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De padre proveedor a padre cuidador

Olga Granado

En las puertas de las guarderías y los colegios cada vez hay más padres que acuden a llevar o a recoger a sus hijos. Se les ve montando guardia en los parques infantiles. También cambiado pañales con destreza a un bebé en el banco de una plaza. El Día del Padre -19 de marzo- no cambia en el calendario, pero sí lo están haciendo éstos. Eso sí, los expertos piensan que todavía queda camino por recorrer.

Ha crecido la diversidad en las formas de paternidad, a la vez que se han diversificado las diferentes maneras de tener presencia en el mercado laboral. Pero sobre todo, “la identidad de los padres ya no está solamente determinada por su rol de proveedor, que era la actividad identitaria que caracterizaba al varón que formaba parte de parejas tradicionales”, donde la mujer tenía el papel de “cuidadora y gestora del hogar”, con un trabajo sin reconocimiento ni remunerado. Lo explica así Carmen Botia, doctora en el Departamento de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

Eso sí, matiza que “ha habido más presencia en los cuidados de los padres, que en el resto de tareas del hogar, que son las que aún más feminizadas están”. Y en cualquier caso, el cambio en los roles de los padres no puede entenderse sin que varíe el de las madres. “Si las madres cuidan, ellos no cuidan. Debe darse un proceso de cambio paralelo en el que los padres se van implicando a la vez que las madres logran delegar. Si no, no es posible”,avisa.

¿Por qué se implican?

Esta experta participa en un estudio cualitativo realizado en diferentes ciudades europeas sobre parejas de doble ingreso, en las que tanto madres como padres tienen un empleo remunerado, al que ninguno está dispuesto a renunciar. El estudio revela que los hombres más corresponsables con los ciudados de los hijos son aquellos con un trabajo que les permite cierta disponibilidad. Paralelamente, se da la circunstancia de que su pareja está bastante centrada en el trabajo y tiene claro que la idea de que ambos se ocupen de los cuidados no es negociable. También hay otros padres que se ocupan de los cuidados porque tienen una idea de “justicia” relacionada con una disponibilidad temporal que debe ser igual para él y para su pareja. En tercer lugar, están los que cuidan porque disponen de mucho tiempo, por ejemplo porque se han quedado desempleados. “Éstas son parejas que están en continua tensión y que no han terminado de negociar, pero en las que se aprecia un cambio respecto a los referentes de sus propios padres. Están en proceso de cambio en su identidad como proveedores ellos y como cuidadoras ellas en exclusiva”, describe.

Frente a estos modelos, están “las parejas que pueden ser igualitarias porque tienen muy buenos ingresos y subcontratan los cuidados”, que en todo caso son una minoría, y la clásica donde ella asume el rol de cuidadora y gestora del hogar pese a que tenga un empleo fuera, que pasa a ser secundario. Y es que “en la mayoría de los casos se sigue pensando que en cada hogar hay una mujer disponible 24 horas para cuidar”, y ni los gobiernos ni las empresas arbitran formas para corresponsabilizarse en la crianza de estos futuros trabajadores. “No se ocupan de la forma como se crían a las personas que en el futuro serán productivas. Y no lo pagan”, recrimina. Es más, entiende que las condiciones originadas, por ejemplo por la última reforma laboral, “alejan la deseada corresponsabilidad frente a los cuidados”.

Tomás Alberich, experto del área de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Jaén, coincide en que, aunque “hoy día es prácticamente imposible encontrar a padres que no participan activamente en el cuidado y la educación de sus hijos y en la gestión doméstica”, hombre y mujer todavía no aportan igual. “En primer lugar, el tiempo de dedicacion a tareas del hogar. Hay estudios sobre ello que documentan con contundencia una mayor implicación de las mujeres (en términos cuantitativos). Pero en segundo lugar, y me parece que mucho menos comentado, está la naturaleza de las aportaciones”. Por ejemplo, cocinar versus acompañar al parque infantil. “Ello puede generar una especie de jerarquía en cuanto a quién es o no imprescindible, quién es el verdadero pilar del sistema familiar”, alerta.

Entiende que como telón de fondo subyace que para las mujeres “el ser madre sigue probablemente siendo una parte más importante de su identidad (o auto imagen), en comparación con ellos”. Y pone otro ejemplo a la hora compatibilizar tareas domésticas y profesionales: “Para un padre, llegar tarde al trabajo por haber cuidado a los hijos sigue viéndose como menos respetable, quizás como si fuera una excusa, pero ello también está cambiando rápidamente”.

Los diferentes estilos

Mientras, la profesora Olga Gómez Ortiz, incide en que hoy en día, al igual que en épocas anteriores, encontramos padres de todo tipo. En el último estudio que ha realizado con la doctora Rosario del Rey, Féliz Romera y Rosario Ortega Ruiz para la Universidad de Sevilla, hallan que las descripciones que los hijos hacían de sus padres permitían categorizar a éstos dentro de diversos estilos. Desde el “democrático”, que caracteriza a padres que proporcionan un elevado afecto y cariño a sus hijos, se comunican con ellos, promocionan su autonomía y supervisan su conducta, hasta el indiferente, cuyos vástagos “no perciben un excesivo cariño ni una grata comunicación, ni tampoco sienten que sus padres pongan límites o intenten corregir su comportamiento”. Esto es clave, porque el estilo de los progenitores a la hora de educar a sus hijos se relaciona significativamente con el ajuste psicológico de éstos. “Son los padres que se enmarcan dentro del estilo democrático los que tienen hijos e hijas con mayor bienestar y fortaleza psicológica, y menos tendencias violentas relacionadas con la agresión a los iguales (bullying)”, subraya.

Es destacable el hecho de que el estilo autoritario, que caracteriza a padres poco afectuosos y muy estrictos en cuanto al control del comportamiento, ha ido desapareciendo con el tiempo. “Probablemente, este cambio tenga mucho que ver con las transformaciones sociales y políticas que ha vivido nuestro país, que parecen tener su reflejo en las propias dinámicas familiares”, interpreta.

“Muchos padres han ido adaptando su comportamiento a las circunstancias del entorno, fuertemente condicionadas por la incorporación de la mujer al mercado laboral, y están compartiendo responsabilidades, pero otros tantos no lo hacen o lo asumen parcialmente”, recalca para remarcar que todavía queda camino por recorrer.

No cree que la economía sea la clave, pese a que influya. “Conozco familias con distintas situaciones, en las que los padres se hacen responsables de forma equitativa de la crianza de los hijos/as y de las tareas domésticas, trabaje la mujer fuera de casa o no; y otros que en las mismas circunstancias no las asumen bajo ningún concepto”. No obstante, para muchas familias, la crisis está imponiendo roles no deseados como el de amo de casa a algún miembro de la pareja o a ambos. “Cuando existe igualdad, no importa quién sea el miembro de la pareja que asume esa función o la de trabajar fuera del hogar”, concluye.

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