Paisajes de Resistencias. La Memoria del Maquis en La Serranía
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La resistencia armada al nazismo y al fascismo en el contexto de la II Guerra Mundial forma parte de la historia de Europa y de su bagaje en la lucha contra los totalitarismos. En el imaginario colectivo resuena la imagen del movimiento partisano como una vía de defensa de las libertades y algunos estados, como Francia, han condecorado y homenajeado a los excombatientes de la resistencia contra la ocupación nazi. Sus acciones y compromisos civiles y políticos han llegado al gran público, especialmente a través del cine y la literatura, con narraciones de acciones de sabotaje, espionaje y hazañas de la lucha antifascista en Francia, Países Bajos o Italia. Desde esos inclasificables mercenarios de ‘Malditos bastardos’ –capitaneados por Brad Pitt i Mélanie Laurent en la película de Tarantino– a la clásica ‘Casa Blanca’ de Michael Curtiz, con Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, la resistencia al nazi-fascismo ha tenido su representación cultural en la sociedad contemporánea como símbolo de la lucha contra la tiranía. Incluso, estos últimos años, una serie de tirón mundial ha vuelto a popularizar la canción ‘Bella Ciao’ que –aunque quienes ahora la tararean quizás desconozcan– es uno de los himnos de la lucha antifascista de los partisanos italianos.
En ese mismo contexto de mediados del siglo XX, también hubo redes de resistencia y de lucha partisana en España. Grupos armados de hombres –también mujeres– que con el apoyo de población civil y organizaciones políticas decidieron organizarse e intervenir contra la dictadura franquista. Popularmente conocida como el maquis (término francés que hace referencia al entorno arbustivo y terreno montañoso donde se desplegaban los grupos combatientes), la resistencia en España se organiza política y militarmente durante los últimos años de la guerra y la posguerra en torno a fuerzas antifranquistas como una respuesta ante la ilegitimidad del nuevo régimen y la brutal represión que había iniciado Franco desde el golpe de estado de julio de 1936. Una historia que el cine español ha narrado en la cinta ‘Silencio Roto’ de Montxo Armendáriz.
La lucha armada antifranquista opera en España en un contexto muy concreto. La guerra oficialmente había acabado el 1 de abril de 1939, los golpistas sublevados contra la República toman el control del Estado e instauran un régimen militar antidemocrático dirigido por el general Franco. Con su victoria, la Nueva España se impone a base de políticas represivas y violencia institucionalizada contra cualquier persona que sea considerada enemiga y desafecta: encarcelamientos masivos, juicios sumarísimos sin garantías, fusilamientos en masa, exilio forzoso y un largo etcétera de violaciones de los derechos humanos. Algunas personas se echan al monte para intentar salvar sus vidas.
En septiembre de 1939, Hitler invade Polonia y da comienzo la II Guerra Mundial. En Europa, se libraba la gran guerra contra el nazi-fascismo y la organización de la resistencia armada contará también con combatientes republicanos exiliados. En 1942 se constituye en Francia la llamada Unión Nacional Española que, junto con el Comité del Partido Comunista Español, será clave para la formación de las agrupaciones guerrilleras españolas. A un lado y otro de los Pirineos, muchos republicanos y republicanas aún pensaban que se podía derrocar el régimen de Franco. Como botón de muestra la –fallida– Operación Reconquista de España a través del Valle de Arán en 1944. El idealismo y el compromiso por los derechos y las libertades perdidas serán la llama que fragüe el maquis en España, unos hombres y mujeres que hicieron suyo más que nunca el ‘resistir es vencer’. Un auténtico David contra Goliat, que en esta ocasión no acabó con la muerte del gigante filisteo. Después, la Guerra Fría y la lucha contra el comunismo fueron poco menos que un salvavidas para la España de Franco. El régimen, maquillado como ‘centinela de occidente’, sobrevivió cuatro décadas (1939-1975) lastrando al Estado y la sociedad sobremanera y masacrando –física, moral, social, económica, cultural y políticamente– a quien pensara, sintiera o viviera fuera de la norma que dictaba esa España, grande y libre.
Sin embargo, la imagen que el franquismo legó del Maquis dista mucho de la imagen que la Resistencia tiene en Europa, y se redujo poco menos que a una visión burda que los equiparaba con simples bandoleros y criminales. No es que sea de extrañar, pues el franquismo –fascista, conservador, ultranacionalista y militarista– convirtió cualquier elemento de las disidencias políticas en mera delincuencia bien con argumentos ideológicos que las tildaban de ‘La AntiEspaña’, bien con argumentos que basados en la pseudociencia y el nacionalcatolicismo más rancio las exterminaban por inferiores, amorales y degeneradas. Y así, la política de la dictadura contra la guerrilla antifranquista devino un proyecto de exterminio de los grupos armados disidentes y un programa propagandístico de desprestigio y lapidación de cualquier resistencia política o armada contra el régimen de Franco. Y no le salió mal al caudillo su apuesta por la aniquilación de la disidencia que, aderezada con ese ‘Haga como yo, no se meta en política’, le permitió aferrarse a su poltrona hasta el 20 de noviembre de 1975, con el amparo de la comunidad internacional que no vio en el nacionalcatolicismo español un régimen fascista ilegítimo y atroz al que derrocar.
Pero, a pesar de la brutal y sistemática represión ejercida por la dictadura contra la población desafecta –huelga decir que Franco mantuvo el estado oficial de guerra en España hasta 1948–, las resistencias al régimen del general Franco existieron desde los primeros años de la posguerra. Ese es el punto de partida de Paisajes de resistencias. La memoria del maquis en la Serranía, un proyecto financiado por el Área de Memoria de la Diputació de València, que coordina la asociación Acció Ciutadana contra la Impunitat del Franquisme. El proyecto pretende reflexionar sobre las formas de represión ejercidas por el franquismo y sus efectos en la población civil, al tiempo que busca recuperar la memoria de la resistencia antifranquista y difundir las huellas de aquellas luchas por la libertad y el antifascismo.
