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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

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Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

La diversidad lingüística y las élites: preliminares

Alberto Penadés

Hoy me gustaría poner juntos algunos datos comparados que no siempre se ponen bajo el mismo árbol: cuál es la difusión de las lenguas de España y cuál es su distribución social. Estoy entretenido en esto por cómo se trata el asunto de la lengua en las encuestas de opinión pública, un asunto plomizo incluso para estas emisiones. Algunos datos provienen de los institutos de estadística de Cataluña, Galicia y el País Vasco, otros de las encuestas del CIS más recientes en estas Comunidades: las encuestas pre y post electorales para sus últimas elecciones autonómicas (los microdatos de Galicia y el País Vasco acaban de salir). Dejo el comentario sobre las fuentes para después del meollo.

La lengua y la clase social se sobreimponen en buena medida tanto en Cataluña como en Galicia, aunque con polaridades distintas: en Cataluña la élite es más catalanohablante que el resto, en Galicia es menos gallegohablante que la población. En todo caso, la difusión de la lengua en Galicia es bastante mayor, por lo que la distibución es más uniforme en todos los grupos. En el País Vasco, donde la difusión de la lengua autóctona es menor que en los otros casos, su distribución es, sin embargo, muy uniforme, por lo que la división de clase y la lingüística se entrecruzan más que se solapan. Tengo la impresión de que, al menos en el debate público, se piensa en la lengua, y sus políticas, pensando en la distribución de hablantes cuando, posiblemente, habría que mirar, sobre todo, a la distribución de quienes podemos considerar élite.

De las tres Comunidades históricas, Galicia es la Comunidad Autónoma donde el bilingüismo es más equilibrado en cuanto al peso demográfico de las dos lenguas oficiales, además de ser el lugar donde hay más personas para las que las dos lenguas son equiparables; Cataluña es una comunidad mayoritariamente castellano-hablante; y el País Vasco lo es muy mayoritariamente. Esto es lo que aparece tanto en los datos de primera lengua hablada o aprendida como en los datos de la lengua usada más comúnmente. Los usuarios corrientes de la lengua titular (como la llamaremos para abreviar) superan a los que la tienen como primera lengua en Cataluña y en Galicia, pero, al parecer, no en el País Vasco (para el modo de preguntar esto, véase más abajo). En todo caso, el perfil lingüístico de los dos indicadores es bastante congruente.

Si pensamos en la competencia, sin embargo, Cataluña y Galicia se encuentran en situaciones bastante parecidas. Según datos del CIS (y son coherentes con otras fuentes) los niveles de competencia en estas dos Comunidades, al menos a juicio de los propios hablantes, son semejantes en los dos casos, y ambos muy elevados. La competencia en euskera es menor: un 40% de la población no lo entiende en absoluto. Seguramente, la distancia lingüística entre las parejas de idiomas explica una buena parte del hecho. Además, es razonable suponer que el sistema educativo catalán también contribuya a que se cierre la brecha de comunicación entre las lenguas. Aunque, de nuevo, la proximidad entre las lenguas es lo que hace viable un sistema educativo de inmersión en la lengua minoritaria.

Existe, de una parte, una diferencia interesante entre Galicia y Cataluña en la distribución del idioma por clases sociales. Llamemos élite, para simplificar, a aquellos que tienen educación universitaria, que son entre un 30 y un 32 por ciento en cada una de las tres Comunidades Autónomas históricas. En Galicia la élite es muy bilingüe, y más hispanófona que el resto de la población, donde predomina el gallego. En Cataluña sucede justo lo contrario: el catalán predomina en la élite, pero no en el resto de la población. De otra parte, el contraste entre Cataluña y el País Vasco es también muy importante. En el País vasco la élite es, en su mayoría, castellano-hablante, dividiéndose de forma parecida a como lo hace el conjunto del país.

Me gustaría poder hablar de clases sociales en sentido estricto, en lugar de identificar el nivel socio-económico a través de la educación, pero no en todas las encuestas del CIS tenemos la información para hacer ese análisis. Aunque sí tenemos datos para observar la competencia lingüística, más que la lengua nativa, por clase social, y en ellos se confirma el sesgo hacia la clase alta a favor del catalán y en contra del gallego. El euskera también presenta un cierto sesgo de clase en la distribución de la competencia, pero como la competencia es generalmente más baja, el efecto predominante es que la élite está dividida por el idioma más que en otros lugares.

Como es lógico, la lengua está muy condicionada por el origen o lugar de nacimiento. En buena medida, la diferencia entre Galicia y Cataluña es una diferencia inducida por las pautas de migración. La clase social y el origen se sobre-imponen en Cataluña y, con ello, también la lengua (aunque incluso entre los nacidos en Cataluña, la competencia lingüística en catalán también es mayor cuanto mayor la clase social). En Galicia, en realidad, es más frecuente encontrar inmigrantes entre la élite que en el resto de la población, aunque la diferencia sea pequeña.

Sin embargo, la diferencia entre el País Vasco y Cataluña no parece depender del origen de las personas. La distribución de la lengua en el País Vasco entre las clases es mucho más uniforme que en Cataluña -la lengua divide a todas las clases sociales de forma parecida- a pesar de que sus élites son autóctonas en una medida parecida y de que el resto de la población contiene proporciones muy grandes de inmigrantes en los dos casos.

Podemos pensar, como hipótesis, en algunas consecuencias. En particular, algo tendrá esto que ver con los modelos lingüísticos que se siguen en la vida pública y, especialmente, en la escuela. Con sus más y sus menos, en Galicia se aplica un modelo bilingüe, con un suelo mínimo de 50% de gallego (no siempre respetado) y flexible, pudiéndose adaptar a las preferencias de los hablantes, mientras que en Cataluña hay un modelo único en catalán y en el País Vasco modelos separados, donde la enseñanza solo o predominantemente en euskera es una opción. A mí me gustan los tres, no estoy juzgando nada, solo quiero llamar la atención de que las preferencias de las élites puede que determinen el resultado mucho más que los discursos teóricos.

