Neil Lee: “Hay una tendencia en Europa a ser derrotista en cuanto a la innovación”
Los gobiernos invierten grandes sumas en políticas de innovación. ¿Cómo podrían hacerlo para que se beneficiaran los trabajadores? Neil Lee, profesor de Geografía Económica en la London School of Economics y autor de Innovación para las masas, trata de dar una respuesta con el estudio de las políticas aplicadas en países como Austria, Suiza y Taiwán. Lee defiende que las economías más exitosas desarrollan instituciones difusoras —como sistemas de habilidades, instituciones de investigación traslacional y redes de empresas— que ayudan a garantizar que la innovación pueda ser utilizada por los trabajadores y beneficiarles.
Su investigación aborda el desarrollo económico, la innovación, las políticas públicas y la desigualdad. Estudios recientes han incluido sus trabajos sobre instituciones y desarrollo económico en África y China, desigualdad regional y polarización política en Europa y Estados Unidos, y política de innovación en Kuwait. También es presidente de la Asociación de Estudios Regionales y ha trabajado con organizaciones del sector público y privado, incluidos el Banco Mundial, la OCDE, la Comisión Europea, NESTA, o los Gobiernos de Kuwait y Reino Unido.
Lee ha participado esta semana en València en el IX Foro Fundación Cañada Blanch, coordinado por Andrés Rodríguez-Pose, junto con diversos expertos internacionales que han analizado las causas y soluciones ante la pérdida de posicionamiento económico y tecnológico de Europa y, singularmente, de España en el mundo.
Ha estudiado las políticas de innovación en países como Austria, Suiza o Taiwan. ¿Qué puede aprender Europa de estas experiencias?
Hay una tendencia en Europa a ser derrotista en cuanto a la innovación. Decimos que Estados Unidos es el mejor, que China está mejorando rápidamente y que, por lo tanto, Europa es una perdedora. Pero mi trabajo es un recordatorio de que hay bolsas de innovación en Europa en las que de manera real somos líderes mundiales y que a diferencia de otros lugares, gestionamos como compartir los beneficios con el trabajador medio. Otros países europeos pueden aprender mucho de Austria, Suiza o Taiwan, de sus instituciones de investigación aplicada, del modo en que el estado trabaja con las compañías y del modo en el que han enfocado el gasto en I+D en industrias locales.
¿Cómo enfocan la innovación estos tres países?
Uno de los elementos claves de mi trabajo es que necesitas trabajar con aquello que tienes. Taiwán tiene trabajadores cualificados, así que han levantado una industria de semiconductores basada en eso. Austria tiene acero, así que ha gestionado una actualización de esas industrias.
Y en concreto, ¿qué puede decir de España?
España necesita empezar con una evaluación realista de cuáles son sus fortalezas y donde puede ayudar realizar un esfuerzo en las políticas de innovación. Está claro que hay un montón de cosas —algunas de las compañías líderes en el mundo, trabajadores cualificados— pero hacerlo bien requerirá detectar una oportunidad para España, trabajar duro para conseguir y mantener esos esfuerzos en políticas de innovación durante un largo periodo de tiempo.
¿Qué propone para que las políticas de innovación beneficien a los trabajadores?
Aquellos países que son altamente innovadores y que han conseguido compartir los beneficios tienen tres tipos de instituciones. Tienen buenas instituciones generando innovación, como universidades líderes mundiales; buenas instituciones para difundir la innovación, como redes de pymes o oficinas de transferencia de tecnología, y buenas instituciones para redistribuir los beneficios.
En Suecia por ejemplo, el éxito económico de la innovación ha creado buenos trabajos y esos trabajadores pagan impuestos, lo que ayuda a financiar al Estado. Dado que el Estado juega un rol vital en la innovación, es importante que el sistema de impuestos asegure que esos beneficios sean ampliamente compartidos.
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