La historia del maquis en Benagéber y su entorno se puede contar con nombre y apellidos. Florián García ‘Grande’, Doroteo Ibáñez ‘Ibáñez’, Anastasio Serrano ‘Capitán’, Francisco Corredor ‘Pepito El Gafas’ son solo algunos de los y las que lucharon contra el Estado franquista desde la clandestinidad y al amparo del monte. Un vida ardua y precaria que implicaba vivir ocultos en la naturaleza, estar en constante movimiento, seguir una estricta disciplina y rotar como nómadas entre campamentos efímeros. El maquis vivía en constante estado de alerta y vigilante para poder actuar en clandestinidad y evitar delaciones y razias de la Guardia Civil.
Cuando la guerrilla antifranquista se instala en la comarca de la Serranía valenciana a finales de 1946, lo hace bajo el mando de ‘Grande’ como jefe del Estado Mayor del sector 11º de la denominada Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Se inician así operaciones siguiendo instrucciones del Partido Comunista Español. Este sector del maquis fue un bastión muy activo del AGLA y fructifica gracias a las redes de enlaces que establece con la población de municipios como Calles, Tuéjar, Chelva, Benagéber y otros de la Plana de Requena Utiel, la Hoya de Buñol y el Valle de Ayora. De entre estas redes de apoyo, una se conformó con familias de Benagéber y de la Colonia Obrera del Pantano: la familia Martínez Montes, la familia Alcorisa Monleón o Mauricia Justet Barlaguet y Juan Montero, entre otras personas, facilitaban a los guerrilleros víveres, materiales e información, y cedían espacios y lugares del poblamiento rural disperso como puntos de apoyo y enlace con los campamentos del AGLA: eran parte de la resistencia. Por eso, la feroz cacería contra el maquis por parte de las fuerzas militares y policiales de la dictadura afectará también a la vida en los pueblos de la Serranía y en el pantano de Benagéber, donde la violencia y la represión franquista comportará detenciones masivas, castigos, vejaciones, penas de cárcel e incluso ejecuciones. La documentación de archivo que se conserva con los juicios y las condenas de cárcel de vecinos y vecinas por ‘auxilio al bandolerismo’, ‘acciones subversivas y clandestinidad’ es clarificadora. Como también lo es el empirismo irrefutable de la Fosa de Los 8 de Benagéber –exhumada en 2010– que albergaba los cuerpos de cinco trabajadores del pantano (Clemente Alcorisa Cabañas, Salvador Garrido Giménez, Juan Luján Cerdán, José Martínez Viana y Santiago Martínez Montes) y tres guerrilleros (Daniel Cortés Luján ‘Vaquero’, Antonio Gan Vargas ‘El Cubano’, Manuel Torres Hervás ‘Practicante’), asesinados por la Guardia Civil en marzo de 1947.
Paisajes de resistencias. La memoria del maquis en la Serranía parte del proyecto desarrollado en 2024 Queda inaugurado este pantano. Trabajos forzados en Benagéber. Este proyecto ha sido clave para visibilizar la historia de los presos republicanos que participaron en la construcción del embalse, así como las duras condiciones en las que vivieron y trabajaron. La nueva línea de investigación va destinada a recuperar la memoria de la guerrilla antifranquista en torno al embalse y el Alto Turia mediante el análisis de las fuentes de archivo, de relatos escritos y orales, y también a través de la prospección arqueológica de los paisajes donde acontecieron estos hechos. Así, a partir de una tipología diversa de lugares y espacios recordados en la memoria colectiva (masías, refugios, caminos, puntos de apoyo y enlaces, Casas Cuartel y lugares de enfrentamientos), se pretende obtener una cartografía de la resistencia antifranquista en la comarca. Sin duda, se trata de una zona excepcional para explicar, de forma transversal e intergeneracional, el franquismo y la represión; pero también por recuperar memorias y relatos silenciados sobre la resistencia contra la dictadura y la lucha antifascista por la reinstauración de la democracia, ya desde la propia posguerra.
La iniciativa cuenta con un equipo interdisciplinar de profesionales de la didáctica de las ciencias sociales, la arqueología, la antropología y las políticas públicas de memoria, así como con la colaboración del Departamento de Arqueología, el Institut de Drets Humans i el Col·legi Rector Peset de la Universitat de València, el Centro de Estudios La Serranía, VIMEDE (Villar Memoria Democrática) y Ca Revolta. El leitmotiv de este proyecto es precisamente revisitar con una nueva mirada estos paisajes de represión y de resistencias para contribuir tanto al conocimiento científico de la historia como a la construcción de la memoria democrática. El proyecto culminará con la elaboración de material didáctico y una instalación expositiva sobre el maquis para centros educativos, así como un programa de actividades complementarias abiertas al público. Paisajes de resistencias. La memoria del maquis en la Serranía se presentará públicamente el 29 de octubre en el Col·legi Major Rector Peset de la Universitat de València con un ciclo de conferencias sobre la guerrilla antifranquista, donde intervendrán Raül González Devís, ‘Guerrilleros y comunistas. La apuesta armada del PCE: la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón’ (Onada edicions, 2021) y Arnau Fernández Pasalodos, autor de ‘Hasta su total exterminio. La guerra antipartisana en España (1936-1952)’ (Galaxia Gutemberg, 2024).
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