Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
“No hay nada más poderoso que un vecino que decide cambiar la realidad en la que vive”
Aunque a veces pueda parecerlo, la ciudad humana no es una de las ciudades invisibles y fantásticas que imaginó Calvino hace 45 años. La ciudad humana existe o, al menos, lucha por existir a pesar de que alguien muy fuerte tira para el lado oscuro del adjetivo. Mientras el mercado sigue apostando por un modelo urbano en el que la velocidad es el medio para lograr más dinero que sirva para ir más rápido para conseguir más beneficios, un montón de personas en todo el mundo trabajan para construir ciudades (o espacios urbanos) que sean lugares de encuentro y de intercambio —también económico, pero entre iguales— y en los que el tiempo no sea una amenaza sino un motivo de disfrute. Paula García Serna y Fernando Casado llevan desde 2014 embarcados en un viaje vital para documentar la labor de mucha de esa gente en un proyecto llamado Hacia la ciudad humana (o Towards the Human City) cuyo objetivo, dice su web, es “identificar, documentar y comunicar iniciativas que propongan mejoras significativas en la forma en que pensamos y gestionamos ciudades con el fin de hacerlas más humanas e inclusivas”.
La idea surgió a partir los viajes de la pareja relacionados con su trabajo en temas de ayuda al desarrollo, al ver que la políticas supranacionales, e incluso las nacionales, no terminan de ofrecer resultados tangibles en las vidas de las personas como sí ocurre con las locales. “Nos atraía la idea de política de barrio, la que genera un impacto directo, por eso decidimos salir en busca de ese mar de iniciativas que quieren mejorar las condiciones de vida en la ciudad. A pesar de la falta de voluntad política y de interés corporativo, que por supuesto influye mucho en el desarrollo urbano, hay mil propuestas de gente que se levanta cada mañana a cambiar las cosas. Nos impresiona mucho la capacidad de transformación comunitaria, la realidad de que cada uno somos responsables del destino de nuestra ciudad. Porque no hay nada más poderoso que un vecino que decide cambiar la realidad en la que vive”.
Hablo por teléfono con Fernando, que vive en Barcelona junto a Paula y su hijo, la razón por la que el proyecto ha dejado de viajar por un momento aunque no ha parado. Hasta ahora, han documentado 87 iniciativas en urbes de África, Asia y las dos Américas, proyectos en torno a diez dimensiones —vivienda, movilidad, espacio público, educación, cultura, salud, nutrición, desarrollo sostenible, seguridad y juventud— que se pueden encontrar en su web, con un vídeo explicativo, una descripción, un análisis de resultados y un correo de contacto. Iniciativas como Pocket Parks Collective (Hong Kong), Seul Forest Park, Pavement to Parks (San Francisco), Open Streets (Ciudad del Cabo) que cambian y mejoran el espacio público; organizaciones activistas y activistas organizados como La Ciudad Verde (Medellín), dérive LAB (Querétaro) y Peatónito (Ciudad de México); propuestas desde lo público, como la Empresa de Desarrollo Urbano (Medellín), pero también desde lo comunitario, como Bye Bye Plastic Bags (Bali), y también redes que conectan a grupos de interés diversos, como Waste Management Forum (Bandung).
En busca de iniciativas en Europa
Como he dicho antes, el proyecto no para porque Paula y Fernando aprovechan para editar algunos de las propuestas que ya han visitado mientras su pequeño crece lo suficiente para embarcarse con ellos en la próxima etapa del viaje. Será en primavera, será por Europa y será en furgoneta. “Mucho de lo que hemos documentado hasta ahora en Europa se da por hecho pero lo que nos interesa retratar en este continente son las iniciativas ciudadanas que surgen después de la crisis, esos procesos de transformación de los barrios hechos por la misma gente que los habita”. En este momento, además de editar lo grabado, están recabando información para decidir los proyectos a retratar en ese continente viejo —por eso, si alguien quiere proponerles algo, que escriba a info@towardsthehumancity.org— hasta llegar a las 101 iniciativas previstas. “Queremos que sea una base de datos online para que la gente pueda conectar directamente y que sirva así para contribuir a una red abierta de conocimiento y colaboración. Lo que pretendemos, en realidad, es que la plataforma siga viva, que se autogestione y que la gente vaya subiendo iniciativas”.
A ellos les queda sólo una etapa para acabar este viaje que empezó con una entrevista a Antanas Mockus —“queríamos empezar así, sin él no había proyecto”—, al alcalde que dio la vuelta a Bogotá (hay más alcaldes, urbanistas y otros actores urbanos entrevistados en su web) y que han combinado con trabajos paralelos en sus empresas de ayuda al desarrollo y productoras de vídeo, con las que han generado sinergias para llevarlo adelante gracias a proyectos con instituciones como Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Después de Europa, aún restará la preparación de los materiales, que incluirán un documental, un libro y un kit de herramientas a partir de lo aprendido de las iniciativas.
A todo esto, ¿qué es lo que entienden Paula y Fernando por ciudad humana? “Es lo que nos hemos estado preguntando durante todo el viaje. Para nosotros, es una ciudad de una escala asequible, donde se pueda caminar, que haya acceso a alimentos cultivados orgánicos, que sea segura, que haya zonas verdes y espacio público y que la juventud pueda desarrollarse en ella sin tener que buscar oportunidades en otro lugar”.