Trasplantados y deportistas: “Puedes verme y creer que soy un deportista normal”
Durante esta semana paseaban por Málaga niños y mayores, mujeres y hombres, con una camiseta distintiva que los unía en su diferencia. Eran algo así como un club de las segundas oportunidades. La ciudad acoge hasta el domingo la vigesimoprimera edición de los Juegos Mundiales de Trasplantados, por los que han pasado más de 2.000 participantes. Cada uno con su particular historia de vida; cada uno con un momento en el que recibieron una nueva oportunidad gracias a la generosidad de un donante anónimo.
Practican su deporte de forma natural, sin cortapisas. Atletismo, ciclismo, natación, tenis, pádel… “Puedes verme y creer que soy un deportista normal”, dice un niño en la promoción de los juegos. Eldiario.es/Andalucía ha hablado con tres deportistas trasplantados, uno de ellos hasta en tres ocasiones.
El hombre de los cuatro corazones
El hombre de los cuatro corazones“Tres. Tres trasplantes. Y cuatro corazones diferentes”, puntualiza Juan Vicente del Álamo. Es el hombre de los cuatro corazones. Tantos que ha escrito un libro, “As de corazones”. No conoce de nadie que haya pasado por lo mismo.
Juan Vicente empezó su peregrinaje de corazón en corazón cuando le detectaron una lesión de menisco, con 18 años. Antes de entrar en el quirófano, los médicos observaron que al corazón con el que nació le pasaba algo. “Era exageradamente grande, una cardiomiopatía congestiva”, comenta hoy, 32 años después. Aquel músculo crecía hasta hipertrofiarse, así que durante doce años tomó medicamentos, hasta que el 27 de septiembre de 1990 le pusieron otro.
Su segundo corazón le duró 13 años. Todo fue bien hasta que en una revisión rutinaria el médico detectó un problema en las vías coronarias y le dijo que la única solución era otro trasplante. El 1 de julio de 2003 le colocaron su tercer corazón: “Fui ilusionado, porque el primero había ido bien. Te toca la segunda, piensas que con este ya aguantas sesenta años…”.
Pero la vida le tenía guardado otro requiebro. En 2010 empezó a sufrir síntomas de que algo no iba bien. “Los médicos me dijeron que unos anticuerpos atacaban al corazón y lo dejaban rígido”. Durante dos años, Juan Vicente se sometió a constantes lasmaféresis, un método para separar el plasma sanguíneo, hasta quedarse en apenas 50 kilos. En aquellos años Del Álamo casi no salió del hospital, hasta que no quedó otra solución que sustituir de nuevo. El problema era encontrar un corazón que, de una vez por todas, encajase con él: “Había que buscar uno que tuviera prácticamente mi DNI”.
Juan Vicente pasó entonces sus peores momentos y rechazó la idea de un corazón artificial. Le decía al doctor que quería un corazón normal. “Si no, déjeme morir”, le insistía. “Estaba cansado de pasarlo mal y hacerlo pasar mal a todo el mundo”, cuenta hoy. El 24 de mayo de 2012 encontró ese corazón.
Juan Vicente recuerda cada fecha porque, dice, tiene cuatro certificados de nacimiento. “He visto a muchos que por desgracia no han tenido ninguna oportunidad, y yo he tenido tres. Es una desgracia porque me ha tocado vivir esto, pero es una gran suerte pensar que hay alguien que te protege, que he tenido tres oportunidades y estoy como estoy”. Al año siguiente de superar el tercer trasplante hizo el camino de Santiago. Lleva toda la semana jugando al tenis y al pádel, individuales y dobles. Es medallista. Tiene 57 años. “Y ahí estamos”.
Maratón a pleno pulmón
Maratón a pleno pulmónLo primero que hace Esther Maté cuando se le pregunta cómo es eso de correr maratones (ma-ra-to-nes: 42 kilómetros y 195 metros) con un pulmón trasplantado es quitarle importancia: que si apenas lo ha hecho, que sus tiempos no son buenos, que normalmente corre medias… Puede relativizarlo cuanto quiera, pero Esther, ingeniera industrial y funcionaria, 43 años y con dos hijos, participa con cierta frecuencia en carreras de más de 20 kilómetros con dos pulmones trasplantados hace casi 20 años. Antes no practicaba deporte, así que al final concede: “Bueno, sí, quizá no sea muy normal. Sí. La verdad es que es una barbaridad”.
“A mí me gustaba caminar, pero me ahogaba mucho”, cuenta Maté, antes de explicar que eso le ocurría porque tiene una enfermedad genética, una fibrosis quística que en 200 metros la dejaba sin resuello. A su hermana le ocurre lo mismo. Así que en 1998 recibió dos pulmones en el Hospital Reina Sofía de Córdoba: “Sólo te operan si no hay más remedio. Las probabilidades de éxito cuando me operé eran del 50%. Ahora son más altas. Tienes inmunosupresión por el resto de tu vida, y eso tiene efectos secundarios”.
Al poco de salir de planta empezó una rutina de caminatas de las que pasó, poco a poco, a las carreras populares y medias maratones. Cree que la primera media que corrió fue la de Marrakech, pero no está segura porque lleva muchas. Insiste: maratones, solo una. “Yo se lo digo a mi padre, porque él siempre lo cuenta: ”Que solo he corrido una, lo otro son medias…“”.
Esta vez no ha participado en los Juegos de Trasplantados porque dedica su tiempo a sus hijos. “Yo solo puedo dar las gracias. No es que me cambiara la vida, sino que no me quedaba vida. La carrera, casarme, tener los niños… Sin el trasplante no habría nada”. “A las personas que dudan si donar o no siempre les digo que los familiares de donantes que he conocido dicen que es un consuelo. A mí me ha servido”, explica. La esperanza de vida con su enfermedad, en aquel entonces, era de 24 años. “Y curiosamente me trasplantaron a los 24 años. Si no hubiera llegado el donante hubiera caído en la estadística. Me dio la posibilidad de seguir viviendo”.
Medallista en natación
Medallista en nataciónLa historia de Pablo Gálvez enlaza directamente con la de Esther. Cuenta este abogado malagueño que cuando peor lo estaba pasando, inquieto porque aquel pulmón que le habían trasplantado no respiraba todavía todo el aire que él quería, Esther Maté le llamó. Antes de pasar por el quirófano le habían hablado de ella, de su experiencia, que era similar porque ambos sufrían lo mismo: una fibrosis quística. La llamada le tranquilizó y aquel pulmón funciona como debía.
Pablo ha entrenado a conciencia durante los últimos cuatro meses. Ha sido tercero en 50 metros libres, y aunque llegó el primero y con tiempo de récord mundial en los 50 metros mariposa, quedó descalificado por haberse movido del taco de salida. Tanto le gusta nadar, que ha sido monitor de natación, pese a las limitaciones que tenía antes de la operación.
Con 27 años recibió el trasplante, y de aquel entonces recuerda que él y su pareja pusieron tal interés en la enfermedad que ella acabó cambiando de carrera y estudiando medicina. Aquella intervención cambió su vida: “El cambio físico es brutal. Para la gente que está esperando, yo les digo que no lo duden. Ver que después llevas una vida absolutamente normal… El deporte es la culminación: hay deportistas trasplantados que compiten, y llevan una vida absolutamente normal… Una vida normal al 100%”.