Una empresa gaditana quiere convertir los vertidos del mar y las algas invasoras en biocombustible
En una palangana blanca rectangular, Santiago Miranda hace la misma demostración que repite desde hace meses ante técnicos, políticos, periodistas y curiosos. Vierte unas gotas de aceite sobre el agua. “Imaginad que es un vertido de fuel”. El aceite mancha todo. Entonces, Miranda espolvorea un puñado de turba marrón. En segundos, el líquido oscuro se solidifica, flota, y puede retirarse con una simple pala. “Esto podría haber cambiado muchas cosas en el Prestige”, dice. Con ese gesto empieza a resumirse la ambición de Bio Absoil, una pequeña empresa gaditana que ha decidido mirar la contaminación marina no como un desastre, sino como una oportunidad.
Bio Absoil nació en 2024 y formó parte del vivero Incubazul, la aceleradora de empresas de economía azul que tiene la Zona Franca de Cádiz. Su idea es tan sencilla como audaz: usar un absorbente natural para eliminar vertidos de fuel o aceites y convertir después ese residuo en biocombustible. El material que utilizan procede de turba canadiense, concretamente de zonas de musgo y plantas que se han acumulado durante siglos en terrenos muy fríos y húmedos. Esa turba se recoge de manera sostenible en áreas delimitadas, evitando la sobreexplotación del ecosistema.
Una vez extraída, la turba se deshidrata y se procesa para eliminar el agua, modificando su afinidad química: pierde apetencia por el agua y adquiere gran capacidad para absorber hidrocarburos. La composición natural del material, rica en carbono orgánico y con estructura porosa, permite encapsular aceites, fuel, grasas o parafinas y convertirlos en una masa sólida que flota y puede manipularse sin riesgo de dispersión.
“Queremos cerrar el círculo: limpiar el mar y, al mismo tiempo, generar energía”, resume Miranda, licenciado en Química con experiencia en gestión de residuos industriales. El sistema, asegura, es rápido, natural y más seguro que los absorbentes minerales tradicionales, que suelen ser más pesados, menos selectivos y abrasivos. En pruebas realizadas en puertos y talleres navales, el producto ha demostrado eficacia para encapsular aceites sin absorber agua, lo que simplifica su recogida y reduce costes de limpieza. Miranda explica que sirve para vertidos en el agua, pero también en la costa, cuando esa contaminación ha tocado tierra. Por eso, dice, que en una tragedia como la del Prestige, la presencia de este material hubiese sido de gran ayuda.
Su empresa comercializa el producto bajo marca española y proyecta instalar plantas de valorización continua en los principales puertos andaluce, en coordinación con otra empres Biodragontech, especializada en procesos de pirogasificación. También mantiene conversaciones con varios organismos interesados en pruebas piloto. Además, la empresa ha iniciado contactos con la industria del aceite de oliva, que genera grandes cantidades de rechazos líquidos que pueden ser absorbidos y valorizados de manera similar. Y uno de sus retos es recoger y reciclar el alga invasora, que tanto quebraderos de cabeza está dando a ayuntamientos costeros y al sector pesquero.
Dar la vuelta a la contaminación
El primero en el horizonte es Algeciras, por su tráfico marítimo y la proliferación de algas invasoras en sus costas. Bio Absoil quiere aprovechar esa biomasa, que hoy se acumula como residuo, como materia prima para el mismo proceso energético. “Si conseguimos tratar juntas las algas y los residuos oleosos, convertiremos dos problemas en una sola solución”, explica Miranda.
La valorización energética funciona mediante pirolisis y gasificación, procesos que transforman la mezcla de turba y aceite en productos con valor industrial: aceites pirolíticos, que pueden ser refinados como combustible; gases energéticos, que pueden generar electricidad; y biochar, un sólido rico en carbono que puede aplicarse en agricultura y retener CO₂ durante décadas. Miranda señala que este enfoque no solo ayuda a reducir la contaminación inmediata, sino que aporta un beneficio a largo plazo: captura carbono que de otra manera se liberaría a la atmósfera y reduce la huella ambiental de la gestión de residuos.
El proyecto, sin embargo, avanza entre obstáculos. Las plantas de valorización necesitan permisos ambientales complejos, fuertes inversiones y un encaje regulatorio claro dentro del marco de los biocombustibles. A eso se suman los costes logísticos de transporte y el reto de convencer a las administraciones portuarias y a las empresas públicas de limpieza de que adopten una tecnología aún poco conocida. “El escepticismo es normal —reconoce—, pero nadie puede negar que el modelo es circular y viable: todo se aprovecha”.
El fundador de Bio Absoil explica que su experiencia en proyectos de limpieza marítima y gestión de residuos le llevó a apostar por una tecnología sencilla, de bajo impacto y aplicable en emergencias ambientales. Cada vertido que llega a un puerto o a una playa puede tratarse de inmediato con el absorbente, que no solo impide que el aceite llegue a la arena o al mar abierto, sino que mantiene concentrada la contaminación para un tratamiento posterior.
Esa propiedad de pasar de líquido a sólido es, según Miranda, “el cambio que permite que la limpieza sea rápida, segura y económicamente viable”. Es lo que explica mientras exhibe su producto en una palangana blanca rectangular donde demuestra la eficacia de su idea innovadora. El reto es pasar de esta exhibición a mínima escala a una contrastada realidad que permita dar la vuelta a la contaminación.
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