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Voluntad de poder

Rafael Tabarés-Seisdedos

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I

Alfredo Pérez Rubalcaba no necesita abogado. Tampoco psiquiatra aunque me designara, con sorna, su psiquiatra de cabecera. Me ha acompañado toda la vida como Felipe González o Mariano Rajoy. La primera vez que nos encontramos fue un día lluvioso, en su despacho en la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. Un edificio antiguo, gélido. Un mastodonte en pie que evoca un sanatorio al que se retiran los tuberculosos a esperar la muerte. Desde el primer momento me confesó que no había conducido su vida política para pensar y hablar sobre ella. A diferencia de otros políticos poderosos, no le fascinaba ver como su historia emocional durante el ejercicio del poder se transformaba en un libro. A sus ojos, tampoco valía la pena hacer participar a los demás en su mismidad. Me descubrió que indagar sin tregua, sea o no bueno para la verdad, no tenía ninguna gracia, ni tenía efectos balsámicos. Cuando descomponía y desmenuzaba intervenciones o escritos suyos como ministro de Interior sufría, incluso en su cuerpo. Recordar aquella etapa era sufrir.

Con el paso del tiempo, en las conversaciones se creó una atmosfera altamente cordial donde iba arrojando sus pensamientos y también sus sentimientos que giraban en torno a la pregunta de cómo cambia la imagen de la política, la democracia, España, Cataluña, Euskadi, ETA si las cuerdas de su vida interior vibran con fuerza hasta hacerse audibles ¿qué realidad queda cuando se adentra en el mar abierto de personajes como Pedro Sánchez, Rajoy, Felipe, Zapatero, Aznar, Junqueras o Ximo Puig con la brújula de las emociones y un guía desconocido? La respuesta se la fue dando a sí mismo, sorbo a sorbo, tembloroso por la falta de entrenamiento en la atención al propio yo, pero con la seguridad de un sonámbulo que se obstina en mirar interiormente aunque duelan cuerpo y alma. Quedaba siempre un amor inmenso que él llamaba “lealtad perruna” a Felipe, aunque este le dedicase una certera bala-epitafio: “Rubalcaba es la mejor cabeza política de España, pero tiene un problema de liderazgo”. Quedaba una ternura profunda, por encima del vallado ideológico, hacia Rajoy, al que consideraba “uno de los últimos de la Transición, es decir, un reformista”. Quedaba también un sentimiento de perplejidad por la manera de alcanzar y sostener el poder de Pedro Sánchez. Y quedaba dolor, mucho dolor, hacia Zapatero, por urdir una tarde de verano con el PP la reforma del artículo 135 de la Constitución que consagraba el austericidio y por las maniobras para hacer naufragar su candidatura a la secretaría general. Sin embargo, Rubalcaba se sentía agradecido por catapultarle al frente del grupo parlamentario y del ministerio de Interior para pilotar el fin de la violencia etarra. La última vez que lo vi su amargura llegó a convertirse en culpa por no haber tenido la suficiente voluntad de poder para imponer al presidente Zapatero su capacidad de poder decir “no” a la reforma constitucional exprés: “Yo podría haberme negado y el grupo socialista me hubiera seguido…no me quiero hacer mala sangre…pero hay que dejar que salga todo esto…bueno tu eres mi psiquiatra de cabecera. Ahora diría que no y si no lo aceptas dimite y vamos a elecciones anticipadas” ¿Demasiado entusiasmo por ser el candidato socialista a las elecciones generales de 2011? ¿Por el honor recibido? ¿Exceso de “lealtad perruna”?

II

“La política se hace desde las tripas” Veía con toda claridad que la esencia de la política no es algo racional, lógico, sino un impulso vital, devorador que no pretendía condenar o superar. Es sabida la relación entre vísceras y las pasiones, y la política vista así es monstruosa y seductora a la vez. Sólo puede ser dominada por la palabra y él era un portentoso constructor y narrador de historias: “España y el PSOE tienen un problema territorial de muy difícil solución, a lo más que podemos aspirar es a que se cronifique y convivir con este problema…es verdad que el PSOE es lo que más se parece a España”. Pero la palabra esconde en sí peligros, puede llevarnos a tergiversaciones. Un exceso de intelectualización nos expone al cálculo y a las intrigas pensadas con refinamiento. Rubalcaba no se sentía enteramente satisfecho de ello y reconocía haber sido víctima y verdugo del “círculo endiablado” de vísceras y cerebro.

Las últimas elecciones generales del 28 de abril, la segunda investidura fallida de Pedro Sánchez y la próxima convocatoria electoral prevista para el 10 de noviembre, representan hoy la escenificación de dos polos térmicos: uno al rojo vivo y el otro en extremo refrigerado. Parece que las estructuras de poder de los partidos políticos sufren un peligroso recalentamiento en campaña electoral porque multiplican emociones que colocan al corazón en el trono mientras que después del recuento se instalan en una época glacial llena de números, cálculos y transacciones significativas. Los líderes y sus asesores, adiestrados en la ciencia de los datos y los algoritmos, entienden que la realidad puede conocerse y dominarse cada vez más. ¿Hasta dónde podremos caminar en la política española si han desaparecido las temperaturas templadas? ¿Hasta dónde alcanzaremos sin un poder equilibrante? De nuevo Nietzsche nos propone una solución: “…algo así como dos cámaras cerebrales, una para percibir la ciencia, otra para captar lo que no es ciencia. Han de estar juntas, sin confusión, separables, e incluso con la posibilidad de cerrarlas. Esto es una exigencia de la salud. En un ámbito está la fuente de la fuerza, en el otro el regulador: hay que calentar con ilusiones, acentos unilaterales, pasiones; y con ayuda de la ciencia que conoce hay que evitar las consecuencias malignas y peligrosas de un recalentamiento” Pero también para alejarse de un sistema de refrigeración que anquilose el vitalismo de la política. El recalentamiento de la política en España y en otros países como Gran Bretaña, Francia o EEUU nos lleva a la violencia entre unos y otros pero su congelación engendra coerciones. Un poder sin ningún carisma es una máquina desacoplada por completo de las personas que acaba provocando una nueva crisis climática. Un sistema bipolar de recalentamiento y refrigeración que se alimenta a sí mismo. ¿Entendéis esto? ¿Lo veis?

 III

 Quien tenga la política por su asunto vital, nunca podrá despedirse de Alfredo.

Rafael Tabarés-Seisdedos es secretario autonómico de Universidades e Investigación de la Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital en la Generalitat Valenciana

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