¿Qué hacemos si pierde Ayuso?
La candidata popular está bendecida por las encuestas, por el haraquiri colectivo de las huestes de Arrimadas, por el escaso fuste telegénico del profesor Gabilondo y por las barbaridades de Vox que, en vista de que le comen el terreno, ha derrapado en plena curva por entrar en ella a toda castaña. Si Isabel Díaz Ayuso pierde el 4 de mayo las acusaciones de fraude, las imputaciones de trampa electoral al estilo Trump y las acusaciones al voto por correo serán el pan nuestro de cada día en los informativos. Dirán que fue el dichoso CIS, qué vaya personaje siniestro lo dirige, el que desmovilizó a los suyos. La presidenta castiza igual hace una trastornada arenga a sus seguidores para ocupar la Puerta del Sol el 5-M. Entre el café con leche de Ana Botella, la exalcaldesa, y ahora las cañitas de cerveza de la presidenta actual, la capital de España se ha convertido en un hub tecnológico de abrevaderos, con tapa de calamares incluida.
Si pierde Madrid, Madrid ya no sería España, sería seguramente un estercolero por donde vagarían como zombis menas, manteros y okupas. Ese feudo popular desde hace 26 años dejaría de ser la capital mundial de los delincuentes al por mayor disfrazados de cargos públicos, soportados y jaleados por una sociedad lacaya y masoquista que se resignan a que les quiten el pan de la misma boca en la cola del hambre. El santuario penitenciario de Soto del Real ha fabricado esta estirpe de líderes ungidos por el pueblo en agradecimiento póstumo por haber arramblado en un plisplás con los fondos de la extinta CajaMadrid, del Canal Isabel II y con las viviendas sociales que pudieron traspasar con nocturnidad a un fondo buitre. Muchos programas de humor subsisten gracias a Ayuso. Si el PP pierde Madrid, sus audiencias se van al garete.
Esta estrafalaria dirigente popular hace harto difícil convencer a un simpatizante de la izquierda para que se pase al lado oscuro de este PP de Casado, extremo y extremista. La comparación con Trump existe: si usted cuenta los muertos de la pandemia, usted no quiere a Madrid; si usted habla del paro es que detesta Madrid; si usted saca a relucir los casos de corrupción es que no ama Madrid como Ella la ama, una Díaz Ayuso que quiere echarse a su Comunidad entera a sus espaldas dos años o más, los que hagan falta hasta vencer la madrileñofobia. Una manía rencorosa y vengativa que, fíjate qué cosas, se extiende por la España vaciada, la periférica, la moderada, la que habla otra lengua o la que todavía cree en los derechos humanos, la transparencia y los servicios públicos de calidad.
El debate estelar televisivo dejó claro que España y su bandera es propiedad privada de unos pocos, como, al parecer, los enseres del Pazo de Meirás son, dice un juez, de titularidad de los Franco. Y para ello se aúpan, tanto Ayuso como su secuaz Monasterio, en la mentira, la descalificación grotesca y se envuelven en una fiscalidad favorable y en un acopio descarado de sedes de grandes empresas y corporaciones.
La “maldad de lo banal” ha llegado para quedarse. Esta Ayuso es insustancial, trivial y frívola. Nos quedan dos años para desmontar su “Madrid, first”, su Madrid a la contra en cada decisión, ese Madrid que llena las escaletas de los telediarios, que acapara portadas y que se mira el ombligo de forma sectaria. La líder independentista madrileña se ha enrocado en su sillón. Ella sola puede con el sanchismo, el comunismo y el separatismo. Dejen paso, despejen la pista. La reina del reality madrileño va a montar su estelar numerito victimista. Si gana, el PP infectará de ayusos el país entero. ¡Pobre Isabel Bonig! Si pierde: fraude, rabieta y caos.
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