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Miguel Chavarría, alcalde de Alboraia: “La huerta se debe proteger mucho, pero se tienen que atender las necesidades de crecimiento”

Miguel Chavarría, alcalde de Alboraia.

Toni Cuquerella / Sergi Pitarch

Alboraia —

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Miguel Chavarría (1953) es alcalde de Alboraia desde 2011, pero no se puede considerar que sea un político profesional. Accedió a la alcaldía por primera vez ya con 57 años y provenía de la sanidad, pero con un currículum con fuerte carga de investigación tecnológica. Licenciado en Ciencias Físicas es especialista en radiofísica hospitalaria y Doctor en Física, con la calificación de cum laude. Su actividad laboral la ha desarrollado en el Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Universitario La Fe; también ha ocupado las plazas de jefe del Servicio de Informática del Servicio Valenciano de Salud y de Jefe del Área de Informática en la Conselleria de Sanidad y Consumo de la Generalitat Valenciana, y ha sido profesor asociado del Área de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, adscrita al Departamento de Informática de la Universitat de València.

Ya en política, fue elegido alcalde de la mano del PSPV ya hace 14 años. En todo este tiempo, nunca ha tenido mayoría absoluta, lo cual –como él mismo reconoce– “te obliga a hablar con todos”. En la legislatura actual gobierna en coalición con Compromís, a pesar de que en minoría, y sus planes implican volver a optar a otra legislatura.

Su mirada se centra en tres cuestiones clave para el municipio: el riesgo de inundaciones, la necesidad de un urbanismo equilibrado y el futuro de la economía local ligada a la huerta y a las playas.

Sobre el barranco d’El Carraixet, a pesar de que no atraviesa el casco urbano, sino que discurre por el norte del término municipal y por zonas de huerta, Chavarría alerta de que todavía es el principal peligro por las inundaciones en caso de desbordamiento, pero que las infraestructuras pueden agraviar las afecciones: “El ferrocarril y la autovía también son un peligro, porque son unas barreras artificiales que no filtran el agua”.

El barranco se canalizó en1957 y multiplicó por cinco su capacidad. Aun así, el paso del tiempo y la acumulación de vegetación han convertido su limpieza en una urgencia. Por eso Alboraia mantiene una coordinación constante con los municipios vecinos. “Almàssera, Bonrepòs, Tavernes Blanques, Vinalesa y Alboraia hemos pedido conjuntamente la limpieza a la Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ)”. Así pues, reclama que la Confederación “debe limpiar El Carraixet. Si no, que nos autoricen a trabajar nosotros con nuestros propios recursos. Lo que se tiene que hacer sí o sí es la limpieza de árboles y arbustos, porque, con una barrancada, se pueden arrancar y hacer tapón”. De manera individual, Chavarría apunta que “tenemos contacto directo con Olocau, porque sabemos que, cuando llueve mucho allí, el agua acaba llegando aquí”.

El impacto en las playas y la gestión del riesgo

La desembocadura d’El Carraixet tiene una incidencia directa en las playas, porque traslada a Alboraia todos los vertidos que se han podido hacer aguas arriba. Chavarría recuerda que “siempre somos los últimos en el transcurso del agua, porque estamos junto a la costa. No todo lo que llega al mar sale de Alboraia, pero nos afecta la imagen del municipio”.

Aunque las afectaciones reales han sido mínimas, el eco mediático ha provocado que se vea ampliado el impacto en la economía turística: “Se ha visto magnificado, porque ha salido en los medios de comunicación, y esto ha disuadido la visita de personas de fuera. La gran parte de las playas ha estado operativa con normalidad”.

Para afrontar este problema, el Ayuntamiento apuesta por soluciones medioambientales de largo plazo. “Pensamos que la mejor solución es hacer una depuradora con un filtro verde que limpie por decantación, y así se combina naturaleza con gestión de aguas”. Aun así, el alcalde destaca que, en conversaciones con la conselleria, ya se ha planteado una solución a este problema, y que esta tiene que ser supramunicipal“.

Huerta de Alboraia.

Urbanismo y futuro del municipio

El alcalde destaca que la huerta de Alboraia está protegida por la legislación vigente y que el crecimiento urbanístico es muy limitado. “El crecimiento del pueblo está marcado desde el año 1991, pero nosotros continuamos con la previsión de hace más de 30 años, con actuaciones limitadas y un crecimiento mínimo”.

Aun así, Chavarría reclama espacio para cubrir necesidades básicas: “Deberíamos tener en el pueblo una residencia para mayores, necesitamos más servicios para la juventud y que se quiera quedar en el pueblo. Por todo ello se necesitan terrenos, y cualquier crecimiento es huerta”. De aquí su reflexión más contundente: “La huerta hay que protegerla mucho, pero se deben atender las necesidades de crecimiento”.

La huerta y la chufa como motor económico

A pesar de los retos urbanísticos y medioambientales, Alboraia continúa encontrando en la huerta un pilar económico fundamental. “La huerta es productiva y la producción más importante es la chufa y, después, las cebollas. La de las lechugas y los tomates ya es menor, pero todavía mantenemos seis puntos de mercado de producto de proximidad, además de los que van a El Cabañal, Russafa y el Central”.

La denominación de origen de la chufa y la horchata es, según el alcalde, la clave de la rentabilidad: “La apuesta por la DO hace que sea lo más rentable, tanto por el cultivo mismo como por la hostelería vinculada con la horchata”.

Con este equilibrio entre la protección de la huerta y la atención a las necesidades de crecimiento urbano, Chavarría dibuja el futuro de Alboraia como una ciudad que quiere crecer sin perder su esencia agrícola.

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