Para Sol
Hace cuatro o cinco años le pedí que viniera a mi clase. Y dijo sí. Con su mente clara, su sonrisa eterna y su mirada pícara, nos dio una clase magistral de urbanismo así, como si nada, solo desmenuzando su vida dedicada a la ciudad desde la pasión y la convicción. Los alumnos, y sobre todo las alumnas, se quedaron enamoradas de ella, de su vitalidad, de su largo recorrido. Para ellas el urbanismo tuvo otra cara desde entonces.
Yo era su amigo desde hacía muchos años, muchos, cuando una generación de personajes había reinventado las Asociaciones de Vecinos multiplicando el papel de la ciudadanía en la nueva ciudad democrática.
Como imagináis me refiero a Sol Romeu que ahora se ha ido, aunque no, como tampoco se fueron Just Ramírez, Ángel Guardia, Marcial Martínez y tantos amigos, compañeros, protagonistas imprescindibles de la historia de esta ciudad que lleva la vitalidad de todos ellos y ellas en sus venas. Por eso siguen.
Sin sus vidas, sin su trabajo desde los barrios, no se puede entender el verdadero cambio de València, por eso deberían estar en los manuales de ese otro Urbanismo, el de las personas, el que se escribe con mayúsculas. Ese urbanismo que reivindica la convivencia, los servicios públicos, la participación, el apoyo a los últimos de la fila.
Cuando me vaya, escríbeme algo cortito, me dijo sonriendo. Me cuesta hacerlo cortito como ella quería. Ahí va todo mi afecto, mi reconocimiento y mi admiración para Sol (que nombre tan bien puesto) que tanta luz nos sigue dando, con su mente clara, su sonrisa eterna y su mirada pícara. Y aquí seguirá, aunque ella crea que se despide.
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