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El colegio vuelve 47 años después a Argelita, un pueblo de Castellón de 160 habitantes

Las instalaciones del nuevo colegio de Argelita, ubicado en la casa de cultura del pueblo.

Miguel Giménez

València —

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En 1974, la localidad de Argelita (en la comarca castellonense del Alto Mijares) perdía su escuela, “a pesar de que había bastantes niños”, tal y como reconoce el alcalde, Aitor Balfagón: “Entonces se cerraron varios servicios públicos en toda la comarca”. El pasado 8 de septiembre, 47 años después, el colegio reabrió sus puertas en este pueblo de 160 habitantes con once alumnos escolarizados, cinco en Infantil y seis en Primaria. Se trata de niños que estaban escolarizados, hasta el curso pasado, en Fanzara (situada a algo más de ocho kilómetros por la sierra de Espadán) y en Onda (a 21,5 kilómetros por carretera de montaña), y que debían recorrer unos cuarenta minutos en autobús escolar que circula por diferentes municipios para llegar a la escuela o regresar a casa, lo que implicaba que se tuvieran que levantar a las 6.45 horas para poder llegar a clase a las 9.

De este modo, desde este curso, las clases regresan a Argelita en el local cultural de la mano de dos tutoras (Eva y Cristina) y los maestros itinerantes del CRA (Centro Rural Agrupado) Espadán-Mijares, que impartirán algunas de las asignaturas. El aulario de Argelita, que cuenta con un comedor del que disfrutan los once niños del centro, forma parte de un colegio con sedes en las localidades rurales de Fanzara, Sueras, Tales y Ludiente.

Un proceso de seis años

Todo surge hace seis años, cuando el alcalde de Argelita participó en una reunión para abordar medidas contra la despoblación. “Se nos comunicó que se iban a ofrecer facilidades burocráticas a los municipios para abrir escuelas, que se podrían poner en marcha con hasta cinco niños”, relata el alcalde, quien explica que fue entonces cuando se les encendió la bombilla: “Había que intentarlo, pero teníamos que tener suficientes alumnos, porque con solo cinco o seis estaríamos en el limbo y se podría recuperar un año para perderla al siguiente. Queríamos tener una escuela, pero con continuidad”.

Para ello, el Ayuntamiento se planteó el objetivo de intentar atraer a familias con niños. “Hace un par de años se lo planteamos al pueblo y la iniciativa fue aprobada casi por unanimidad, así que nos pusimos en contacto con Cruz Roja, Cáritas o la Federación Valenciana de Municipios y Provincias para buscar a gente que pudiera arraigar en nuestra comunidad”, sostiene Balfagón.

En unos meses consiguieron atraer a tres familias de diversas procedencias pero todas con algo en común, originariamente provenían de zonas rurales para que el entorno no les resultara extraño. Se trata de una familia de refugiados sirios, otra de Colombia y otra de Albania. Para atraerlos, se les facilitó el primer año la vivienda -ellos se hacen cargo de los gastos de luz, agua, gas...-, a partir de octubre se les cobrará un alquiler, y se les incluyó en programas de empleo de la Generalitat Valenciana: “El objetivo era que progresivamente fueran emancipándose y facilitar su integración, y lo cierto es que se han adaptado perfectamente”.

Aunque al principio la iniciativa fue acogida con cierto escepticismo, “porque la gente no acababa de creérselo”, la reapertura de la escuela ha supuesto “una alegría para todo el pueblo”.

Aprovechar las herramientas

Balfagón reconoce que lo que han hecho es “aprovechar las herramientas que ha facilitado la Administración”. , “Al final hemos conseguido algo tan importante como tener una escuela en el pueblo”. Precisamente, como reconoce el conseller de Educación, Vicent Marzà, la apuesta del Gobierno valenciano es “donde hay escuelas, mantenerlas, y donde no las había, intentar abrir nuevas”, al tiempo que apunta que desde el sistema público se pueden desarrollar políticas contra la despoblación.

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