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Sanitarios valencianos en primera línea contra la pandemia desbocada: “Salvar la Navidad ha sido un torpedo en nuestra línea de flotación”

Sanitarios se ponen los equipos de protección para asistir a pacientes COVID.

Miguel Giménez / Carlos Navarro Castelló / Emilio J. Salazar

València / Elche —

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La tercera ola de la pandemia ha puesto el sistema sanitario valenciano al borde del colapso, hasta el punto de tener que habilitar camas en espacios como cafeterías, gimnasios de rehabilitación, capillas o cafeterías de hospitales o de ampliar Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) en quirófanos, interrumpiendo la actividad quirúrgica salvo en los casos de pacientes oncológicos y los más graves, o en paritorios. Al desmesurado aumento de la presión asistencial se une que más de 2.000 sanitarios están en estos momentos de baja al haberse contagiado.

Alfonso Martínez es neumólogo en el Hospital General de Castelló; Ángela, Esther y José (enfermeros) y Silvia López y Rosa (auxiliares de enfermería) trabajan en el Clínico de València; Emi Pujadas es enfermera en el General de València, Sara Herreros es enfermera del Doctor Peset de València y Adoración Alcalá es jefa de medicina intensiva del Hospital General de Elche.

Todos ellos tienen algo en común: son sanitarios situados en primera línea en la lucha contra la COVID-19 en una de las comunidades más afectadas por la pandemia en este comienzo de 2021 y la primera de España en cuanto a saturación de las UCI por pacientes con coronavirus, con un 63% de ocupación (83% sumando al resto de ingresados por otras patologías).

“Nos encontramos totalmente desbordados, con dos camas de pacientes COVID en cada quirófano”. Esta es la situación que relata Emi, enfermera en la UCI del hospital General de València, quien añade que también se están habilitando camas en consultas externas: “Hemos pasado de tener 30 camas de pacientes críticos en situaciones normales a tener unas 80 y cada día quedan pendientes de ingresar entre 30 y 40 pacientes porque no hay camas. Es una auténtica locura”.

En el General de València se han habilitado cinco UCI, cuatro para pacientes de coronavirus y una para el resto de enfermos. Por eso cuestiona las cifra oficiales de ocupación de UCI: “Estamos al 150%, porque se están habilitando camas en quirófanos que se cuentan como si fueran de cuidados intensivos”.

“El tiempo nos dará una perspectiva del drama que estamos viviendo”, relata Alfonso Martínez, del General de Castellón, que califica la situación que viven día a día de “terrible”. “Lo vamos 'normalizando' hasta rozar lo patológico, y no, no es normal la cantidad de fallecidos que está habiendo”. El doctor Martínez asegura estar cansado física y mentalmente, “apático incluso. Se hace difícil dormir por las noches y la vida familiar es complicada”.

En el General de Castellón están “al borde del colapso”, con nuevas camas UCI habilitadas, con servicios como Medicina Interna o Neumología que “copan prácticamente la totalidad del hospital y precisan el apoyo del resto de especialidades y un hospital de campaña abierto para acoger a enfermos en la fase final de recuperación y derivación de pacientes no COVID al hospital Provincial”. Según explica, “todo esto nos pasará factura en algún momento, física y mentalmente”.

La situación en el Clínico en planta no es mucho mejor, “en cuanto queda una cama libre, enseguida se ocupa”, comenta Silvia, que añade que hay pacientes que llevan 48 horas esperando en Urgencias y que les suben a planta cuando la persona a la que se le ha dado el alta todavía no se ha marchado.

Emi Pujadas confiesa que en el General de València también están exhaustos, haciendo muchas horas extras: “No hay más personal y hay gente que se borra y directamente rechaza venir a COVID porque sabe lo que hay, con mucha gente nueva, que acabó la carrera hace seis meses y no tienen experiencia ni bagaje ni los conocimientos para estar en un servicio tan exigente y tan duro como es la UCI, con pacientes críticos”.

Psicológicamente se encuentran agotados, con diez pacientes a su cargo, “medicados con ansiolíticos”. Sienten mucha ansiedad y una impotencia porque “pese a darlo todo por el paciente, se acaban muriendo. Es muy frustrante cómo puedes llegar a ver morir a siete personas en una guardia”. Físicamente agotados y mentalmente “cansados y tristes”, coincide Silvia, que desarrolla su actividad en el Clínico.“Llevamos un año luchando contra un enemigo invisible y contra otro muy visible, que es la irresponsabilidad de la gente”, lamenta esta enfermera para explicar los motivos del agotamiento que padecen: “No hemos aprendido nada de los errores de la primera ola y no se ha preparado un plan de contingencia”. Una opinión que comparte Silvia, “claro que ha faltado previsión y es necesario un confinamiento domiciliario”.

En el hospital Doctor Peset la situación también es límite, según cuenta Sara Herreros: “Estamos mucho peor que en marzo y no nos ponen refuerzos, falta mucho personal especializado en las UCI, y aun así han trasladado especialistas a otras dependencias; el cansancio psicológico es tremendo; hace unos días llamé a una chica para preguntarle si quería despedirse de un familiar que estaba muy mal y me dijo que era el quinto de su familia que fallecía por coronavirus”.

