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“El sistema penal es muy hostil para las víctimas de la violencia machista”

La doctora en Derecho Penal, Miren Ortubay

Eduardo Azumendi

La doctora en Derecho Penal y diplomada en Criminología, Miren Ortubay, tiene claro que el sistema penal es muy hostil para las víctimas en general, pero especialmente para las de la violencia machista. “Sienten que se duda de ellas durante el proceso. Muchas no se sienten escuchadas. Es un camino muy difícil y el mito de las denuncias falsas se exagera porque se acusa a las víctimas de inventarse historias para conseguir ventajas. Se las desprestigia y se alimenta el bulo”. La principal ocupación profesional de Miren Ortubay durante los últimos años ha sido la docencia del Derecho penal, como profesora titular en la Universidad del País Vasco, donde imparte, entre otras asignaturas, la de Violencia contra las mujeres: Prevención e intervención. Desde esa posición analiza las luces y sombras de la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, aprobada en 2004.

Se han cumplido 13 años de la ley contra la violencia de género. ¿Cuál es su balance?

Las leyes no son varitas mágicas, no solucionan problemas sociales. Son instrumentos. En la medida en cómo se aplican funcionan mejor o peor. La ley fue un avance muy importante y ha funcionado muy bien para muchas cosas. El problema es que se trata de una criatura a la que no se ha alimentado. En primer lugar, es un problema de que no se ha puesto dinero para aspectos fundamentales, como la educación, sensibilización, formación de profesionales…No se está dando toda la formación necesaria. Sigue siendo voluntaria. No basta con saber cómo son las heridas para los sanitarios o cómo son los delitos en el Código Penal. Hay que conocer las características de la violencia sexista, de cómo afecta a las mujeres, cómo les cambia su vida. Todo eso lo deben saber y muchas veces quienes se ocupan de las víctimas no tienen esa preparación. Se ha invertido dinero en recursos puntuales.

En las encuestas que se hacen sobre los problemas que preocupan a los ciudadanos, la violencia machista figura muy atrás. ¿Puede que eso haga que no sea una prioridad en la agenda política?

Desde luego que no. Solo está en la agenda de los políticos cuando se produce un movimiento social de cualquier tipo. Entonces sale un político a decir ‘vamos a cambiar la ley’, algo que resulta muy barato y se puede hacer de un día para otro. Pero es demagogia pura. Frente a un problema social en lugar de buscar las causas se cambia la ley. Con el atentado de Barcelona algunos exigían cambios en la ley y han tenido que salir los juristas a decir que los asesinatos terroristas ya están castigados con la prisión permanente revisable, es decir, con la cadena perpetua. No se puede subir más. Habrá que buscar las causas. Con la violencia de género pasa lo mismo. Cada vez que se ve que hay un problema se cambian las leyes aumentando los castigos. En el pacto de Estado se dice que el sistema penal no funciona y en vez de revisarlo al final las medidas que se toman es cambiar la ley para subir las penas. Y eso no sirve.

Da la sensación de que al final se deja todo en manos del sistema penal.

El sistema penal es necesario, imprescindible, pero va sobre la violencia directa. Se nos olvida la desigualdad estructural, que no aparece recogido ni como problema en ninguna encuesta de opinión. Mientras las mujeres solo por el hecho de ser mujeres cobren menos y sufran mayor precariedad laboral nunca tendrán la autonomía suficiente como para que en un momento dado decidan si se emparejan o rompen.

Las autoridades lanzan el mensaje a la víctima de que presente la denuncia, pero después da la sensación de que es un camino muy tortuoso y están solas.

Así es. Se ha avanzado mucho, pero en general se trata de algunas ayudas económicas limitadas en el tiempo que no se mantienen a lo largo de todo el proceso de cambio personal que supone salir de la violencia, que es muy largo. Para conseguir liberarse de una relación violenta hay que apoyar a las mujeres antes de la denuncia, durante el proceso judicial y después...o durante su camino al margen del sistema penal. Lo importante es que se vean capaces de afrontar el proceso de liberación de la violencia. El sistema penal no lo pone fácil.

¿Se refiere al mito de las denuncias falsas?

Las denuncias se retiran por mil motivos diferentes. El sistema penal es muy hostil para las víctimas en general, pero especialmente para las de la violencia machista. Sienten que se duda de ellas durante el proceso. Muchas no se sienten escuchadas. Es un camino muy difícily muchas no quieren o no pueden seguir colaborando con un sistema penal que no responde a sus necesidades ni expectativas...Pero en vez de preguntarnos por los obstáculos que encuentran las mujeres, se alimenta el falso mito de las denuncias falsas y se acusa a las víctimas de inventarse historias para conseguir ventajas. Se las desprestigia y se alimenta el bulo.

Y después están los juicios mediáticos...

Siempre han existido. Si eres maltratada tienes que ir llorosa, balbuceante y no saber explicarte bien. El machismo no es patrimonio de los hombres. Muchas veces cuando las mujeres llegan a un cargo con poder y se encuentran con ambientes hostiles intentan demostrar que no por ser mujeres son más blandas y se pasan al otro lado. Para no caer en los tópicos, muchas veces ellas son más duras. Las primeras que competimos por estar más guapas, más atractivas y por gustar somos las mujeres. Nos han educado así desde pequeñas y es necesario un esfuerzo consciente para solidarizarte con otras mujeres por encima de la competitividad. Una de las cosas más difíciles para una mujer maltratada es tomar conciencia de que eso que solo pensaba que les pasaba a las pobres, a las tontas y a las que no saben elegir pues le está pasando a ella. Lo mismo pasa con el machismo. Yo no soy machista, pero no me voy a bajar de los 20 centímetros de tacón.

¿Estamos retrocediendo en igualdad?

En muchas cosas estamos mejor que hace unos años, como en los recursos, pero al mismo tiempo hay un retroceso. El neoliberalismo nos ha convencido a las mujeres de que las normas del patriarcado y los estereotipos de género que antes lo vivíamos como imposiciones y restricciones de la libertad, ahora nos han convencido de que no. De que lo hacemos porque nos gusta. Por ejemplo, dejar de trabajar para cuidar a los hijos.

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