(También podemos pensar en la distinta la presencia simbólica de los idiomas. Ibarretxe, por ejemplo, se mostraba orgulloso de haber aprendido euskera, y hablaba de ello con gusto. Lo había hecho, además, solo al culminar su carrera política, pues nunca lo necesitó ni en su vida personal ni profesional. Montilla empezó a aprender catalán desde que conoció a su novia y primera esposa, si no antes, y lo usaba en los mítines cuando podía. Es cierto que Montilla no es de origen catalán e Ibarretxe sí es de origen vasco, pero sería difícil que alguien hubiera cuestionado en público la competencia de Ibarretxe, o el hecho mismo de que lo tuviera aprendido, mientras que Montilla tuvo que cargar con cierto desprecio por su mal catalán. Recuérdense declaraciones de la familia Pujol, que nunca defrauda: “pienso que el presidente de la Generalitat ha de hablar bien el catalán”, dijo Marta Ferrusola, entre otras cosas más referidas a su origen andaluz; Oriol Pujol dijo que convertiría a Cataluña en “una gran Murcia”, aunque dicho “con respeto para los murcianos”. Alguien podría hablar de cierta ansiedad de clase, aunque yo solo lo digo como broma. Montilla fue President y Cataluña es un gran país, también por eso.)

El asunto de la lengua y el voto, que es más espinosillo, lo dejamos para otra vez.

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En cuanto a los datos.

La fuente de los datos es IGE para Galicia, Idescat para Cataluña y Eustat para el País Vasco. Los datos tienen modos de recogida distintos. En Galicia se trata de una encuesta a 9216 hogares (un miembro de cada hogar informa sobre el resto) y la última está realizada en 2013. En Cataluña los datos se obtienen de una encuesta sociolingüística a la población residente de 15 o más años (el tamaño de muestra es de 7257, y también es de 2013. En el País Vasco, el dato sobre lengua materna proviene del censo de 2011 (el último), por lo que lo podemos tomar como un recuento. El dato de lengua habitual, sin embargo, se extrae de una encuesta sociolingüística del mismo año (a una muestra de 2211 personas).

No he podido encontrar datos equivalentes y comparables (censales y del CIS) para Navarra, Islas Baleares o Valencia, o cualquier otra Comunidad.

Los institutos de estadística son muy poco amigos de medir apreciaciones subjetivas, tales como opiniones y autoevaluaciones, y se concentran en características objetivas y en conductas. Eso se lo dejan a las encuestas de opinión, como las del CIS. En el caso de la lengua, nunca preguntan por la competencia (lo que requeriría que el hablante se autoevalúe) sino por la frecuencia de uso, o su ámbito. Hay una pregunta que bordea lo actitudinal, que es preguntar por la “lengua materna”, pues esto tiene ciertas connotaciones identitarias, tal y como se hace, por ejemplo, en el País Vasco. En Galicia se pregunta en qué lengua aprendió uno a hablar, con lo que el atributo afectivo se convierte en conducta. El instituto catalán la desdobla en dos: pregunta por la “lengua inicial”, con lo que se despoja el término de buena parte de la carga semántica identitaria, pero luego se añade una pregunta que, de frente, inquiere por la “lengua de identificación”, aquella que se considera “propia” (algo que hoy pasaremos por alto). Se diría hay lugares donde la identidad parece estar tan objetivada que pese a la alergia de los estadísticos por una pregunta de ese género sus normalmente rígidas defensas no se desatan. En cuanto a la lengua habitual, en Galicia se da la opción “siempre en castellano”, “más castellano que gallego”, “más gallego que castellano” y “siempre en gallego”, mientras que en Cataluña y en el País Vasco se debe optar por una de las dos lenguas o por “ambas por igual”, lo que favorece respuestas más polarizadas. En el País Vasco no dicen “lengua habitual” sino “lengua de casa”.

Para la lengua habitual de Galicia se han agregado “siempre castellano (gallego)” y “más castellano (gallego) que gallego (castellano)”. Si agregáramos a los que usan ambas, domine la que domine, la distribución de la lengua habitual sería esta: siempre gallego 31%, siempre castellano 26% y ambas (en cualquier proporción) 42%.

El CIS pregunta tanto por la lengua materna como por la competencia lingüísitca (autoevaluada). Por desgracia, no siempre lo pregunta. En las últimas encuestas postelectorales de Galicia, País Vasco y Cataluña tenemos competencia lingüística, pero solo en el País Vasco tenemos, además, la pregunta por la lengua materna. En las encuestas pre-electorales de las tres Comunidades sí tenemos las preguntas completas. La fidelidad con la que se recoge esta información es bastante aceptable, aunque se tiende a sobre-representar el número de hablantes de la lengua titular en cada Comunidad. Teniendo en cuenta que el CIS no ha hecho la transición autonómica, o solo a medias, y no entrevista sino en español, al menos oficialmente -los entrevistadores se las arreglan como mejor pueden, lo que introduce un elemento de distorsión no controlada- el resultado es muy bueno. Por ejemplo, en la última encuesta post-electoral en el País Vasco el CIS recoge a un 71,2% de hablantes de castellano como lengua materna y 22,6% hablantes de Euskera. Los datos de censo son 72 y 19 %, lo que supone que el CIS se aproxima bastante bien, con cierta sobre-representación, común a casi todas las encuestas, de los hablantes de la lengua titular.

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