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CV Opinión cintillo

Idea por Leila (una historia de afinidades electivas)

La poeta Idea Vilariño.
11 de mayo de 2025 22:07 h

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Quién era Idea Vilariño. Vale la pena conocerla, porque sus poemas son como puñetazos. Porque escribió el desgarrador Ya no será, que podría ser el epitafio de cualquier relación amorosa. Porque sus textos pueblan algunos perfiles de redes sociales con brevedad y crudeza: 

“Dónde el sueño cumplido / y dónde el loco amor / que todos / o que algunos / siempre / tras la serena máscara / pedimos de rodillas”.

Los datos que encontramos sobre Idea: uruguaya, nace en 1920 y muere en 2009. Conocida por sus contemporáneos como profesora, traductora, editora y, sobre todo, poeta; Idea publicó poco y se arrepentía después con frases gigantes como la que recoge Benedetti en Los poetas comunicantes (1971): “Escribir poesía es el acto más privado de mi vida, realizado siempre en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada”. Logró mantener una cierta aura; fue activa en política, rechazó premios, publicó cuanto y casi cuando quiso y fue, claro, la famosísima amante de Onetti. Ese romance de décadas, en las que se entrecruzó con las últimas esposas del gran novelista uruguayo, es la máscara con la que se opaca a Idea Vilariño.

Yo conocí a Idea por Leila. 

Leila Guerriero es periodista y vive en Buenos Aires. Escribe para El País, colabora en La Ser y tal vez estén al tanto del éxito de su último libro, La llamada. Conozco a Idea por Leila, decía, pues ha escrito en varias ocasiones sobre aquella. La más amplia es el perfil periodístico que publica apenas un año después de la muerte de la poeta. Recoge ese mismo texto en Plano Americano (2013) y lo coloca justo antes del de Dorothea Muhr, la cuarta y última esposa de Onetti, que no ignoraba el romance entre los dos escritores. Qué retranca, Leila. El de Vilariño es un retrato en el que se advierte ya una simbiosis expresiva entre ambas. Se abre así:

“¿Quién era usted?

De quien dicen que plantaba jardines y los hacía florecer allí donde viviera. De quien dicen que era dura, implacable y hermosa, hermosa, hermosa. [...] Quién era usted, usted que hablaba poco y que habló tanto —tanto— de un solo amor de todos los que tuvo: de uno solo. Quién era usted. Usted, el haz de espadas. Usted, que dejó trescientas páginas de poemas, nada más, y sin embargo. Usted, que se murió en abril y en 2009 y que a su entierro fueron doce. Usted, que dejó una nota: “Nada de cruces. No morí en la paz de ningún señor. Cremar”.

Usted: ¿quién era?

Con ese mismo estilo sincopado y poliédrico (Leila da siempre varias versiones de la cosa), se recorre la infancia de Idea, sus comienzos poéticos, su gran amor con Onetti, con otros. Su muerte. Y se intercalan poemas, a veces completos, a veces fragmentados. Leila los entremete con barras oblicuas en su prosa, sin glosas ni explicaciones. Son como un fogonazo en el texto, pero apenas dan tiempo a ver nada en claro. Cuando Leila afirma, al principio, que Idea era “hermosa, hermosa, hermosa”, ¿acaso no resuena el modo en que Vilariño cuenta cómo conoció a Onetti: “Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré”? 

La periodista y escritora Leila Guerriero

Leila relata la brutal pelea que lleva a Idea a separarse de Onetti y que se cifra en el famoso poema titulado Ya no será (“esa enumeración atroz”, lo llama Leila), cuyo último verso es el lapidario “no te veré morir”. Apenas ese adjetivo, atroz, nos ayuda a entender cómo se construye este perfil, en el que la técnica de la omisión de la anécdota llega a su grado máximo. Al morir Onetti, Idea escribió en su diario:

“De tarde dicen que ya lo incineraron. Es un poquito de cenizas, todo aquel hombre, el amor mío.” 

El amor suyo. [añade Leila]

“El amor mío.” 

Esto hace Leila. Repite las palabras de Idea, no añade casi nada, apenas algún adjetivo. Sobre todo, repite. Hasta cinco veces escribe Leila “se dice mucho” y recoge versiones contradictorias, maliciosas en torno a Idea, esa mujer. No obstante, Leila sí nos da una clave en este perfil: “El centro de mi vida ha sido una corporalidad invasora, ávida, que asediaba mi trabajo de escritura”, afirmaba Vilariño. Sin duda, la poesía de Idea comienza entonces a asediar las columnas de Leila. En lo sucesivo, esta la mencionará de forma explícita en varias ocasiones, como en Era la vida, de 2014: 

A fin de año, más que nunca, la vida no es la vida, sino una patética declamación de buenas intenciones, una renovación del permiso de postergarlo todo, una fe idiota en que nunca será demasiado tarde para nada. […] y esa bestia terrible de la poesía, la uruguaya Idea Vilariño, dijo, mejor que nadie, peor que nunca: “Alguno de estos días / se acabarán las bromas y todo eso / esa farsa / esa juguetería / las marionetas sucias / los payasos / habrán sido la vida”. 

El poema de Idea apuñala de golpe todas las vanas (y humanas) intenciones de año nuevo. Cuando le preguntan sobre la función de la poesía en su escritura periodística, Leila contesta que los versos son más que ornatos u homenajes, que impactan de una manera emocional, casi física. Subraya la corporalidad invasora de la poesía, que procura trasladar a sus columnas para multiplicar sus efectos: “La poesía tiene esa economía de recursos que funciona como un fustazo, un latigazo; ese verso corona lo que tú dijiste de una manera más embarrada”. La periodista usa de sus afinidades electivas para afilar el lenguaje de sus textos. A finales de 2022, publica El teatro negro del amor, una columna oscura sobre las oscuras y melodramáticas relaciones de pareja. La corona el brutal poema de Vilariño: “Decir no / decir no / atarme al mástil / pero / deseando que el viento lo voltee / que la sirena suba y con los dientes / corte las cuerdas y me arrastre al fondo/ diciendo no no no/ pero siguiéndola”. 

Para Leila, la poesía tiene su propia fuerza gravitacional, pues atrae hacia sí las cosas que quedan fuera de la página y cuyo peso soporta. Adora poder “traficar” sus versos favoritos en las columnas, desgajarlos con violencia del contexto primero para que propongan lecturas distintas. En una columna a tenor de la venganza musical de Shakira contra Piqué, Guerriero recuerda que Idea le quitó a Onetti su dedicatoria del libro Poemas de amor. Y que a él seguía doliéndole tiempo después. Parece casi una excusa, en realidad, para volver a contar la historia desgarradora de la pareja, citar de nuevo algún fragmento del poema Ya no será y decir “Idea, qué trágica, qué árida”. 

A ti, que afirmas que la poesía cuando acontece es el fuego, Leila, también te digo “qué dura, qué feroz, qué bien escribes”.

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