la localidad. Esto es particularmente cierto en el caso vasco de 2011, puesto que el PNV decidió, como norma general, dejar gobernar a Bildu si ésta era la fuerza política más votada. Fue gracias a esta política que Juan Karlos Izagirre se convirtió en el primer alcalde abertzale de San Sebastián.

La estrategia por tanto que proponemos para intentar dilucidar si hubo un efecto de la acción de gobierno en la evolución del voto de Bildu es simple: ¿se produce un cambio importante en la evolución del voto a Bildu en el momento en el que Bildu logra ser el primer partido del municipio (y por tanto, acceder a la alcaldía)? Si, más allá de la “regresión a la media” mostrada más arriba, la gestión local de Bildu mejorara o dañara el voto a Bildu en 2012, deberíamos esperar que la relación entre voto a Bildu en 2011 y evolución del voto entre 2011 y 2012 fuera como muestra el gráfico 2.

Por el motivo de “regresión a la media” mencionado anteriormente, a más voto a Bildu en 2011, mayor debería ser la pérdida en 2012. Pero si el efecto de estar en el gobierno tuviese un efecto adicional, deberíamos esperar que, en el momento en el que Bildu lograra ser el primer partido (la línea de puntos en el gráfico) la recta “diera un salto” (hacia arriba si el efecto de tener la alcaldía es positivo, hacia abajo si fuera negativo) antes de continuar bajando. Mirando lo que realmente pasó el pasado 21 de Octubre en el País Vasco (Gráfico 3), vemos que ninguna de estas dos hipótesis parece cumplirse. Aunque sí parece ser que el deterioro del apoyo a Bildu se acelera cuanto mayor fue el apoyo a la coalición en 2011, no parece que haya un “salto” hacia mejores o peores resultados en el momento en el que Bildu logra convertirse en el primer partido.

Para ahondar en el análisis, podemos hacer un “zoom” al centro de este gráfico y fijarnos en todos aquellos municipios vascos (ahora sin restricción de tamaño, para aumentar el número de observaciones) en los que a) Bildu fuera una de las dos principales fuerzas políticas, y b) la diferencia entre Bildu y el principal rival fuera menor de 5 puntos porcentuales (se ha excluido del análisis el municipio de Elgeta, donde el competidor a Bildu y que acabó obteniendo la alcaldía era Aralar, que se acabó incorporando a Bildu en 2012; la inclusión de Elgeta en cualquier caso no altera los resultados).

Dentro de este grupo de municipios altamente competitivos, donde Bildu estaba en la práctica empatado con su principal competidor, podemos comparar aquellos en los que por un puñado de votos Bildu acabó teniendo la alcaldía, con aquellos en los que por otro puñado se quedó sin ella. Dado que el nivel medio de apoyo electoral a Bildu en los dos grupos es prácticamente el mismo, si observamos una diferencia en los resultados en 2011 entre un grupo y otro, sólo lo podemos atribuir al hecho de que Bildu por esa mínima diferencia de votos controlara o no el consistorio.

El gráfico 4 corrobora la conclusión anterior: no parece que haya ningún efecto causal de la presencia de Bildu en el gobierno del municipio. La evolución media del voto a Bildu es extraordinariamente similar en los dos grupos de localidades. De hecho, tanto la media de la evolución del porcentaje de voto como el número de votos obtenidos en 2012 en proporción a los obtenidos en 2011 es ligeramente superior en los municipios en los que Bildu logró el control del consistorio. En cualquier caso, estas diferencias son extraordinariamente pequeñas y no son en absoluto estadísticamente significativas.

Resumiendo, aunque se pueda constatar que Bildu ha perdido proporcionalmente más apoyos en aquellos lugares donde más exitosa fue la coalición en las elecciones municipales de 2011, la revisión de la evidencia aquí mostrada no permite avalar la tesis de que el control del gobierno local por parte de Bildu haya sido el responsable de este resultado.

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