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El hospital Sueco-Noruego de Alcoi, ejemplo pionero de ayuda humanitaria hacia el bando republicano

El Hospital Sueco-Noruego por el artista Antoni Miró.

Emilio J. Salazar

Alicante —

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Un día antes de que Guernica fuera bombardeada por la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria, de que Italia y Alemania asestaran un duro golpe a la Segunda República Española, Suecia y Noruega inauguraban en el Alcoi de la retaguardia un hospital levantado gracias, en parte, a la solidaridad de los trabajadores escandinavos.

Era 25 de abril de 1937 y el bando republicano acogía con los brazos abierto una ayuda humanitaria precursora, recuerda Àngel Beneito Lloris, historiador encargado de rescatar del olvido esta institución hospitalaria que fue alimentada por la recaudación popular. El único precedente, quizás, tuvo lugar dos años antes cuando los escandinavos habían protagonizado algo de ayuda en la invasión italiana de Etiopía. Pero insiste Beneito, “siempre han sido pioneros en este tipo de acciones humanitarias”.

Este profesor de Geografía e Historia, ya jubilado, se encontraba en la década de los 90 investigando sobre cómo las epidemias y contagios habían condicionado la vida de Alcoi cuando se topó con la historia del hospital Sueco-Noruego. Tirando del hilo dio con algunas de las enfermeras alcoyanas que habían servido en este centro, pero solo le pudieron aportar algo más de la información que aparecía en la hemeroteca.

La insuficiente información en España, relata al principio de su libro ‘El hospital Sueco Noruego de Alcoi durante la Guerra Civil española’ (Visual Producciones), le llevó a viajar a Escandinavia donde encontró documentación esparcida por estos países. Así, en los archivos de algunos municipios de Suecia halló datos específicos de cómo fue la ayuda humanitaria que ofrecieron esos ayuntamientos.

Una ayuda que comenzó tras el estallido de la Guerra Civil, con manifestaciones por las calles en defensa de la República, con pancartas con lemas tipo “su lucha es nuestra lucha”, como retrató el artista Antonio Miró en una serie pictórica con motivo del 75 aniversario de este hospital.

Por su parte, la clase trabajadora escandinava había hecho suya la defensa de la causa republicana. Al poco tiempo se creó en Suecia y Noruega los comités de ayuda a España, formados por políticos, sindicatos, asociaciones cívicas y culturales progresistas que se juntaron para recabar dinero para España. “Recogieron donativos, medicinas, comida… incluso hubo trabajadores que dedicaron unas horas del día de su trabajo para ayudar a España”, rememora este investigador.

El movimiento solidario creció tanto que estos dos comités unieron fuerzas, formando el comité Sueco-Noruego de ayuda a España. Fue entonces cuando fueron un poco más allá e impulsaron un hospital de sangre para los soldados que caían heridos en el frente.

Hospital

Este doctor en Historia pudo continuar su investigación gracias a los testimonios de los familiares de los médicos y enfermeras que se desplazaron a Alcoi, una expedición de unas 30 personas que permaneció desde abril hasta septiembre en el hospital. “Mi padre nos contaba cada Navidad que había estado en la guerra en España”, señala Beneito que le describía el hijo de un médico, “y la familia no se creía el alcance que tuvo aquella acción”.

Una vez creado el comité conjunto, enviaron una carta a Federica Montseny, la ministra de Sanidad de la República, y le ofrecieron la posibilidad de montar un hospital de sangre con 100 camas, totalmente gratis, que vendría acompañado de un equipo quirúrgico, ambulancias, modernos aparatos de rayos X…

El compromiso era dotarlo de personal sanitario medio año y cuando estuviera totalmente montado se lo cederían al cuerpo de seguridad de la República, pero con la condición de que el municipio donde se instalara tenía que estar en la retaguardia, tenía que tener acceso por tren para que pudieran llegar en tren los heridos, y tenía que ser un edificio en condiciones.

La ministra aceptó “de buen grado” la propuesta y les propuso el edificio recientemente construido para albergar la Escuela Industrial en Alcoy, localidad que tenía entonces 43.000 habitantes. El planteamiento inicial se acabó transformando, ampliando a 750 el número de camas mientras se le dotaba de una granja con pollos, patos, piara de cerdos… hasta 1.500 animales para ser autosuficientes y como complemento a los alimentos en conserva que trajeron.

Durante el tiempo que estuvo el personal escandinavo, se realizaron 1.224 operaciones de las cuales murieron solo 7 personas. Cuando se marcharon, buscaron a una persona de reconocido prestigio para gestionar el hospital, y encontraron al doctor Manuel Bastos Ansart, experto en el tratamiento de heridas de guerra que llegaba desde el Hospital Militar de Madrid. Pero las muertes ascendieron, según los datos de Àngel Beneito, en el año posterior, cuando murieron 132 personas, jóvenes que en su mayoría que no rebasan los 30 años.

Bombardeos

Alcoi sufrió siete bombardeos de la Aviación Legionaria italiana con base en Baleares durante la contienda, que se tradujo en más de 30.000 kilos de explosivo lanzado. El 22 de septiembre de 1938 el Hospital Sueco-Noruego, ya bautizado como Hospital Militar Base, recibió uno de los impactos de bomba, causando la muerte de varios internos, siendo el cuarto ataque ya el 16 de octubre el que dañó parte del inmueble.

Las autoridades sanitarias decidieron evacuar el hospital. Una parte de los heridos se los llevaron al hospital de campaña de Ontinyent por su servicio quirúrgico, y otros se fueron con el doctor Bastos a Villajoyosa a un pequeño centro de convalecientes.

Con la victoria del bando nacional, Franco utilizó el hospital alcoyano como prisión. Con el nombre de cárcel del Generalísimo, los reclusos fueron principalmente alcaldes, concejales o sindicalistas. Unos consiguieron salir con vida al cabo de un tiempo, otros, como el alcalde de Alcoy, Evaristo Botella Asensi, fue fusilado. El doctor Bastos Ansart acabó detenido y condenado a 12 años y un día de cárcel.

Durante el franquismo, este emblemático edificio pasó a tener la función por la que originariamente había sido creado: albergar la Escuela Industrial. En la actualidad, es propiedad de la Universitat Politécnica de Valencia (EPSA) donde periódicamente acoge reconocimientos y homenajes por la gesta solidaria escandinava.

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