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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿A qué edad somos demasiado mayores para trabajar?

Jonas Radl

Después de la paulatina subida prescrita por la reforma de pensiones de 2011, en el año 2027 la edad de jubilación se fijará en los 67 años. Con frecuencia se escuchan propuestas de los expertos o políticos para aplicar las nuevas reglas antes o incluso se sugiere seguir aumentando la edad de jubilación más allá de los 67 años. ¿Es una opción viable? Aunque una vida laboral más extensa es sin duda una medida favorable para las finanzas del sistema de pensiones, siguen existiendo dos obstáculos principalmente. El primer condicionante es si el estado de salud de las personas mayores les permitirá mantener su actividad económica. Siempre habrá trabajadores que sufran de algún problema físico o mental que les impida posponer su jubilación. Afortunadamente su proporción va disminuyendo. La segunda barrera es si la sociedad está dispuesta a adoptar el nuevo modelo del llamado “envejecimiento activo”. Como veremos en este post, el edadismo aún sigue siendo un fenómeno muy extendido. La estereotipificación por motivos de edad se hace notar tanto en las decisiones de contratación de los empleadores como en las decisiones de jubilación de los propios trabajadores.

Analizaremos datos de una encuesta online de abril de 2018 llevada a cabo en EEUU, Alemania y España entre personas con edades comprendidas entre los 18 y 70 años. A los encuestados les hicimos la siguiente pregunta: “¿A qué edad crees que un hombre/una mujer es generalmente demasiado mayor para trabajar al menos 20 horas a la semana?”. Es un método simple para detectar la edad a la que deja de ser socialmente aceptado seguir trabajando. El gráfico 1 muestra el promedio de edad a la que la población entrevistada en los tres países examinados considera que una persona es demasiado mayor para trabajar. Se ve que en Estados Unidos la gente piensa que nos hacemos demasiado mayores para trabajar a una edad más avanzada que en Europa. En cambio, tanto en España como en Alemania a la gente le parece más normal una jubilación temprana. Para la mayoría, con 65 años uno ya es demasiado mayor para seguir en activo. La misma diferencia se puede observar en las edades reales de salida del mercado laboral – la transición suele suceder más tarde en EEUU que en Alemania o España.

Además, en todos los países persisten unas normas de género sorprendentemente tradicionales. Según la opinión mayoritaria, las mujeres deberían jubilarse bastante antes de los hombres. Sobre todo en EEUU la brecha de género es muy pronunciada: en el promedio hay una diferencia de cuatro años entre la edad a la que un varón y una mujer, respectivamente, se consideran demasiado mayores para trabajar. Aún así, los estadounidenses piensan que una mujer se vuelve demasiado mayor para seguir trabajando aproximadamente dos años más tarde que los españoles o alemanes.

Son también llamativas las diferencias según la edad de los encuestados. En España, a los jóvenes adultos (entre 18 y 29 años) predominantemente les parece que los varones mayores de 62 años y medio ya no tienen sitio en el mercado laboral y para las mujeres el momento de retirarse ya llega con 61. Cuanto más mayor se hacen las personas, más alta la edad máxima aceptable para la jubilación. Es una regularidad conocida. Probablemente se trate de una racionalización de la necesidad de tener que trabajar más de lo que muchos querían. De jóvenes nos imaginamos que será posible retirarnos pronto, pero luego aprendemos que hay necesidades económicas que hacen esta opción poco realista.

Como veremos en el siguiente gráfico, que desglosa las respuestas en función del sexo del encuestado, entra otro factor. Hasta ahora sólo hemos tenido en cuenta la distinción de género en cuanto a qué contestaciones dan los encuestados en su promedio si les preguntamos por “un varón” o “una mujer” respectivamente. En el siguiente paso incorporamos el sexo del propio encuestado al análisis.

El gráfico 2 demuestra (ninguna sorpresa aquí) que los hombres suelen ser más tradicionalistas que las mujeres en sus actitudes referidas a la jubilación femenina. En el caso americano, ellas piensan que pueden trabajar cinco años más, comparado con lo que piensan ellos sobre ellas. En España, esta diferencia es un año y medio. Sin embargo, en los tres países las mujeres siguen opinando que los hombres se hacen demasiado mayores a una edad más avanzada que ellas mismas. Es un caso claro de internalización de normas sociales. Este hecho es más evidente en Alemania donde las mujeres están completamente de acuerdo con los varones que, a los 62 años, ya llega el momento de retirarse. Por supuesto, no todas las mujeres están de acuerdo con los roles tradicionales de género. De hecho, en Alemania y España expresan actitudes menos sexistas que los varones. Sin embargo, los datos reflejan que todavía hay una mayoría de las mujeres que acepta un papel destacado de los varones en el mercado laboral. Curiosamente, vemos al mismo tiempo que las mujeres en los tres países piensan que los hombres pueden trabajar incluso algo más de lo que piensan los propios hombres. Dicho de otra forma, las mujeres se muestran menos edadistas que los hombres.

La nueva encuesta confirma una vez más cuán profundamente están arraigadas las normas de género en nuestras sociedades. Estas normas tienen sus correspondencias en las prácticas de recursos humanos en las empresas y limitan las oportunidades vitales de muchas mujeres. Al mismo tiempo, resulta chocante hasta qué punto las propias mujeres hayan interiorizado la anticuada noción de que el mundo laboral sea una esfera masculina. Además, desafortunadamente, hay pocos indicios de que estas normas estén ablandándose con el cambio generacional. En EEUU incluso parece que la población joven es más conservadora que la población mayor, según los datos analizados en este post, y en España tampoco se observa una tendencia clara hacia mayor igualdad entre las generaciones jóvenes.

Las normas sociales son creencias compartidas en la sociedad sobre qué comportamientos son adecuados y para quién lo son. Como pudimos comprobar, en las actitudes dominantes sobre la edad de jubilación se refleja un bagaje socio-cultural que sigue empapado de edadismo y sexismo. Los estereotipos de edad son incompatibles con los imperativos del envejecimiento de la población y causan perjuicios diversos a las personas mayores marginadas. Además, el edadismo se convertirá en un problema económico cada vez más grave en un futuro no tan lejano, cuando a muchas empresas les falte mano de obra cualificada y muchas personas tengan la necesidad de seguir trabajando hasta sus sesenta y tantos para asegurar un nivel adecuado de ingresos en la vejez. Lo ideal sería llegar a erradicar el edadismo sin que ello conlleve, contrariamente, una presión social para seguir trabajando más allá del momento que cada persona ve como el óptimo para jubilarse. En muchos aspectos, España destaca por ser una sociedad muy tolerante. De cara al futuro es importante que una vida laboral extendida se convierta en un modelo vital socialmente aceptado con independencia de las diferencias de género.

Nota metodológica: Para medir las normas sociales vigentes en el terreno de la jubilación cabe mencionar que en esta encuesta se usó un sistema de “split ballot” de modo que cada encuestado solo contestó una de las dos preguntas (sobre varones o mujeres), y la asignación se hizo aleatoriamente con independencia del propio sexo. De esta forma mitigamos posibles sesgos debido a la deseabilidad social (que la gente conteste lo que piensa que los entrevistadores quieren oír).

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