La pancarta y los negocios del PP
Lo peor no es que el PP siga ganando elecciones a pesar de ser un partido corrupto hasta las cachas. Lo peor es que nos sigue imponiendo su hoja de ruta, su moral construida con chantajes emocionales y mentiras a destajo. Este país no consigue desligarse del peso cultural e ideológico del franquismo, que es lo que representa el PP con pocas dudas y muchísimas señales. Tampoco, se mire como se mire, de ese otro peso que a sus anchas sigue imponiendo esa gran aliada del PP que es la Iglesia. O al revés, que me da igual: será tal vez el PP el principal aliado de la Iglesia. El caso es que aquí estamos, haciendo caso a lo que el PP diga o deje de decir. Lo que el PP dice va a misa. Y así nos va. Y así le va a esta democracia cada día que pasa más endeble, más raquítica, menos convencida de que la única manera de crecer es dejando atrás la maldita ideología de la dictadura representada -se diga lo que se diga- por el Partido Popular.
Miren lo que está pasando estos días con el aniversario del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA. El PP se ha hartado de usar a las víctimas de ETA como arma arrojadiza contra los demás partidos. El PP se ha apropiado de la memoria de esas víctimas. El PP sólo considera víctimas a las que provocó ETA, sólo a esas. El PP considera que las miles y miles de personas asesinadas por la dictadura franquista no son víctimas sino que se merecían pagar de esa manera su defensa de la libertad, la democracia y la República legítimamente instituida. El PP considera que la gente -tanta, tanta gente- que se refugia en esa Europa de los ricos no es víctima de nada, ni del horror ni de nada, y por eso no les hace ni puñetero caso. El PP considera que las víctimas del Metro de Valencia y las del Alvia en la curva de Angrois no son víctimas, son escoria que no se merecen ni un solo gesto de ternura y aún menos de responsabilidad política.
Al PP sólo le interesan las víctimas de ETA y como negocio. Un negocio que creíamos sólo político pero que ahora hemos descubierto que era también económico. El PP ha aprovechado los fondos de la Fundación Miguel Ángel Blanco para financiar campañas electorales, ha usado la memoria del muerto para aumentar sus cuentas corrientes. El PP ha destripado la memoria de esas víctimas y ha convertido sus vísceras en dinero para la trama Gürtel. La Gürtel y las víctimas de ETA mezcladas en un barullo repugnante de intereses políticos y económicos. Es lo que hay. Y sin embargo, con motivo de ese aniversario, han conseguido los del PP que todas las fuerzas políticas de este país bailen estos días al son que ellos les tocan. El son de la demagogia, del chantaje emocional, de esa viejísima procedencia cristiana de muchas de nuestras dolencias actuales. O pones la pancarta con el nombre de Miguel Ángel Blanco en las fachadas de las instituciones o eres un desalmado, un reo del infierno, un pedazo de carne sin conciencia, un cómplice de ETA. Otra vez ETA. Otra vez ETA y no se cansan nunca. Es como si la echaran de menos, como si la necesitaran para que este país se quede para siempre a las puertas y nunca dentro de la historia. Y todas las fuerzas políticas a correr detrás del PP, a poner la pancarta para que nadie les diga que están con ETA y no con su concejal asesinado.
Me acuerdo de los versos de Machado: “¿Piedad? Tal vez. ¿Miedo al chantaje? Acaso”. Decía el poeta “acaso” y yo digo que seguro. El miedo de la democracia a los chantajes del PP, eso es lo que hay.
Las palabras de Soraya Sáenz de Santamaría sobre la negativa inicial del equipo de gobierno a poner la pancarta en la fachada del Ayuntamiento de Madrid: es cosa “de sensibilidad humana”. Eso dijo la vicepresidenta del gobierno del PP. Para ella y los suyos sólo se merecen gestos de sensibilidad humana las víctimas que ellos quieren. Sólo las que ellos quieren. Las demás, todas las que han salido en este artículo y muchas más que no han salido, sólo se merecen el olvido y el desprecio. Y una única condición según su cínica palabrería: la de la mierda.
Algún día habrá de llegar en que la democracia en este país no sea ese territorio político y moral en que el PP desarrolla su cada vez más excelente cartera de negocios. Algún día habrá de llegar para eso. ¿O no?