Dos años perdidos para una Diputación sin rumbo
Los hábitos democráticos convidan a establecer un balance de gestión cuando atravesamos el ecuador de una legislatura. Sin ninguna duda, este periodo viene marcado por la tragedia de la Dana registrada el fatídico 29 de octubre de 2024. Ese día no solo comenzó otra legislatura, sino que cambio la propia historia de la provincia de Valencia. De súbito, constatamos el dolor infinito que causan los estragos del cambio climático que algunos se obstinan en negar, pero también la insultante negligencia política que otros son incapaces de esconder.
La Diputación ha declinado posicionarse con la mayoría de la gente y ha devenido en un resorte propagandístico para la defensa del President del Consell. Ante la nulidad que habita en el Palau, debería constituirse en baluarte de todos los municipios y, muy especialmente, de aquellos más devastados por la tragedia.
En estos días, conviene recordar algunos datos que permiten establecer una versión de los que sucede en la Diputación. El primero, tal vez, por su radical actualidad, sea el desprecio a los bomberos y profesionales del Consorcio Provincial. La pitada al presidente y las peticiones de dimisión marcan el estado de ánimo de un colectivo que, tras ofrecer toda clase de pruebas de heroicidad durante la riada y en cada incendio que padecemos, son ignorados en sus demandas. Es como si lo vivido y sufrido no hubiese motivado cambio alguno ni toma de conciencia del valor de la respuesta a las emergencias en periodo de cambio climático.
Hoy, por ejemplo, los expertos hablan de incendios inéditos de sexta generación cuyo abordaje es extraordinariamente complejo y la jerarquía política de la diputación sigue mirando para otra parte. Este no es un tema menor. De repente, brota como el paradigma de la ineficacia y la desidia de un gobierno extraviado que parece no haber aprendido nada en lo que llevamos de ejercicio.
Por cierto, un ejercicio que dispone de los presupuestos más elevados de la historia en virtud del acuerdo inspirado por los progresistas en la Diputación. Efectivamente, el grupo socialista quiso y supo interpretar el momento y el drama de muchos municipios, personas, familias, negocios, empresas, autónomos y colectivos diversos como, por ejemplo, el sector cultural. Presentamos una alternativa que reconducía la propuesta (ya aprobada en comisión de Hacienda) hacia unas cuentas expansivas y keynesianas para hacer frente con más potencia de tiro a la ingente tarea de la reconstrucción. Era, es y será nuestra provincia. ¿Cómo no podíamos cambiar el paso y romper las inercias y la gestión de la rutina tras la dana? Estamos orgullosos de haber antepuesto cualquier tacticismo, partidismo o mirada cortoplacista. Máxime en una institución cuyo primer deber no puede ser otro que servir a los ayuntamientos y sus ciudadanías.
Paralelamente y con la voluntad de estimular y garantizar la transparencia del gasto, solicitamos -vía moción- la creación de un grupo de trabajo para alcanzar un grado de ejecución absoluto del dinero consignado, el mayor de la historia. Todavía no han convocado una sola sesión. Así, con el desprecio, corresponden al capital político prestado. Es más importante para algunos proteger y custodiar la imagen de Mazón que atender con la responsabilidad debida las obligaciones de servir a todos los municipios de la provincia y sus expectativas.
Durante este periodo hemos tratado de ser una oposición crítica pero propositiva. No en vano somos muy conscientes de representar a la fuerza política con más alcaldías y gobiernos locales en la provincia. De tal forma que hemos mostrado un interés constante por la mirada larga y la necesidad de dotarnos de una estrategia como provincia que nos permita afrontar los grandes retos disruptivos que nos desafían en un mundo cambiante.
No podemos gestionar sin una renovada visión de la gobernanza que deberá dar respuestas avanzadas al cambio climático, los fenómenos extremos, el drama de la vivienda, la competitividad de nuestra economía, la cuarta revolución industrial y la industria 5.0, la sostenibilidad del turismo, el cumplimiento de la Agenda 2030, el reto demográfico y la lucha contra la despoblación y por la equidad territorial, la inspiración de estrategias metropolitanas para optimizar los servicios públicos, la inteligencia territorial y una nueva movilidad en la gran conurbación que es el entono de Valencia.
Por cierto, una ciudad cuyo ayuntamiento no sabe interpretar su capitalidad en términos de liderazgo solidario y ejemplar. Todo lo contrario. Sobre todo ello hemos presentado iniciativas, debate y mociones. También, en orden a ganar transparencia y asimilarnos a otras instituciones, propusimos el cambio del reglamento para incorporar el Debate sobre el Estado de la Provincia. Queremos hablar de modelos, confrontar ideas más allá de la cotidianidad y modernizar una institución que, aunque instrumental, tiene margen de mejora en defensa de nuestros ayuntamientos. Estos son la primera línea de defensa de la calidad de vida de nuestros vecinos. Concebimos una institución intermunicipal y cooperativa, no una suerte de marquesado que actúe graciosamente sin criterios objetivos.
Otro momento relevante para nuestro grupo -tan relevante como decepcionante la reacción del gobierno- fue la presentación y materialización de un pleno extraordinario y monográfico sobre la salud mental. Esa pandemia silenciosa e intergeneracional que afecta cada vez a más personas. Tras la Dana, todos los expertos señalen el crecimiento alarmante del problema especialmente entre jóvenes y adolescentes. Invocamos el denominado escaño 32 para que colectivos de la sociedad civil pudieran ofrecer al propio pleno sus opiniones y propuestas. Nada.
Seguiremos forzando las convocatorias que sean necesarias para establecer una agenda política más humana y comprometida con los verdaderos problemas de la sociedad valenciana. Sabemos que nuestra provincia, en su inmensa diversidad, puede mucho más. Desde la humildad, sabemos que somos oposición, porque las cosas sucedieron como sucedieron en su momento. Pero, como aquel concepto que se atribuye a Pasqual Maragall, sabemos que hoy también somos pregobierno. Tiempo al tiempo.
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