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Gente abollada un domingo por la tarde: Surfin’ Bichos en el 16 Toneladas

La formación original de Surfin’ Bichos volvió a València este pasado domingo.

Salvador Cuenca

València —

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La formación original de Surfin’ Bichos volvió a València este pasado domingo. Fernando Alfaro, voz y guitarra, Joaquín Pascual, guitarra y sintetizador, José Manuel Mora, bajo, y Carlos Cuevas, batería, inyectaron la dosis de nostalgia adecuada a una sala tan abarrotada como necesitada de algo de verdad.

No es que las manifestaciones artísticas de 2025 nos resbalen a los cincuentones, es que los mensajes de Alfaro nos atraviesan tanto las vísceras que nos devuelven a una era de mayor interioridad. Tanta Lux en 2025 nos parece artificial, como si fuera el producto del marketing omnipotente, en cambio, La luz en tus entrañas –el álbum de 1989 que los Surfin’ Bichos tocaron de cabo a rabo este domingo– nos rodea de una naturaleza más modesta o familiar. Los Surfin’, impotentes ante la moderna religión de la plusvalía o del marketing musical, nos susurran experiencias de verdad forradas con referencias bíblicas. 

Alfaro recitó del tirón las letras de La luz en tus entrañas. La sala 16 Toneladas revivió este disco desigual con una presión constante: una energía libre para agradecer a los albaceteños haber puesto letra y música a nuestros desvelos desde la compleja adolescencia. La voz madura que aún suena tierna demostró que aquella obra inaugural puede seguir convocando nuestras emociones más definitorias 35 años después. 

¿Amas lo desconocido? fue la demanda introductoria ya desprovista de sentido tras tantas escuchas. Nos sacudió a continuación Aráñame con cariño. A la tercera, el epicentro del disco y de la generación: Gente abollada. La batería de Cuevas marcó un tempo distinto al del disco y, esperanzados, consumimos una primera estrofa que sabía a eternidad en el día más corto del año. La transformación del ritmo machacón de juventud en un swing elegante celebró el solsticio de invierno. A lo Berlin de Lou Reed, resumía Alfaro en entrevista reciente. El tiempo parecía regenerarse y la banda albaceteña proponía la fe en el cambio posible. Podemos convertirnos en algo mejor: podemos alisar los bollos. 

Sin embargo, esa fe en la conversión se fue diluyendo en la segunda estrofa, la de Juanma, en la sombría historia concluida en una cama de hospital como un altar sacrificial. En la tercera, la de Paco, el bajo machacón ya se había impuesto y nos resbalamos desgraciadamente hacia el ritmo habitual de Gente abollada desde hace más de tres décadas. Primitivos, inmutables: no se puede cambiar. Ni siquiera para mal o para mutar en animal, como propusieron posteriormente en el bis. Los bollos de la gente abollada son irreparables. Ni la cuidada reedición de La luz en tus entrañas puede repararlos. Hoy el día empieza a crecer, pero la gente abollada no: ni Pedro, ni Juanma, ni Paco pueden.

Después de tocar el disco entero, un descanso. Y después del descanso, La oración del desierto con una de las frases fundamentales de la religión occidental, resignificada en boca de Alfaro: “polvo eres y en polvo te convertirás”. Predestinación religiosa, capitalista y climática. El nihilismo desde un lugar de la Mancha.

Las cosas y las palabras se sienten o no, y hay oraciones cuyo poder solo hemos sentido cantando con Surfin’ Bichos: la nostalgia del excreyente rezumaba en el 16 Toneladas. Era la nostalgia adecuada para corear con mayor fervor que en muchas misas de ocho una jaculatoria: “Oye mi voz, esta oración. Santa María Madre de Dios, Madre de Dios, Madre de Dios, reza por mí, Madre de Dios”.

No en vano nos preparábamos para transitar la noche más larga del año. ¿Qué mejor preparación que La oración del desierto? ¿Qué mejor plegaria que reconocer que “la carne es débil, la vena es débil: sálvame”? Ayer, sentimos la debilidad en nuestro cuerpo, en nuestra sangre.

Cuando el sacerdote consagra la hostia y el vino, estas sustancias se transforman en el cuerpo y la sangre del fundador de nuestros desvelos (de Alfaro y de muchos de sus oyentes) ¿Pero quién siente tal transformación en una misa de ocho? Allí pueden creer sin sentir. En el 16 Toneladas los Surfin’ propusieron lo contrario: sentir sin creer.

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