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La caída brusca de usuarios del transporte público por las limitaciones y el miedo aboca a las empresas a quiebras millonarias a medio plazo

La línea dos del metro de València semivacía a una hora de salida del trabajo.

Sergi Pitarch / Carlos Navarro Castelló

Valencia —

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Las marcarillas no solo protegen, también silencian. Subirse a un transporte público en la actualidad genera una mezcla de sentimientos entre desasosiego, extrañamiento y miedo. Los viajeros, todos con su máscara reglamentaria, tienen una actitud más prudente y respetuosa que de costumbre e intentan mantener las distancias de seguridad. Ni los habituales usuarios indiscretos del metro con su música a todo volumen ni los que hablan en voz alta por sus teléfonos móviles parecen existir ya en la “nueva normalidad” del metro, Cercanías o los autobuses de la EMT de València. Silencio absoluto.

De momento y pese al paso a la fase 1, el volumen de viajeros del transporte público es todavía muy bajo respecto a antes de la crisis. El Cercanías de Renfe en la Comunitat Valenciana ya pone a disposición de los viajeros el mismo número de trenes que a principio de marzo, pero con un 80 % menos de viajeros. La demanda no llega ni para llenar el 30 % de asientos disponibles para cumplir con las medidas de separación en la desescalada. Así, de los 55.000 usuarios diarios se ha pasado a los 9.500 del pasado lunes. Entre 6.000 y 7.000 la semana pasada lo que evidencia el impacto que tuvo el decreto de estado de alarma sobre la movilidad.

La caída de ingresos de los viajeros, que cubren gran parte de los gastos, van a provocar que las cuentas de explotación de estas empresas y entidades públicas tiemblen y generen un déficit histórico a final de año. A medio plazo, según todos los expertos y de prolongarse esta situación de anémica demanda podría llevarlas a quebrar, como ya pasa en algunas aerolíneas comerciales tanto privadas como de bandera.

El éxtio y la cobertura de gastos de los transportes públicos radica en llenar los metros cúblicos disponibles del mayor número de pasajeros posibles. Por eso el metro ha renunciado cada vez más a asientos en favor de espacios abiertos para viajar de pie. Las nuevas medidas de distanciamento físico son un torpedo en la línea de flotación de las estrategias de estas sociedades públicas. Ya no se verán las imágenes de revisores empujando a la gente al interior del metro para facilitar el cierre de puertas en un futuro cercano  y quien sabe si nunca más.

En la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de València sí que han hecho proyecciones de las previsibles caídas de ingresos con la reducción de plazas por autobús y las medidas de distanciamiento. Pese a que con la fase 1 la EMT ha incrementado este lunes alrededor de un 30 % el número de viajeros respecto a la semana pasada, si lo comparamos con los números del mes de febrero todavía se encuentran en índices de un 79,5 % menos de viajeros.

En dinero, una millonada. En su plan de contingencia -la EMT fue la más realista al ser de las primeras en explorar un ERTE- la empresa de autobuses públicos de València hizo una proyección de pérdidas en tres escenarios. En el presupuesto de 2020 de la EMT se contemplaba que durante el ejercicio viajaran 97 millones de pasajeros y se ingresaran 47 millones de euros. En un escenario de recuperación rápida e intermedia y con limitaciones del 30 % de la ocupación los ingresos serían de alrededor de 16 millones y con una ocupación del 50 % de 19 o 20 millones. Entre 30 y 37 millones de euros menos. Unos números demoledores.

En el metro de València las pérdidas no están siendo mucho menores. Según fuentes de la Conselleria de Territorio la diferencia entre los ingresos previstos y reales fue en el mes de marzo de 2,9 millones y en abril de 3,9 millones. En el TRAM de Alicante las pérdidas en marzo han sido de 371.420 euros y en abril de 739.360 euros. De seguir así a final de año la proyección de los ingresos destrozará, si no lo ha hecho ya, las previsiones.

Además, la empresas públicas están haciendo también importantes inversiones en compra de material de protección para sus empleados, mamparas de plástico y geles hidroalcohólicos. El ahorro se verá en las reparaciones o el uso de combustible o energía, aunque son menores puesto que todos intentan ofrecer la misma frecuencia que antes de la crisis del coronavirus.

Estas empresas públicas necesitan un plan.

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