Otra vez las señas de identidad
Otro debate con fuegos de artificio sobre las señas de identidad. Pero en realidad no son el nombre de la lengua, ni la tilde de la capital, ni la denominación de la AVL, que no cambiarán. Como no lo harán con los exámenes de la PAU, que seguirán siendo iguales que en los territorios españoles que tiene la riqueza de contar con dos lenguas, aunque algunos la desprecien y la usen como arma de confrontación.
Las señas de identidad que marcan el debate de política general no son las valencianas, son las suyas. Las de no respetar a las víctimas ni los hechos. Como ocurrió tras el accidente del metro, pasado el shock inicial, las víctimas son el enemigo. Fue vergonzoso entonces y es peor ahora. Por las circunstancias, la magnitud y la experiencia. Esa que debería servir para hacer mejor las cosas, no para volver a caer en tentaciones de supervivencia.
A las familias de las víctimas hay que atenderlas siempre, pero de verdad. No se puede decir que se está para ellas y después señalarlas y acusarlas de estar politizadas. Entre las familias de los 229 fallecidos por la dana hay de todo. Gente de todas las ideologías con un denominador común: quieren saber y exigen que se depuren responsabilidades. Y el paso del tiempo no les seca las lágrimas ni su afán de conocer dónde estaba el President la fatídica tarde. La mayoría no ven más apagón informativo que el que empezó al día siguiente de la riada. Con sus versiones, cambiadas y retocadas. Con la comida, los premios, los atascos de tráfico que no existían, las llamadas y mensajes que cada día son más, los vídeos y lo que nos queda por conocer.
Frente a esa realidad que les acompañará para siempre, en el debate de política general los
miembros de las asociaciones de víctimas mayoritarias han tenido que escuchar a Carlos Mazón viviendo en una pantalla a la que ellas no llegarán mientras no tengan respuestas. Como tantos valencianos que se hacen muchas preguntas, las que sigue frenando el aforamiento. La empatía que ha faltado desde el principio parece cada vez más lejos. Los meses, los abrazos de los suyos y la aprobación de las negligencias cometidas este verano en los incendios han empoderado al President. Se ve más fuerte cada día y las víctimas son un estorbo como lo fueron para Francisco Camps. Qué paradójico resulta que los enemigos populares se parezca tanto en su proceder cuando una gran tragedia afecta a la gente que gobiernan.
Las cinco horas de discurso agotaron a muchos, ésa era la intención. Pero no a todos. Discursos largos tras comidas largas, pero algunos tienen toda la vida para seguir exigiendo y no se cansarán. Eso también nos lo enseña la historia reciente y el recuerdo de las movilizaciones y reivindicaciones del Metro. Quizás algunos creen ahora como entonces que, pese a la gravedad de lo sucedido y su gestión, las urnas tienen la capacidad de absolver. De ahí el tono empoderado y los ataques a los grupos de la oposición, que llegan hasta el punto de citar con nombres y apellidos a los que protestan las pocas veces que ven a Mazón por la calle. Es la huida hacia delante de quien se ve reforzado por una dirección de partido estatal débil y sin más discurso que el ataque al Gobierno. Ya querría la oposición tener tanto poder de convocatoria acto tras acto y mes tras mes. Ni lo tienen ni quizás lo tengan cuando llegue el momento. José Muñoz solo quiso hablar de la Dana durante el debate. Quiso marcar la anormalidad de la cita de este año. Su problema llega cuando hay que superar el “Mazón, dimisión” e ir más allá del abrazo de Diana Morant con las víctimas. Para los socialistas también pasan los meses, aunque demasiadas veces no lo parezca. Ante las acusaciones de “pagafantas” o “asesores de Hugo Chávez”, la oposición tiene que hacer algo más. El President, que se jacta de no insultar a los “ecologistas de ciudad” ni a los “yihadistas del Green Deal” capitaliza un debate que tenía perdido de antemano por las circunstancias. Mientras, PSPV y Compromís saldrán de un pleno importante casi como entraron. Como mucho estarán algo más indignados tras escuchar como les acusan de fabricar bulos y les dan lecciones, incluso por boca de Charlie Kirk, más referente para Mazón que Salvador Navarro. Lo que tiene enfrente se lo han dejado claro. La estrategia del caos y la saturación recoge el manual de la división y el descrédito de las víctimas. Asume los postulados de Vox y hasta de Trump. Y riega de ayudas a las zonas de la dana, donde mucha gente se empieza a sentir una mercancía que comprar. Ahora falta saber si hay alguien que proponga algo distinto. Queda comprobar si en la izquierda valenciana podrán despertar de las 5 horas de discurso y demostrar que sus señas son algo más que abrazos, plantes y gritos.
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