El rescate del olvido de las mujeres republicanas deportadas a campos nazis
Louise sobrevivió a Auschwitz y se casó con un hombre que también había sobrevivido a la barbarie, en su caso al campo de concentración de Buchenwald. “Sintiendo los mismos recuerdos, teníamos la mismas referencias, el mismo código; hablábamos el mismo lenguaje. Pues bien, ¿sabes lo que ha ocurrido? Después de 20 años de matrimonio, ya solo hay un deportado en la pareja, él”. El testimonio de esta francesa, que recoge Charlotte Delbo en el libro Auschwitz y después, resume cómo las mujeres, habituadas a quedar relegadas a los márgenes de la historia, también han venido siendo excluidas del relato sobre las secuelas del nazismo.
A este hecho hay que sumar otro, el del imaginario colectivo que todavía perdura en España y que dicta que apenas hubo españoles exterminados cuando la realidad es bien distinta. Los últimos datos del periodista Carlos Hernández en Los últimos españoles de Mauthausen cifran en 9.328 ciudadanos españoles enviados a los campos de concentración nazis. “De los hombres deportados republicanos tenemos mucha documentación, sin embargo todavía no sabemos a ciencia cierta cuántas mujeres españolas fueron enviadas”, se lamenta el historiador Aquil·les Rubio, autor el pasado viernes -junto con la sindicalista Nevenka Rubio- de una conferencia organizada por la Plataforma por la Igualdad Raspeig con motivo este domingo 27 de enero del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Historiadores franceses apuntan a que pudieron ser entre 200 y 400 las mujeres españolas, explica Teresa del Hoyo Calduch, secretaria de Amics de Ravensbrück, una organización catalana que lleva desde el 2005 trabajando por devolver la identidad a las que fueron a parar al mayor campo de concentración de mujeres en territorio alemán. Actualmente cuentan con un censo en su web que no llega al centenar de personas identificadas con nombres y apellidos. “No nos atrevemos a dar una cifra exacta porque puede que haya nombres repetidos”, aclara Calduch.
El principal inconveniente que se están encontrando en el arduo trabajo de documentación e investigación es que muchas de las mujeres españolas entraron en las factorías de la muerte como francesas, porque fue en este país donde las detuvieron, y fueron deportadas con el apellido del marido, una costumbre arraigada en Francia, o con el apodo que tenían en la Resistencia. “En el último año hemos podido identificar a varias mujeres con su nombre real y rostro, lo que para nosotras es una gran alegría, y eso con los hombre no pasa”, añade la también tesorera de la asociación.
Otro de los motivos que esgrimió Rubio en su charla en San Vicente del Raspeig (Alicante) es que, a diferencia de otros campos de concentración, del de Ravensbrück apenas queda documentación porque los nazis pudieron borrar casi todas antes de huir. “Pero no olvidemos que los historiadores también hemos llegado tarde a empezar a investigar a las republicanas españolas y la mayoría de ellas ya han muerto”, reconoce.
Y así, por ejemplo, supimos a finales del año pasado del fallecimiento de Paco Aura, un alcoyano que pasó más de cuatro años en Mauthausen. Dedicó su vida a luchar contra la desmemoria, se escribieron libros de él y su ciudad le dedicó una calle y tenía previsto hacerle un homenaje con motivo de sus cien años, que no llegó a cumplir por un mes.
Marita Pomares
Frente al caso bien documentado de Aura, Aquil·les Rubio ha empezado a trabajar en el de Marita Pomares Monleón, nacida en 1907 en Alicante y del que el Amical de Ravensbrück ha podido aportar también datos gracias a testimonios de compañeras del campo. Su historia, en construcción, atrapa desde el primer momento aunque, como reconoce el profesor de Historia Rubio, “todavía queda mucho por saber porque es curioso pero tenemos más información de su hermano que de ella”. Alude a Manuel Pomares, personaje muy conocido en Alicante no solo por su faceta de escritor y abogado, sino porque fue miembro de varios gobiernos republicanos hasta su exilio a México.
En cambio Marita, de nombre real Mari Carmen, se sabe que se casó con un belga en 1932 –de ahí que conste con el apellido de Van Aal- y que participó en la Resistencia francesa hasta que fue deportada a Ravensbrück. Con el número de prisionera 57706, también fue obligada a trabajar en la fábrica de armas de Leipzig y lo curioso es que ella y su marido Henry lograron escapar de sus respectivos campos de concentración con un solo día de diferencia, ella el 16 de abril de 1945, en un momento en el que el avance del Ejército Rojo había relajado la vigilancia.
