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El PSOE convierte su Comité Federal en un acto de aclamación a Pedro Sánchez
Las generaciones sin 'colchón' inmobiliario ni ahorros
Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

Desdecirse

Xavier Latorre

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¿Memoria endeble? ¿Contradicciones severas? ¿Síndrome de San Pedro al negar varias veces lo mismo? Tras los comicios, visto lo visto, lo suyo es desdecirse de forma arrogante de algunas ideas fuerza que han quedado obsoletas, retractarse a la fuerza de algunos argumentarios pese a parecer unos políticos ridículos. Casado reniega de Rajoy; Arrimadas, de haber dilapidado su privilegiada posición en el mapa electoral catalán; Iglesias, de Errejón y viceversa; Rivera, de la plaza de Colón; Albiol, candidato transversal por Badalona, de su siglas anteriores; Pedro Sánchez, del “susanismo”, y de sus respectivos nocivos padrinos: Felipe, Guerra y Rubalcaba, por el mismo precio; Compromís, de Podemos, que pretendía chupar rueda de ellos en plena carrera electoral cuando las encuestas les daban a los de Iglesias mermas electorales importantes; más de medio millón de andaluces renegaron del PSOE en diciembre y ahora han vuelto a hacer piña con ellos; Maroto, director de la campaña del PP, reniega de su partida de nacimiento vasca y le reprocha a su madre no haber nacido en Logroño que cae muy cerca. Pablo Casado reniega de Vox y les llama un día derecha radical, ultraderecha o algo parecido. Su vocación centrista, altamente demostrada desde el 29-A a primera hora, le hace desmarcarse de unos tipos que han pretendido hundirle en la miseria, mientras él les ofrecía a cambio ministerios.

Los antiguos clientes populares del brillante asesor Iván Redondo, posible artífice intelectual de la remontada y mano derecha del presidente Sánchez, el popular Basagoiti, el exalcalde de Badalona, García Albiol, y el extremeño Monago, le odian por dejarles huérfanos y dedicarse a recolectar varios puñados de votos para el hasta hace poco descabezado líder socialista. Los miles de abnegados presidentes y vocales de mesas electorales aborrecen a Vox por decirles que practican el pucherazo. Casado no se atreve a negar a Aznar por darle consejos perniciosos, pero se odia a sí mismo por aceptarlos. La Junta Electoral deplora haber hecho el ridículo en alguna de sus polémicas decisiones. Los gallegos de En Marea maldicen el día que malgastaron su renta electoral y se han quedado, con el uno por ciento, al borde de los acantilados del olvido. Algunos líderes denigran haber citado tanto a Bildu en los debates televisivos y darles con ello una publicidad extra que les ha doblado la representación. Puigdemont permanece turbado en su guarida por haberse dejado arrebatar el primer puesto del clan independentista por un preso político encerrado en la cárcel hace demasiado tiempo, Oriol Junqueras, que se ha aupado al primer puesto de la clasificación general en Catalunya.

Muchos timoratos arrepentidos, que se han quedado sin escaño, maldicen no haberse cambiado de bando a tiempo (se han registrado fugas sonadas entre los tres partidos de la derecha). Los creadores de “fake news” siguen desconcertados por no haber fabricado las suficientes y contundentes mentiras como para voltear los comicios. Sin duda, la vieja Europa aún no tolera según qué recetas descabelladas procedentes de la factoría Trump. En el País Vasco, Vox, PP y Ciudadanos reniegan de sus moradores y, al contrario, como se vislumbra con solo mirar los cómputos electorales del 28-A. Muchos se encolerizan cuando el CIS acierta la predicción y otros se deleitan con sus garrafales errores demoscópicos. El presidente húngaro Viktor Orbán, el italiano Matteo Salvini y el ideólogo norteamericano Steve Bannon, están que trinan por el limitado eco del tsunami neofascista en estas latitudes, justo en puertas de unas elecciones europeas.

Al final de todo, posiblemente, quiénes han mostrado más cordura, mesura y sensatez parece ser que son los electores, ya que sondeos posteriores a la reciente jornada electoral indican que muy pocos se arrepienten del voto depositado en la urna. Recuerde que las collejas a pie de urna son las que más les duelen a los políticos y más les hacen recapacitar. Basta repasar los últimos telediarios o asomarse a los titulares de prensa recientes. El domingo 26, recuerde, puede aprovechar la última oportunidad de la temporada.

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