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El limbo del 27J

José Manuel Rambla

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Hoy debería estar volando hacia Manaos, pero alguien decidió hace tiempo suspender mi vuelo sin avisarme. Es lo que tienen las compañías aéreas, que en ocasiones aplicando lógicas extrañas deciden dejarnos en el limbo, colgados en un lugar no previsto a mitad de camino de nuestro punto de partida y nuestro destino. Bueno, las compañías aéreas y los países como España que cuando todo parece estar listo para embarcar optan con alevosía por informarte de que el comandante de la nave ha decidido modificar el rumbo anunciado para dejarte en el limbo.

Y todo se pone patas arriba y a los españoles se nos queda la cara de las pinturas negras de Goya. A todos no, claro, a sólo una parte. Otra parte se apropiaba del eslogan de Unidos Podemos “sí se puede”, pero cantarlo delante de la sede del Partido Popular. Era un canto cargado de arrogante provocación que inevitablemente nos remite a la memoria del chotis Ya hemos pasado con que Celia Gámez parodiaba el grito de resistencia republicano y daba la bienvenida a las tropas franquistas que ocupaban Madrid.

Allí, desde el balcón de la calle Génova, Mariano Rajoy saludaba como un emperador, victorioso pero campechano, en mangas de camisa y sustituyendo la corona la corona de laurel por una humilde tiara de hojas de alcachofa. Ahora, cautivo y desarmado el ejército rojo bolivariano, el renovado caudillo, tras recibir los vítores de sus acólitos, ya puede el balcón de la sede popular para regresar a la calidez reconfortante del plasma desde donde intercambiar correos con Jean-Claude Juncker sobre los pormenores del próximo ajuste.

Su satisfacción pone de manifiesto que España no es tan distinta de Europa como pensábamos y que nuestra alegría por la ausencia entre nosotros de una pujante extrema derecha era sólo un espejismo: también nosotros tenemos un sector social proclive al autoritarismo, ultranacionalista, xenófobo, al que no le importa la corrupción, ni las conspiraciones que pueda promover un ministro del Interior. La única diferencia con Francia, Alemania, Austria o la díscola Gran Bretaña, es que los fachas del terruño no necesitan ningún partido nuevo pues el PP los acoge a todos, del liberal más moderado, para desespero de Albert Rivera, al ultramontano más casposo.

Mucho menos exultante se mostraba en la calle Ferraz Pedro Sánchez. Se había dejado cinco diputados por el camino, pero se veía con la fuerza suficiente para reclamarse el líder hegemónico de la izquierda. Y es que los socialistas habían conseguido superar la amenaza del sorpasso de Unidos Podemos, al menos en las suficientes comunidades autónomas como para permitir una sonrisa helada al secretario general. No en todas, claro, en Madrid, Cataluña, País Valenciano, Navarra, Euskadi y otras comunidades sus esfuerzos de recuperación no han dado lo frutos suficientes. En otras, el sorpasso les ha llegado por la derecha como en Extremadura o en Andalucía, el gran feudo del socialismo español donde Susana Díaz, a fuerza de alarmar a su electorado con el grito de la patria se rompe ha visto como muchos de sus paisanos optaban por alistarse a las huestes de don Mariano y su Santiago y cierra España.

Paradójicamente, todo ello ha provocado que, pese a los esfuerzos antindependentistas de Jorge Fernández Díaz, hoy el único lazo político y emocional con España de aquellos territorios discrepantes con el actual modelo autonómico, sea precisamente el que representa Unidos Podemos, los grandes derrotados de la noche. La desaparición de un millón de votos en sólo seis meses pone de manifiesto la implacable guerra sucia a que esta coalición ha sido sometida en las últimas semanas. Pero también las debilidades del propio proyecto al que le falta todavía asentarse por las bases y le sobra narcisismo, no sólo a Pablo Iglesias, sino también a algunos sectores de la izquierda, siempre encantados de conocerse a sí mismos. Frente al aporreamiento mediático al que iba a ser sometido, reivindicar la sonrisa era un contraataque demasiado inocente. Criticado por su moderación por unos y por su radicalidad por otros, el resultado ha sido un mensaje que parecía centrar los motivos de ilusión no en los cambios democráticos y sociales por los que se pretendía luchar, sino en ver quién se hacía con la medalla de plata en una carrera electoral que, de este modo, era más fácil de presentar para tertulianos y estadistas como un juego de apuestas deportivas más que como una pugna ideológica, social, económica y política.

Así las cosas, no resulta descabellado augurar que en los próximos días no faltarán mediáticos intereses por destaparles la caja de los truenos a Alberto Garzón e Iglesias. De cómo lo superen y de cómo evolucionen los próximos meses políticos, dependerá el que Unidos Podemos, que sigue siendo la propuesta de confluencia progresista más importante de la reciente historia democrática española, mantenga su capacidad de movilización política y social.

Por fortuna, la compañía aérea ha conseguido reubicarme en otro vuelo, con más escalas y una mayor duración. Mi viaje a Manaos se alargará un poco más de lo previsto, pero mi destino parece asegurado. Quiero pensar que también el país encontrará la forma de continuar su viaje colectivo hacia un puerto mejor. Que el 26J sólo ha sido un contratiempo imprevisto que altera momentáneamente nuestros planes de futuro, que sólo un poco más tarde conseguiremos abandonar este limbo al que nos tienen atados hace ya demasiados años.

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