El mercado de la guerra: entre derechos y poder
“En medio de las armas, las leyes enmudecen” (Cicerón)
El 20 de mayo, cuando el buque de transporte saudí Bahri Yambu, cargado de armamentos dirigidos a Riyad, atracó en el puerto italiano de Génova encontró fuertes resistencias locales. El Collettivo Autonomo Lavoratori Portuali (Colectivo Autónomo Trabajadores Portuarios), desafiando al gobierno, intentó impedir el abordaje a los ormeggiatori del puerto, retrasando las operaciones de carga y consiguiendo llegar a un acuerdo sobre algunas mercancías.
En la espera del carguero con bombas de humo y pancartas en contra de la guerra, además de los trabajadores portuarios, había un centenar de personas pertenecientes a organizaciones solidarias y antimilitaristas. La principal acusación de los activistas es que las armas producidas y ensambladas en Europa están destinadas a matar a miles de civiles en el conflicto yemení, donde Arabia Saudí lidera la Coalición militar anti-rebeldes. “Pedimos al gobierno Conte, como hemos hecho con los anteriores, que interrumpa los acuerdos comerciales sobre armamentos con Arabia SaudíPedimos al gobierno Conte, como hemos hecho con los anteriores, que interrumpa ” declara Francesca Bisiani en nombre de la sección italiana de Amnistía Internacional. Pero este acontecimiento no es nada más que un caso aislado dentro de un contexto dominado por la indiferencia y la escasa voluntad para acabar de una vez con el oscuro negocio de la guerra.
Cada vez más abrimos los puertos a las armas e impedimos el paso a aquellas personas que todos los días dejan sus hogares en busca de una vida segura. Cerramos cotidianamente los ojos ante las imágenes de los violentos bombardeos y nos refugiamos en nuestras vidas privadas. Y somos cómplices por indiferentes. Somos cómplices porque las guerras empiezan en nuestras tierras: todos los años varios países como Italia, España, Alemania, Reino Unido, Francia, Rusia, China y, sobre todo, Estados Unidos exportan ingentes cantidades de armamentos a todo el mundo. Así, eludiendo las luces de los medios de comunicación, nuestros gobiernos brindan en la sombra cada vez que llegan a un acuerdo millonario. Oxfam Intermón denuncia que los principales destinos son Arabia Saudí e Israel, ambos involucrados en operaciones militares al margen de la legalidad internacional. Y son millones las vidas que cada mes se ven puestas en peligro por esta razón.
Según el Uppsala Conflict Data Program, aproximadamente 92.000 personas han muerto, sólo en 2017, a causa de conflictos armados. Actualmente, son 25 los enfrentamientos activos en todo el mundo, los cuales han generado el desplazamiento de 65,6 millones de personas. Siria, Irak, Libia, Yemen y Sudán del Sur han sido los protagonistas de los últimos años. El coste humano de este teatro de guerra ha sido brutal. El ACLED calcula que, en el conflicto de Yemen, considerado por la ONU como la mayor catástrofe humanitaria actual, han muerto hasta ahora al menos 70 mil personas (de los cuales más de 6000 civiles). Y el número de víctimas sigue creciendo bajo nuestros ojos. Son 2 millones las personas desplazadas y 22,2 millones las que necesitan asistencia urgente. Y es precisamente la coalición liderada por Arabia Saudí la principal responsable de la intensificación de la crisis política que hunde el país desde marzo de 2015.
Por esta razón Amnistía Internacional, FundiPau, Greenpeace y Oxfam Intermón han reactivado la campaña “Armas bajo Control”. Su finalidad es presionar a los gobiernos para que revisen las autorizaciones pendientes y suspendan de forma inmediata las transferencias de todo tipo de armamento a Arabia Saudí. Esto porque es alto el riesgo sustancial de que se utilicen para cometer graves violaciones del derecho internacional humanitario y de los derechos humanos. Y a pesar de que nuestros gobiernos se hayan comprometido en «No autorizar armas para cometer atrocidades» - principio recogido en los artículos 6 y 7 del TCA – siguen suministrando material bélico a quienes pisotean los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.
Es así que esos atroces conflictos se alimentan y que la industria de la guerra aumenta sus beneficios en detrimento de los inocentes. Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) los países de todo el mundo invierten cada año 1800 millones de dólares en armamentos, cuando en realidad bastarían 50 para acabar con el hambre y la indigencia. Y en este contexto las modernas derechas de todos los continentes siguen su avance cabalgando la ola de un discurso tanto hipócrita como persuasivo. La política de los “puertos cerrados”, promovida por el Ministro del Interior italiano Matteo Salvini, es un claro ejemplo. Desde su llegada al gobierno las medidas anti-migratorias se han agudizado, mientras que la exportación de material de defensa y tecnologías de doble uso no parece haber parado. Después de haber eliminado la protección humanitaria para los solicitantes de asilo con el “Decreto Sicurezza”, Salvini propuso al Consejo de Ministros un ulterior endurecimiento de las medidas antimigratorias. El artículo 1 del “Decreto Sicurezza Bis” preveía, en particular, la condena a una multa de 3.500 a 5000 euros por cada migrante rescatado en el mar. Y a pesar de que esta última propuesta haya sido rechazada, los migrantes siguen siendo rechazados como si fueran bombas, mientras que las embarcaciones saudíes cargas de armamentos atracan en los puertos sin ningún tipo de interferencia estatal.
Lo que hace falta en este momento más que nunca, además de una concreta e inmediata reforma legislativa que imponga mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, es una firme movilización ciudadana. Ya no queda tiempo para nuevas concesiones a la industria armamentística. No podemos seguir cerrando los puertos a quienes huyen de guerras alimentadas con nuestras propias armas - asimismo, la seguridad no puede seguir siendo considerada sobre la base de criterios geográficos, sino sobre la base de “las posibilidades del desarrollo humano de cada persona”, afirma Greenpeace. Ha llegado el momento de pedir a nuestros gobiernos que dejen ya de justificar y ocultar acuerdos comerciales que no son nada más que “licencias para matar”. Ha llegado el momento de decir basta a la complicidad, porque un mundo con armas es un mundo sin futuro.
Alessio Maurandi es especialista de procesos socio-económicos y culturales contemporáneos y colaborador en Oxfam Intermón València.