Herreros cuenta que además en muchas ocasiones arrastran la carga hasta sus casas puesto que usan sus teléfonos personales para hacer videoconferencias entre pacientes y familiares y luego estos muchas veces les preguntan por sus parientes en días de descanso. “En la primera ola nos dieron unos teléfonos específicos para esas situaciones, ahora no sabemos dónde están”, explica.

La enfermera del Peset aconseja, a modo de prevención, “tratar a todo el mundo con el que nos encontramos o interactuamos como si fuera positiva en cuanto a distancias, mascarilla o lavado de manos”.

Adoración Alcalá es la jefa de servicio de Medicina Intensiva del Hospital General de Elche, uno de los más golpeados en la Comunitat Valenciana en estos momentos. No oculta su cansancio y recuerda que esta tercera ola es “muy diferente” a la primera, que apenas tuvo desgaste en la ciudad.

“Tuvimos la fortuna de que, cuando empezábamos a tener bastantes casos en marzo, se decretó el confinamiento a nivel nacional y tuvo un impacto positivo para el departamento porque no llegamos a tener el número de pacientes ingresados que estamos teniendo ahora”, afirma. Por ello, su punto de vista personal –matiza– es que es necesario un nuevo confinamiento. “Pienso que si nos confináramos en casa la transmisión se frenaría y nos daría tiempo a los hospitales a recuperarnos un poco”, afirma.

Otras de las diferencias con la primera ola es que entonces “prácticamente desaparecieron del hospital pacientes no COVID, los cuales, a pesar de representar patologías graves, se quedaron en casa por miedo al contagio”, mientras que ahora conviven los pacientes no COVID con los COVID.

Alfonso Martínez es consciente de que decretar un confinamiento es una decisión compleja, “como sanitario creo que deberíamos estar confinados desde antes de Navidad. Se han dado las condiciones idóneas para esta terrible 'tormenta perfecta' que estamos viviendo”. Así, opina que si se hubiera actuado de este modo, “ahora mismo estaríamos desconfinados, con muchos de nuestros seres queridos aún entre nosotros y los negocios abiertos”. “Dejar a la población la posibilidad de cumplir con las recomendaciones se ha demostrado que ha sido erróneo y se han multiplicado exponencialmente los contagios”, manifiesta el neumólogo. “Salvar la Navidad' ha sido ”un torpedo en nuestra línea de flotación“.

El perfil de los pacientes también ha cambiado desde el principio de la pandemia hasta ahora. En la primera ola eran mayoritariamente hombres, mayores de 75 años y con patologías previas, “ahora el perfil se ajusta más a gente de mediana edad, aunque hemos llegado a tener pacientes de 17 y 20 años, sin patología previa, la mayoría contagiados en el ámbito social, incluido en el transporte público, o laboral”.

En planta, en el hospital Clínico, el perfil de las personas ingresadas es también similar: hombre de entre 35 y 50 año, “que se encuentra muy cansado, sin apenas fuerzas para levantarse de la cama o comer solo”. También hay un alto porcentaje de personas de entre 70 y 85 años, con problemas respiratorios, “el diagnóstico mayoritario es de neumonía bilateral por COVID”.

En el General de Castellón el perfil que describe el doctor Martínez es de pacientes con patología respiratoria previa (asma, EPOC, apneas del sueño...), predominantemente varones de entre 60 y 80 años “con infiltrados bilaterales pulmonares por COVID-19” y el modo de contagio más habitual suele ser reuniones con familiares o amigos.

“Las guardias son terribles y no llevo nada bien que los familiares no puedan despedirse de sus seres queridos”, explica Alfonso, quien recuerda el peor momento que ha vivido en este tiempo cuando tuvo que informar a una persona de que su mujer, “relativamente joven y estable”, había fallecido durante la noche: “Lo más gratificante, sin embargo, es cuando das un alta”.

Emi apunta que ha vivido varios momentos realmente complicados, “muy duros”: en marzo, cuando se encontraron inmersos en plena “medicina de guerra”; “cuando ves a compañeros muy jóvenes llorar de rabia e impotencia”; “ver las bolsas de cadáveres cuando se te han muerto seis o siete personas y los funerarios no dan abasto”; “tener que reanimar a una persona en un quirófano en el que hay dos camas y en la otra hay una persona que acaba de morir”... Silvia, por su parte, recuerda la cara “de miedo” de alguna compañera en la primera ola o la soledad de los pacientes, “era muy duro”.

Sin embargo, al contrario que sucede actualmente, en marzo “solo la mitad de la sala tenía pacientes con coronavirus y había un paciente por habitación, y los pacientes no estaban tan graves ni inestables. Eso sí, entonces faltaba material y ahora tenemos de todo”, apunta Silvia. “Ahora tenemos más conocimiento de la COVID-19, que nos cogió desprevenidos”, subraya Alfonso, quien considera que en la primera ola hubo menos diagnósticos que casos reales por falta de pruebas de detección y la gran cantidad de asintomáticos.

Los sanitarios se sienten frustrados porque lo que está pasando ahora “se veía venir” desde el puente del Pilar. “Era y es necesario un confinamiento domiciliario y los políticos no se han atrevido a decretarlo”.

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