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CV Opinión cintillo

Reflexiones

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Hoy no tengo ganas. Es de buena mañana, la hora de mi tabla de gimnasia. Ya saben, estiramientos, mover músculos que no sabía que tenía (¿para qué los tendré?), flexionar articulaciones, despertar los abdominales (¿estáis ahí?). Va muy bien, me dicen, para estas edades, en plural. La edad antigua, la edad media, qué sé yo. Pero no tengo ganas, y busco excusas; no he dormido bien, ayer hice de más, mañana volveré. Cosas así.

Tal vez lo cierto es que quiero hacer otra gimnasia, mover otros músculos, incluso escribir sobre las flexiones, perdón, reflexiones. Reflexionar es flexionar varias veces, con insistencia para ser más flexible. No sé si quiero ser flexible en algunos escenarios. 

Decido quedarme, pensar y escribir en la cama así, a mano, desde las tripas, luego ya vendrá la autocensura de “pasarlo a limpio”, cuando los escritos pierden la frescura y se adaptan a las normas. Necesito ese ejercicio mental porque estoy harto del miedo. Del miedo y del silencio. Del silencio y la sinrazón, que no sé si es lo mismo. Dudo entre si estoy harto o es que no llego a comprender.

Si un tipo (al pasarlo a limpio ha perdido los adjetivos) pide que se hunda un barco humanitario y no hay ninguna ley que caiga sobre él, no lo entiendo. Si unos matones agreden a un periodista y el mundo sigue funcionando igual, no entiendo cuales son las reglas del juego de la convivencia. Y solo son algunos ejemplos. Como la ayuda humanitaria que no llega a la humanidad porque unos se empeñan en estrangular a un pueblo contra viento, marea y cualquier apoyo.  Y todos mirando. 

Eso pasa mientras la justicia, la nuestra, es muy rápida para arrestar a manifestantes con la bandera Palestina, y que la tele disimule. O se acelera, hasta vulnerar el límite de velocidad razonable, para encausar a personas vinculadas al gobierno, pero eso sí, va al ralentí para otras causas Todo eso sobrepasa mis límites. Y tendría que hacer muchos estiramientos para poderlo entender. Estiramientos que no pienso hacer. Por eso me quedo en la cama. Por eso, y porque tengo cama, tengo techo, tengo la nevera llena… y otros muchos no tienen nada.

Si la única respuesta a este mundo complejo es el exabrupto, es la consigna “todos son iguales”, es poner palos en las ruedas de la democracia, del progreso, de la solidaridad, no entiendo qué vida nos espera si la derecha, llana, super o ultra, alcanza más cuotas de poder de las que tiene. Sabemos de sobra cuál es su forma de gobernar y su manera de crear confusión camuflando su desidia y su apoyo sin miramientos a los poderosos.

Votar no es meter la papeleta en la ranura de la urna. Votar es otra cosa que no se puede resumir en un gesto. Votar es hacer gimnasia cada día sin dejarse llevar por la pereza. Cien re.flexiones acerca de la manera de convivir, acerca de la manera de equilibrar los desequilibrios, acerca de lo que a unos nos sobra y a otros les falta, acerca de los que no votan, desde los bosques hasta los niños. Acerca de los últimos de la fila, los que siempre llegan tarde y nunca tienen escudos, sean de la fila que sean.

Cien re.flexiones, que no se me olvide, cien re.flexiones. ¿Se apuntan?

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