A Ximo Puig le fallaron los socios
Los mismos que lo auparon a la presidencia de la Generalitat Valenciana en 2015 con los peores resultados de su partido en toda la etapa autonómica, le han fallado este 28 de mayo al socialista Ximo Puig: sus socios del Pacto del Botánico. Pese a que su partido, el PSPV-PSOE, ha subido cerca de cinco puntos sobre los resultados de 2019 y media decena de escaños, el descenso de Compromís, que se deja dos puntos y medio y dos diputados, y sobre todo la debacle de Unides Podem, que se ha hundido por debajo del 5% necesario para entrar en las Corts Valencianes y ha perdido sus ocho parlamentarios, han condenado a la izquierda valenciana al naufragio frente al empuje de la derecha.
La reconfiguración del bloque de la derecha, con la desaparición de Ciudadanos y la agrupación de sus antiguos votantes en torno al PP y, en menor medida, en Vox, ha logrado levantar una ola lo suficientemente potente como para desbordar los diques del Gobierno del Botánico, más vulnerables como más a la izquierda se han situado sus defensores. Un desastre importante, con repercusiones en toda España, dado el panorama que estas elecciones dibujan de cara a las próximas elecciones generales.
Puede considerarse que Puig, como presidente de la Generalitat Valenciana, no ha logrado construir una mayoría capaz de sobrevivir a una de las coyunturas más ásperas de la política española, con ese “antisanchismo” brutal que ha marcado la campaña y, en realidad, toda la legislatura. Pero lo cierto es que Compromís ha notado a faltar el tirón de la dimitida Mónica Oltra, pese a la imagen empática y el liderazgo que ha desplegado Joan Baldoví. Tampoco Joan Ribó ha logrado mantener el nivel de apoyo de 2019 en la alcaldía de València (los valencianistas han perdido un concejal decisivo) ni ha contado para evitarlo con un refuerzo de los socialistas, que han quedado en los mismos concejales de entonces en la capital valenciana. Y más cierto es aún que Podemos, con su deslizamiento hacia una forma cada vez más bronca de hacer política, ha ahuyentado a mucha gente desde esa esquina del tablero en la que ha decidido ubicarse, una gente con la que va a tener que aplicarse a fondo Yolanda Díaz para rescatarla, desde su plataforma Sumar, de la desmoralización y el pesimismo.
Punto final a la etapa del Pacto del Botánico, la encarnación de una política de colaboración de las fuerzas progresistas que ha cambiado la cara a las instituciones valencianas y que no merecía esta suerte en unas elecciones en las que han pesado factores muy diferentes a los méritos en la gestión. Ni las buenas cifras de empleo y económicas, con la implantación de la factoría de baterías de Volkswagen en Sagunto; ni el avance en los servicios sociales, ni la recuperación de hospitales privatizados, ni la reducción de las desigualdades, ni la positiva actuación frente a la pandemia, ni el hecho nada desdeñable de que la corrupción ha sido desactivada, han jugado prácticamente papel alguno en unas elecciones marcadas por la polarización de la agenda política española.
Vuelve el PP a las instituciones valencianas. Y lo hace, con Carlos Mazón al frente, un político superviviente de la época de Pablo Casado, y de Teodoro García Egea, en la dirección de la formación que ahora lidera Alberto Núñez Feijóo. La presencia de la extrema derecha de Vox en la aritmética promete, o amenaza, transformaciones traumáticas en el horizonte inmediato. Tanto Mazón como María José Catalá, exconsellera de Educación en la época de Alberto Fabra y alcaldesa in pectore de la ciudad de València, proceden del PP anterior a la llegada de Ximo Puig al Palau de la Generalitat, con todo lo que eso pueda significar. Pero a partir de ahora, como se ha apresurado a advertir el candidato de la extrema derecha, Carlos Flores, tendrán que contar con unos apoyos parlamentarios en las Corts Valencianes que les reclamarán “revertir las políticas del Botánico”. Así, en caliente, tiene pinta de ser algo más que un regreso al pasado.
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