Fotos, charla, paella: la conferencia municipal del PSOE en València
Aparcan varios buses, de ellos bajan decenas de personas. Alcaldes y candidatos haciendo fotos como turistas, alcaldes y candidatos se mezclan con el free walking tour. Son casi las diez de la mañana en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de València, que alberga la conferencia municipal del PSOE, donde los socialdemócratas pulirán su programa electoral a apenas cuarenta días de los comicios. La conferencia mide el termómetro político, el de la ciudad ya sube de los 20 grados.
Por la mañana termina el desembarco con los que apuran los plazos, la mayoría llegaron la noche pasada. Se fueron de tardeo con la vicesecretaria general del PSOE, Maria Jesús Montero, después una cena, algunos un paseo nocturno antes de la jornada de trabajo. En los alrededores de las piscinas de la Ciudad de las Artes se dan cita muchos grupos, las delegaciones van casi de la mano. Navarros, cántabros, andaluces, catalanes, baleares, castellanos, todas las federaciones van subiendo contenido a las cuentas oficiales. Un selfie, otro, varias fotos de equipo en el photocall de recepción; otras tantas en el siguiente. Un café, un almuerzo. Muchos besos, otra foto, qué bien estás, qué bueno verte. A la conferencia se accede por estadios, como superando los niveles de un juego. Pasado el photocall llega la tienda tradicional del merchandising socialista: tazas, cuadernos, juegos de cartas. El lema de esta convención es 'Defiende lo que piensas', que se estampa en las pantallas colocadas en la arquería del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe. La mitad del edificio alberga un centro museístico con un gran péndulo, la otra mitad el encuentro de los alcaldes y alcaldables.
En los exteriores, en los huecos entre el apretado programa de ponencias y comisiones de trabajo, se ven las complicidades. Óscar Puente, alcalde de Valladolid, se fotografía con el candidato de Santander, Daniel Fernández; Juan Espadas, exalcalde de Sevilla, se saluda efusivamente con Sandra Gómez, teniente alcalde y candidata de València. Las dos ciudades afianzarán más adelante sus vínculos con algunas propuestas en el mandato marco. Ambas ciudades son referencia en buena parte de las políticas que se han aprobado este sábado, destacan desde Ferraz, como con las ordenanzas que sancionan la prostitución y la regulación del turismo.
El plato fuerte de la jornada no es la paella que servirán para comer. Es la intervención de José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente del Gobierno. Su intervención es un metrónomo para los alcaldes, le aplauden con cada ítem que deja ver. Memoria, orgullo, derechos sociales, convivencia. Si cuando habla de los indultos el aplauso suena más en un ala que en otra, cuando habla de unidad y estabilidad las palmas se hacen notar.
El expresidente alaba la labor municipal, la autonómica, y la Estatal. Es un gran maestro de ceremonias. Loa a Abel Caballero, que se levanta y recibe numerosos aplausos -un buen día en la ciudad de la luz, con permiso de Vigo y Caballero, bromea-; elogia a Ximo Puig, con quién confiesa que “tiene una debilidad” porque “es un demócrata cabal, una buena persona”. El presidente valenciano le ha llevado a ver una exposición sobre el congreso de intelectuales de la Segunda República, celebrado en València en 1937, con fotografías de Walter Reuter y Robert Capa, con la memoria de María Zambrano, Miguel Hernández o Luis Cernuda. Pasaron dos horas en el centro expositivo, el Palacio de las Comunicaciones, el viernes por la noche, porque juntos “siempre acaban en una exposición”.
Zapatero dedica buena parte de su intervención a ensalzar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y sus políticas de convivencia en España en general y en Cataluña en particular. Despliega su experiencia lidiando con la derecha, conoce el discurso del caos, que censura y critica. Frente a ello, aboga por una campaña con “serenidad”, “optimismo” y “tranquilidad”. “Podemos estar convencidos de lo que hace el gobierno socialista de Pedro Sánchez”, les dice, y le aplauden fuertemente.
En política importa tanto la realidad como la promesa de futuro, así que al margen de lo realizado, se promociona lo que está por realizar. El acuerdo para aprobar una ley de vivienda ocupa buena parte de las intervenciones, dentro y fuera de las conferencias. Lo menciona Montero, el expresidente Zapatero, y los líderes en los pasillos. La reivindicaron Ximo Puig, Jaume Collboni y Antonio Muñoz Martínez, responsables de tres territorios con serios problemas habitacionales: el presidente de la Generalitat Valenciana, el candidato a la alcaldía de Barcelona y el alcalde de Sevilla. Hace falta, coinciden. Para Puig, anfitrión del acto, escoger Valencia implica darle un vuelco a la hipoteca reputacional. “Es un reconocimiento a lo que significa la Comunitat Valenciana como espacio de convivencia”, indica a los medios. Preguntado por la autonomía como campo de batalla, la plaza de lidia, apunta: “El PP la intenta situar en el pasado, como un trofeo. Lo que nos jugamos es si volvemos al pasado de la corrupción y del recorte de derechos o si seguimos avanzando”.
Acaba el expresidente y los candidatos se ponen a trabajar, se meten en las comisiones que elaboran las 83 propuestas del programa-marco. El termómetro sube, 31 grados, ya es mediodía en la ciudad de la luz, con perdón de Vigo. Pasadas las dos, salen los canapés, los candidatos se reagrupan, comentan la primera mitad de la jornada. Ahora sí, cómo no, el plato de paella.
València se ha situado como un campo de batalla entre PP y PSOE, con las encuestas vaticinando un resultado ajustado tanto en las elecciones autonómicas como en la alcaldía. Pero también lo es como escenario, ciudad elegida para los grandes actos de precampaña; ambos partidos han organizado sus convenciones municipales en el mismo lugar, la arquería del museo en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Los dos partidos se disputan el simbolismo del complejo a través del esqueleto: los conservadores sacan pecho de haberlo construido, los socialdemócratas les señalan los sobrecostes, es su marca de corrupción y megalomanía, de política delirante. Frente a al delirio, se promocionan como el partido “que pisa la calle”, de la “política útil” para el ciudadano. Su defensa: la gestión.
A la gestión de los alcaldes apela Ferraz como activo de campaña. Los alcaldes son difíciles de quitar, su mejor bandera son las políticas que llevan a cabo. El acto ha tratado de ser una muestra de cariño a los alcaldes, espolearlos para llegar vigorosos al 28 de mayo, que tendrá interpretación en clave estatal; una victoria o derrota que se construye de abajo a arriba. “Vosotros representáis lo mejor de nuestro partido. Porque sois los que tenéis la capacidad de articular en cada rincón de este país al que amamos”, les decía Montero, calificándolos como “la savia” de un proyecto de futuro. Con todo, la exhibición de músculo del PSOE no termina de convencer en su primera jornada. Algunos candidatos están molestos, la sesión llega algo tarde, los programas requieren más tiempo, están centrados en su campaña. Las sonrisas pronto dan paso a algunas caras largas, muecas de cansancio. Esas caras largas chocan con el congreso celebrado en la misma ciudad, que parecía un verdadero festival, donde la fiesta no limitaba la participación, el debate de ideas. Pese a ello, aguantan el tirón, participan, están dónde se les llama. Ocupan las sillas que tienen que ocupar.
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