Otras mujeres
El censo del Amical de Ravensbrück se completa con los nombres de otras mujeres republicanas valencianas. El más conocido, el de Virtudes Cuevas, a la que La República Francesa la distinguió con los grados de Caballero, Oficial y Comandante en la Legión de Honor por su implicación con la Resistencia. Nacida en Sueca en 1913, la periodista e investigadora Amalia Rosado Orquín ha publicado recientemente una biografía de su vida donde detalla pasajes que protagonizó antes de la guerra, durante su paso por Ravensbrück y Flosenbürg y sus años tras el conflicto bélico hasta su muerte en 2010.
Sin embargo, de otras valencianas se sabe poco, como es el caso de Agustina Tomás Jurado, nacida en Vinarós (Castellón) en 1922 y prisionera en varios campos, primero en Ravensbrück con el número 19350 y después liberada el 21 de abril de 1945 del campo de trabajadores civiles de Waldkirch. La asociación catalana en defensa de la memoria de las mujeres tampoco dispone de imágenes de Amalia López, nacida en Valencia en 1909, pero sí que han podido recopilar datos de su importante papel en la Resistencia donde organizó la guerrilla en la región de Burdeos para sabotear al ejército alemán. Pero fue detenida y llevada hasta los campos de Ravensbrück y Flossenbürg hasta su liberación por el ejército soviético.
Condiciones en los campos
Las mujeres del campo de Ravensbrück sufrieron la deshumanización propia de cualquier otro campo nazi. Frío, hambre, trabajos forzados y muerte. De unas 130.000 mujeres que se estiman que pasaron por este enclave a 90 kilómetros de Berlín cerca de 92.000 fueron asesinadas, afirma Aquil·les Rubio.
Aun así, los testimonios recogen violaciones constantes “protagonizadas por los compañeros deportados”. Otras diferencias con los hombres es que muchas llegaron con sus hijos a los campos, de los que fueron despojados, sin olvidar las pisaron Ravensbrück embarazadas, recuerda Teresa del Hoyo Calduch. Solo 40 bebés sobrevivieron de los 600 nacimientos registrados por la deportada Marie Jo Chombart durante su estancia en la enfermería de Ravensbrück.
La gijonense Olvido Fanjul perdió a su recién nacido allí y como recuerda la organización barcelonés “si no es por la solidaridad de sus compañeras, que le daban migas de sus panes, se hubiera dejado morir de la tristeza”.
“Las redes de la solidaridad” que tejieron las mujeres es otra de las diferencias con los varones, añade Rubio. Para sobrevivir “formaron familias de 3 y 5 miembros, no necesariamente sanguíneas, con una madre que ejercía de núcleo para poder redistribuir alimentos, piezas de abrigo y repartir afectos”. Los testimonios recogidos señalan “la necesidad de las caricias, los abrazos, de por ejemplo, celebrar cumpleaños o festividades como la navidad. Una especie de alimento moral para poder sobrevivir a la muerte”, comenta este docente alicantino.
El regreso tras la liberación
La pesadilla no acabó para las republicanas españolas con la liberación de los campos. Como las judías, no tenían un país al que regresar porque sabían que en la España de Franco les esperaba más represión. Ante esta doble condena, la mayoría de ellas optó por quedarse a vivir en Francia como exiliadas. Rubio explica que muchas consiguieron la nacionalidad y el reconocimiento de las autoridades francesas como el caso ya mencionado de Virtudes Cuevas, pero arrastrando problemas físicos y psicológicos de por vida. Sin embargo, la diferencia con los hombres es que “a ellas nadie las quería escuchar para recoger su testimonio vital”, dice el historiador.
A este respecto, Aquil·les Rubio sigue desentrañando paso a paso la vida de Marita Pomares. Algunos testimonios apuntan a que marchó por un tiempo a Tánger, también parece que firmó una petición diplomática para ir a Brasil, pero su vida tras 1945 está llena de incógnitas. También de certezas, como que tuvo dos hijos, uno ellos ya fallecido, Henri-François Van Aal, llegó a ser ministro de Cultura en Bélgica (1974-1977).
Mientras trata de contactar con la familia que queda de Marita, Aquil·les pudo confirmar el viernes, pocas horas antes de impartir la conferencia, que los restos de María del Carmen Pomares Monleón descansan junto con su marido en el cementerio de Alicante. Murió el 31 de octubre de 1998 y lo hizo en silencio, sin que nadie contara su historia, hasta ahora.