Damián Tabarovsky: “La lengua se compra y se vende, como una mercancía cualquiera”
En 1794, después de haber sido condenado a pasar recluido 42 días en su habitación, Xavier de Maistre escribió su obra maestra: 'Viaje alrededor de mi cuarto'. Se da, desde entonces, la siguiente paradoja: el encierro es la causa de una de las más grandes novelas de viaje. Más de 200 años después, nadie se esperaría tener que vivir un confinamiento mundial por un virus que iba ganando terreno a pasos agigantados. Tampoco lo esperaba Damián Tabarovsky (Buenos Aires, 1967). “Escribo estas líneas a mediados de mayo de 2020 por invitación de una institución vasca, en medio de la pandemia de COVID-19, en una Buenos Aires en cuarentena desde hace más de dos meses, en una España y Argentina (y más allá, obviamente) con miles de muertos y enfermos”, escribía por aquel entonces en 'El ensayo empieza aquí', el libro escrito en cuarentena por los participantes del Festival Internacional de las Letras de Bilbao Gutun Zuria de la edición pasada que, a causa de la pandemia tuvieron que suspender sus conferencias.
En esas líneas, al igual que en la conferencia que ha protagonizado este jueves, 'El aquí como respuesta excéntrica', Tabarovsky reflexiona acerca del significado del 'aquí', del efecto de la pandemia en la sociedad y de la mal llamada 'nueva normalidad'. “No se trata de pensar en una nueva normalidad, sino de cuestionar la idea misma de normalidad, vieja o nueva”, asegura a este diario el escritor, autor de ensayos como 'Fantasma de la vanguardia' (Mardulce, 2018), 'Literatura de izquierda' (Ediciones Godot, 2018), y 'Escritos de un insomne' (Alquimia Ediciones, 2019).
Durante su conferencia 'El aquí como respuesta excéntrica' que ha impartido desde Argentina en el marco de Gutun Zuria ha hablado sobre el efecto social del coronavirus, de los problemas que en pandemia han quedado en un segundo plano y que nos harán valorar más la vida cuando ésta pase. ¿Cuando llegue la normalidad la sociedad será más feliz de lo que era antes de la pandemia?
Es difícil hacer pronósticos. Pero, antes, habría que reflexionar en torno a la idea de felicidad. Muchas veces se confunde felicidad con hedonismo, con el hedonismo del consumo, del deseo rápidamente satisfecho (extirpándole al deseo su dimensión ambivalente, neurótica, irresuelta). Da la impresión que se quisiera volver lo antes posible a ese estado, como si el deseo fuera una especie de “aquí no ha pasado nada”, seguir la vida sin más. Esperemos que eso no ocurra, y que este transito doloroso que estamos pasando permita extraer nuevos reflexiones y prácticas críticas frente al mundo real.
¿Qué implica el 'aquí' para usted?
Bueno, toda la conferencia giró en torno a eso, pues no me es fácil resumirlo. Proponía pensar en términos de un nuevo cosmopolitismo crítico, que discuta con un “aquí” de tipo nacionalista, xenófobo, cerrado; y a la vez, con el “allí” de la globalización, lo idéntico en todas partes, la homogeneización de la identidad. Sino entonces un cosmopolitismo de la alteridad, de la otredad, de la curiosidad.
En su capítulo del libro 'El ensayo empieza aquí', que recopila las conferencias que no se pudieron llevar a cabo el año pasado a raíz del confinamiento por el coronavirus escribe que “la nueva normalidad es un mal chiste foucaultiano”. ¿A qué se refiere?
Foucault, como antes Nietzche, piensa a la normalidad como una construcción social, en el que el poder se ejerce a través del saber, en especial el de la psiquiatría y las ciencias humanas, que definen qué es normal y qué no, que es sano y qué es enfermo, qué es loco y qué no, etc. Por lo tanto, el concepto mismo de normalidad es algo que, desde Foucault en adelante, ha sido puesto en cuestión. Por lo tanto, no se trata de pensar en una nueva normalidad, sino de cuestionar la idea misma de normalidad, vieja o nueva.
¿Quiénes salen perdiendo y quiénes ganan tras esta pandemia?
Cada una de tus preguntas ameritarían libros enteros como respuesta… Con la pandemia estaríamos en presencia de un triunfo de las grandes corporaciones concentradas globales (de diferentes rubros: laboratorios, Amazon, etc.) y una pérdida de la autonomía de los estados nacionales, que, por supuesto, ya estaban en crisis desde mucho antes.
El arte no debe convertirse nunca en un modo de la decoración de interiores
¿Qué papel juega el arte en este contexto de crisis sanitaria, económica y social?
Preferiría pensarlo a la inversa: qué es lo que no debe hacer el arte. Pues, diría, el arte no debe convertirse nunca en un modo de la decoración de interiores.
Usted habla de la lengua como mercancía. ¿Por qué considera que la lengua es una mercancía?
La lengua se compra y se vende, como una mercancía cualquiera. Compramos mensajes de textos, palabras por WhatsApp, discos duros que almacenan textos… sobre esto escribí largamente en 'Fantasma de la vanguardia'.
¿Considera que existe un colonialismo de la lengua en la literatura en español?
Si la lengua es un producto, y ese producto circula dentro de los parámetros del capitalismo tal como lo conocemos, entonces en esa industria, como en cualquier otra, hay lugares centrales y zonas periféricas, lugares de poder y caminos alternativos. Nuestro trabajo es describir esos procesos y, en la medida de lo posible, ponerlos en cuestión.
“Es el momento de repensarlo todo, incluida la utopía de una lengua en libertad”. Ha pasado casi un año desde que escribió esta frase para el libro 'El ensayo empieza aquí' durante el confinamiento total por el coronavirus. ¿Cómo ha cambiado su punto de vista en este sentido a lo largo de este año?
Yo ya tenía una idea muy crítica del presente, del capitalismo global de flujos financieros y, en lo que hace a nosotros, del modo de funcionamiento del mundo cultural y, aún más pequeño, del mundo editorial. Esos meses no han más que agravado ese estado de cosas.
¿Por qué la lengua nunca será libre?
Te respondo con una frase de Barthes, de la que soy muy deudor: “En la lengua, pues, servilismo y poder se confunden ineluctablemente. Si se llama libertad no solo a la capacidad de sustraerse al poder, sino también y sobre todo a la de no someter a nadie, entonces no puede haber libertad sino fuera del lenguaje. Desgraciadamente, el lenguaje humano no tiene exterior: es un a puertas cerradas. Solo se puede salir de él al precio de lo imposible: por la singularidad mística (…) o también por el amén nietzscheano, que es como una sacudida jubilosa asestada al servilismo de la lengua(…) Pero a nosotros, que no somos ni caballeros de la fe ni superhombres, solo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas con la lengua, hacerle trampas a la lengua. A esta fullería saludable, a esta esquiva y magnífica engañifa que permite escuchar a la lengua fuera del poder, en el esplendor de una revolución permanente del lenguaje, por mi parte yo la llamo: literatura.”
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